PELÍCULAS

Para empezar hay que otorgarle un mérito a Allen extra cinematográfico, y es que ha conseguido reeducar al espectador de tres grandes ciudades europeas. Su visión idealizada de París, Roma y Barcelona no se la cree ningún autóctono, pero más allá de la guasa que provocan ciertas situaciones hay que ser positivo: ¿Allen comparte esta visión onírica con su Nueva York? Desde luego somos muchos los que volveremos a ver Manhattan con otros ojos. 

Lejos de parecer una crítica a Allen esto no hace más que confirmar el talento del director para adaptarse a cualquier ciudad y darle siempre su protagonismo y su personalidad. Roma, su nueva “víctima”, es algo así como un paraíso urbano donde los restos del antiguo imperio inspiran y confunden a los protagonistas. O al menos así es en 3 de las 4 historietas que se saca de la manga el director.

Sin estar necesariamente relacionadas en espacio-tiempo las 4 historias consiguen mezclarse de manera asombrosa. Solo hay que recordar que la trama de los recién casados transcurre en un solo día... ¡y la historia de Woddy Allen y su consuegro podría dilatarse semanas! Seguramente casi ningún espectador se hace eco de esta circunstancia, y es que la maestría de Allen para estructurar sus guiones y mezclar narrativas alcanza en A Roma con Amor cotas altísimas.

Si a todo esto le añadimos la historieta de Alec Baldwin, Ellen Page y Jesse Eisenberg (de lejos, la mejor) la nota final en este apartado es de excelente. Y es que estamos hablando de un cuento en el que Baldwin, un arquitecto que nació en Roma, se encuentra con un joven fan, Eisenberg. Solo cuando van pasando los minutos nos damos cuenta de que Baldwin es algo así como “la consciencia” de Eisenberg, y este a la vez es un espejo al pasado del otro. Simplemente genial. 

                 

Roberto Benigni se lleva la peor parte con un cuento que no deja de ser un chiste que se va repitiendo demasiadas veces. Lo que hace bajar demasiado el ritmo a la película. Curiosamente la parte más cómica se la lleva Penélope Cruz, en el papel de una prostituta de lujo que ejerce de contrapeso ante tanta verborrea intelectual, es de agradecer. Woody Allen se guarda un papelito, su papelito, y unos cuantos de los mejores gags incluyendo un final que nos hará pensar lo mismo que él: ¿es un avanzado a su tiempo? ¿Alguna vez lo fue? ¿O es un imbécil con muchísimo talento y productividad? 

Yo me quedo con lo último, que Woody Allen vuelva a Nueva York y que duré muchos años más, aunque visto el panorama ha dejado claro que al menos como actor puede ser copiado más que decentemente, pues después de Owen Wilson, hay que añadir a Jesse Eisenberg, Roberto Benigni y Alessandro Tiberi a la lista de dobles que se ha marcado Allen.