PELÍCULAS

En diez años realizaron cuatro obras fundamentales del cine europeo (La promesa, Rosetta, El hijo y El niño), todas ellas premiadas en alguna de sus categorías en los principales festivales europeos, lo cual les valió para hacerse con un lugar de privilegiado dentro del panorama cinematográfico actual. Cine social que rehúsa de atrincheramientos, cine que no pretende convencer a nadie, cine que simplemente plantea realidades sociales desgarradoras y deja las conclusiones para el espectador.

En su octava película los Dardenne nos cuentan la historia de un niño que vive en un hogar de acogida tras ser dejado allí por su padre bajo la promesa de que volverá a recogerle lo antes que pueda. Con el paso del tiempo y tras ver que su padre no vuelve, el niño se escapa del centro para salir en su búsqueda, búsqueda durante la cual se encontrará con una mujer que, tras conocer la situación del niño, decidirá aceptarle en su casa los fines de semana.

Con este planteamiento los Dardenne nos ofrecen otra lección de buen cine, un retrato de la infancia que es abandonada, un discurso alejado del maniqueísmo barato, cine del que te hace pensar y se te queda anclado en la memoria durante días, cine con mayúsculas.

Tal vez los geniales hermanos hayan acelerado un poco su ritmo, tal vez esta sea su película más accesible y efectiva, pero todo lo que les caracteriza sigue ahí, tal vez hasta potenciado, y es que El niño de la bicicleta se erige como una de las películas del año y seguramente como la obra más perfecta de su genial filmografía.