CRÓNICA

FIB 2015
The Prodigy, Blur, Portishead, Godspeed You! Black Emperor, Los Planetas
17 de Julio de 2015 por Vicente Madrigal Benicàssim 2866 lecturas

Por vigésimo primer año, el FIB tenía lugar en Benicàssim ante uno de los veranos más calurosos de la historia que se recuerdan, que ya es decir, sobre todo si has estado alguna vez en una de esas acampadas que hierven desde primera hora de la mañana. Los aproximadamente 30.000 asistentes, ya fueran de piel color blanco anglosajón o españoles, se lanzaron a la caza de una sombra en la playa o de algo que refrescase la garganta, preparándose para estas jornadas maratonianas sin descanso en las que se convierten las noches del fin de semana del festival. Una vez allí, entre el ruido y la música, y a salvo de una buena insolación, lo único que quedaba era disfrutar.



VIERNES
Y así se hizo. Tras la jornada inaugural y algo menos extensa del jueves (con Crystal Fighters y Florence and the Machine como platos fuertes), empezamos nuestro camino con Jamie T y su inseparable guitarra. El cantante ha perdido fuelle rítmico con los años, y muy atrás quedan sus dos primeros discos, los de “Sticks N’ Stones” o “From Here To Salvador”, que han dejado paso a un ambiente mucho más tristón y sin vida en su último “Carry On The Grudge”.

Por fortuna, esto no había sido más que un aperitivo que precedía al mayor de los banquetes del día: Godspeed You! Black Emperor, a quienes todo el mundo daba como fuera de lugar, y donde el poco público que asistió lo hacía con conocimiento de causa, y con la devoción que esta orquesta suprema del post-rock recibe de sus fans. Tras su progresiva e intensa “Hope Drone”, habitual apertura de esta gira veraniega e inédita en estudio, la marcha lenta a golpazo de tambor de “Peasantry or ‘Light! Inside Of Light!’” anunciaba la llegada de su nuevo disco, “Asunder, Sweet and Other Distress”, que no dudaron en presentar en su totalidad.


Proyecciones más que acertadas, un violín que brillaba siempre que el drone se lo permitía, y la sensación de haber obtenido una más que honrosa presentación de un lanzamiento que, casi como siempre con ellos, te deja con ganas de algo más. Sus dos temas nuevos que venían tocando, más la gran “Mladic” y “The Sad Mafioso”, pusieron fin a una actuación algo fastidiosa, tanto por fallos en el sonido como el comienzo del cabeza de cartel de la noche.

Y es que pueden pasar los años y los conciertos, pero cuando empieza a atronar “Breathe” todo pasa a importar más bien poco. El delirio colectivo del comienzo se mantuvo al enlazar de manera inteligente tal obra maestra de los 90 con “Nasty", presentando así su último disco “The Day Is My Enemy”, y repitiendo también la fórmula con la ya clásica “Omen” y la desinflada “The Wild Frontier”, y con una inspiradísima “Firestarter” que precedió a más novedades, salvándose solo una “Rok-Weiler” más acertada pero demasiado cafre. Pero esto es lo que es, y el camorrismo con el que se despachan The Prodigy es parte de su esencia, sobre todo en directo.

Conforme el concierto alcanzaba la segunda mitad, las cosas empezaban a ponerse más y más feas y arriba del escenario todo parecía funcionar con menos fuelle, en modo automático. Menos mal que una espabilada ejecución de “Run With The Wolves” salvó una “Smack My Bitch Up” bastante descafeinada, y casi andaban pidiendo la hora para marcharse a descansar antes de los bises. Llegado ese momento todo quedó salvado con “Their Law”, pues ese riff funciona en cualquier momento y en cualquier lugar. Con todo esto y en definitiva, el nuevo álbum no soluciona la pérdida de fuelle que siempre termina adoleciendo el proyecto de Liam Howlett: discos que se repiten, fórmulas en directo que sencillamente no cambian de un tour a otro, y el uso de elementos muy pomposos para aderezar lo que debajo de ellos, entre la gente, no es más que fiesta y baile sin control. No hay necesidad de caretas y deberían saberlo bien.

Para finalizar la cita del viernes, Brodinski puso firma a la mejor actuación electrónica del festival al completo. Una presentación de sus temas a modo de sesión sin paradas, donde lo antiguo (sus EPs y demás) servían como entradilla a sus nuevos y frescos escarceos con el trap de su reciente “Brava”, publicado este año. Desde “Us” hasta “Can’t Help Myself”, Louis Rogé animó seguro a más de uno a darle un oído más tarde. Y es que no hay mejor manera de mostrar tu trabajo que haciéndolo bien: construyendo beat tras beat y volviendo loca a la gente con cada pequeño movimiento en la mesa de mezclas. Francia sigue muy viva en esto, y lo hacen tan bien… Encima antes de irse nos hizo un remix de “I Know There’s Gonna Be (Good Times)” de Jamie XX, artista omnipresente que sonó en varias ocasiones a lo largo del finde.



SÁBADO
Llegadas las primeras horas de la tarde-noche, tocaba disfrutar en la práctica de un par de bandas nacionales que ya disponían de una teórica más que aprobada. Primero Beach Beach, que llenaron de guitarras el sonido del escenario Las Palmas, y que para nada les quedó grande, pese al poquito público. Presentaron su disco “The Sea”, del año pasado, y dieron fe de su buen gusto por el pop fino y movido cargado de cierto shoegaze. Merecían estar donde estaban.

Más tarde, en el escenario Red Bull Fib Club, los valencianos Siesta! capearon ciertas gotas de agua (aunque no dieron ni para el susto) y algunos problemas con su equipo (“se oye un pitido todo el rato… pero ¡mola!”) para ofrecernos su “Fuerza De Gravedad Absoluta” de este mismo año. Pudimos ver cómo se repartían sus dos componentes el trabajo tras teclados y guitarra, cómo soltaban sus extrañas letras y lo bien que combinaban, como nos temíamos, su sonido hipnótico con el calor y la humedad latente en el asfalto del recinto de conciertos. Ahora toca que se bajen del bus y se suban a uno que ande de verdad, para una gira a la altura de su calidad.

Más tarde, y ya en plano internacional, se intentó con Frank Turner que, como nos temíamos, no tuvo ni la más ligera intención de recordar a su anterior grupo Million Dead, o a su nuevo proyecto, Mongol Horde. El hombre ha abrazado el rock casi acústico por completo (la guitarra eléctrica estaba presente pero no se escuchaba) y a los asistentes ingleses (la gran mayoría) les dio de sobra para montarse una buena juerga con sus melodías bienintencionadas. Habría que preguntarse qué pensarían si lo escucharan desgañitarse con su lado hardcore. Más de uno habría salido corriendo de allí.

No hace falta decir lo que todos sabemos: a Los Planetas se les ama o se les odia, y nunca habrá término medio. Pero quizá los directos sí marquen ciertas diferencias y pongan las cosas mucho más en su contexto. Esas guitarras y el grupo en general alcanzan un significado mucho más intenso y completo en vivo, y una vez ahí sus canciones te hablan con su personalidad propia, fuera de ataduras. Y es ahí donde puede haber cierta animadversión o duda, como es mi caso. De la misma manera que “Romance de Juan Osuna” te sobrecoge y te da escalofríos con su ascendencia granadina por bandera, el resto de los temas se apaciguan y el pop depresivo lo consume todo, también a uno mismo. Y exactamente de la misma manera al final vuelven a crecerse para sacar a Mendieta a marcar otro gol increíble tocando con ellos “Un Buen Día”. Y como es lógico, la gente se viene arriba y se olvidan todas las penas.

De camino a Blur, Mark Ronson se dedicaba en el escenario Fiberfib.com a pinchar exitazos de esos que nunca van a fallar pase lo que pase, por lo que de arriesgado no tuvo absolutamente nada. Acompañado de dos raperos, que más que rapear animaban al personal, demostró su faceta de productor y conocedor de la música actual levantando con sucesivos subidones a la gente, casi de manera excesiva y sin descanso, y abundando sobre todo el pop y el hip hop más comerciales de su Inglaterra natal y de EE.UU.

Y llegó la hora de ver salir a Damon Albarn y sus amigos. Era sin duda mucha la expectación, y podría decirse que todo empezaba muy bien por la propia predisposición del abarrotado escenario de que así fuera. En un principio buscaron la complicidad, arrancando con “Go Out”, quizá la más pegadiza de su nuevo “The Magic Whip”, para más tarde sumergirse en algún tema de tiempos del “Leisure”. Y no hay mal que por bien no venga: poder escuchar canciones tan antiguas tras un hiato es una gozada, aunque dejó bastante fríos a los asistentes más jóvenes, lo cual arreglaría “Coffee & TV”, con la primera fiesta del set. A partir de aquí, Blur dieron toda una lección de himnos brit, aunque fueran tocados en gran parte a medio gas. “Out Of Time” hizo sentir escalofríos, y la nueva “Thought I Was a Spaceman” se erigió como el gran acierto de todo su nuevo material. Después sonó “Tender” y nos hizo preguntarnos si ha envejecido bien este himno, o si ha quedado en la memoria colectiva como la que fue su gran despedida de los escenarios, en aquel Hyde Park abarrotadísimo. Ya se sabe, segundas partes…
 
Antes de los bises, en “Parklife” se subieron a una fan con ellos, la cual debía hacer los coros pero estuvo más cerca del colapso nervioso que otra cosa, persiguiendo alterada a Damon por todo el escenario. Explosión de alboroto, alegría y uh-uhhs con “Song 2” (ojalá durara eternamente y no 2 minutos) y tras ello, una preciosa “This Is A Low”, donde por cierto brilló especialmente su sección de viento y los coros. Así sí. Ya para acabar, “Stereotypes” y “Girls & Boys” finiquitan cualquier cosa, y así lo hicieron, y con “The Universal” se volvieron a empeñar en hacernos corear cuales hooligans en un pub.

En cuanto al concierto, el año pasado se vio en el SOS de Murcia a un Damon Albarn mucho más comprometido y emocional, más relajado y volcado en su música, mientras lo que se vio en Benicàssim fue una fecha más del cumpleaños eterno en el que el cantante inglés parece vivir disfrutando a tope como lo hace, y para esto le da exactamente igual que sea en solitario, con Blur, con Gorillaz, etc. Y como gran apunte, decir que he escuchado muy pocas guitarras (o ninguna) sonar tan bien como sonó la de Graham Coxon. Impresionante.

Timo Maas aceleró las revoluciones y se olvidó un rato de su residencia ibicenca para hacer mover al público más encendido que quedaba vivo a esas horas. Su sesión funcionó perfectamente, su sonido es perfecto para un festival de este tipo, y cualquier otro lo habría tenido más difícil. Fue sencillo pero efectivo y no dejó parar a nadie, destacando del set ese pelotazo llamado “Shifter” como momento álgido. No alcanzó a Brodinski pero le andó muy cerca.

Para acabar, The Zombie Kids realizaron una corta sesión que fue bastante a piñón y que consiguió reunir tanto a gente foránea como de aquí, cosa difícil por lo que se pudo ver. Sólo bajaron el ritmo un poco pinchando a Michael Jackson, y tras ello tocaba descansar porque aún quedaba mucha tela por cortar.



DOMINGO
Lo bueno se iba acabando ya, pero la última jornada aún daba para muchísimo. Y para empezar, la gente de nuestro país volvía a dar más de una sorpresa subida al escenario guitarra en mano. Los primeros fueron Belako, que se han pateado miles de conciertos y festivales y que son clara prueba de que al final todo llega y se compensa, sólo de escuchar cómo suenan en directo, mucho más directos y grandes que en el estudio, algo así como unos Blood Red Shoes con más chicha y más pasados de rosca.

Little Jesus no son de nuestro país pero sí mexicanos, por lo que compartir lengua ya es algo más que un hermanamiento en Benicàssim. Se describen como tropi-pop y desde luego no van desencaminados. Vestidos todos de elegante traje azul y apelotonados en el Tour Bus (sería todo mucho más fácil con un escenario normal) se tocaron sus canciones llenas de melodía y gancho combinadas con esa percusión tropical que a todos se nos viene a la cabeza si hablamos de México (Acapulco y tal, ya saben). Muy animados y simpáticos.

Poco importó que fuera demasiado pronto y sólo hubiera empezado a atardecer. Public Enemy estaban en la casa, y estaban deseando darlo todo. Flanqueados por dos soldados negros en posición militar durante todo el set, Chuck D, Terminator X y el resto convirtieron en un fiestón supremo su presencia, y poco importaba que lo suyo fuera el hip hop. Es más, ellos mismos se ocuparon de recordar que estaban en el Rock and Roll Hall of Fame, por si acaso alguno lo había olvidado. Entre DJ Lord (¡qué crack!) y un guitarra muy a lo Rage Against The Machine, se empeñaron en hacer que nadie entre el público pudiera parar. Sus perspectivas políticas, aunque presentes, se filtran entre su música. Son un remolino durante toda la actuación, de principio a fin. Además de presentarnos su nuevo “Man Plans God Laughs”, no faltó ninguno de sus grandes temas, caldeando cada vez más y más el ambiente según avanzaban: “Rebel Without A Pause”, “Bring The Noise”, “Don’t Believe The Hype”, “Fight The Power”… y “Harder Than You Think”, quizá esta última el mejor momento de todo el festival para quien escribe, y con toda seguridad para muchos allí presentes, visto lo visto.

Y si en algún momento el ritmo bajaba, allí estaba Flavor Flav para recordarte que parar estaba totalmente prohibido. Con camiseta de Brooklyn Nets y aparato de estos modernos con ruedas para los pies se presentó en el escenario, y más tarde no dudó en colgarse un bajo o agarrar las baquetas para convertirse en el más polivalente del grupo, y haciéndolo todo bien. Todo un showman, aunque lo realmente grande fue su pequeño discurso al final, con un gran NO al racismo y al separatismo. Ojalá esto se oyera más por parte de los artistas que se suben ahí arriba.

Otro grupo español que sorprendió fue Celica XX, con quizá el shoegaze más shoegaze de todo el festival. Las etiquetas a veces mienten, pero este no es el caso. Pop ruidoso y bonito que procede en gran parte de su “Niños Luchando”, ya de 2013, a la espera de nuevo material, que esperemos publiquen pronto.


Por mucho que se les hubiera colocado en el escenario más pequeño, Crocodiles bien merecían toda la atención posible. Amantes del buen rock and roll, demostraron que aún hay hueco para bandas de guitarras ochenteras, por mucho que el estilo parezca algo saturado. De hecho, a ellos les sobran las tablas, pues han editado recientemente su ya quinto disco, titulado “Boys”, y que tan bien sonó este finde. Como anécdota propicia para esta web, decir que los dos fundadores de Crocodiles proceden de Some Girls y The Plot To Blow Up The Eiffel Tower.

Y de nuevo había llegado el momento del cabeza de cartel: en esta ocasión eran Geoff Barrow, Adrian Utley y Beth Gibbons los que pisaban el escenario principal para deleitarnos con su directo, ya que no hay manera de que editen nada nuevo. Si bien sus directos han tomado ya como eje el “Third”, no hay que olvidar que este data de hace ya 7 años, aunque esperar algo de Portishead es inútil y eso ya es sabido por todos.

Ya entrados en materia, las abstractas y sintéticas “Silence” y “Nylon Smile” avanzaron con cierta dejadez, como quien sabe hacer su trabajo y lo hace de manera soberbia sin empujar demasiado, sin tensión, y esa es quizá la fuente de la vida de los de Bristol: hacer siempre lo mismo pero hacerlo tan bien que no hay discusión posible. Y más cuando todo se diluye con “Mysterons”, y con una emocional y tristísima “The Rip” (quién habría pensado en algo así sonando en un concierto suyo antes del tercer disco).

La intensidad fue aumentando, sin saber muy bien por qué. Sería quizá la belleza de la voz de Beth en “Wandering Star”, o las reivindicativas y escalofriantes imágenes de los conflictos de Grecia, Siria o Israel en las pantallas mientras “Machine Gun” y su beat nos oprimían la garganta. O un poco de ambos. A partir de ese momento el trip-hop del pasado tomó el mando y nos llevó a todos muy lejos de allí, como a una escena de película, donde solo existía ella junto a un piano cantando aquello de “Give me a reason to love you”, de la genial “Glory Box”. Y es que ella solo quiere ser una mujer, pero sobre todo es una voz. No es excesiva ni ampulosa, no reclama su lugar, casi se diría que es tímida, pero es la estrella que más brilla en esta banda, sin ninguna duda.

Es mejor no imaginar qué pasaría de editar Portishead hoy en día un disco de trip-hop. Con bastante probabilidad sería enorme y además gustaría, pues la gente sigue entregada a “Dummy” y el disco homónimo, pero sus dos principales compositores en cierto modo ya no están ahí. Ser un grupo tan importante y estar tan solicitado te permite vivir con lo que te gusta y hacerlo realmente bien como para no tener que revolver el pasado, y muy al contrario, todos ellos miran más al futuro que otra cosa. Por lo que, al final del concierto, sonó la preciosa “Roads” (tuvieron que irse sin tocar “We Carry On” por falta de tiempo), escuchamos el lamento de Gibbons por última vez, y nos quedamos allá absortos con el gran concierto que acabábamos de presenciar.

Pudimos comprobar que, en efecto, The Cribs hacían el indie-rock inglés hooliganero que se esperaba de ellos, tocando de una forma digna y muy enchufados aunque con unas canciones muy repetitivas entre sí (ninguna novedad). Algo parecido le pasaba a Bastille, aunque en este caso debido a la falta de intensidad y de soltura que adolecen estos ingleses. Encendieron a todos sus compatriotas habidos y por haber con sus canciones facilonas y de estadio, incluida una versión plana y descafeinada de la mítica “The Rhythm of the Night”, y también su canción-anuncio, “Pompeii”. Tras ellos, Madeon, jovencísimo dj francés, ofreció una sesión bastante plana para proceder de aquel país, edulcorada hasta el empacho por sus juegos de luces y sus efectos visuales, los cuales eran impresionantes pero que no destacaban más allá de lo estrictamente decorativo.

Antes de acabar el FIB, nos quedaban dos últimas citas: primero, con Novedades Carminha, el power trío gallego que se pone tibio de whisky sobre el escenario y despacha, una tras otra, canciones basadas en el rock and roll más puro y lo-fi, y la que tenían montada allí con la gente se parecía a un guateque de esos que estaban prohibidos por los grises hace tiempo. Tenemos a unos The Hives en España y algunos aún no se han enterado. Aún les queda mucho por delante pero por algo se empieza.

Después, A-Trax se entregó por completo al EDM y solo pudo fascinar a los que iban más pasados que otra cosa. Electro barato facilón y poco original que no pareció poner patas arriba a nadie allí, con lo que era el momento de tomar la retirada y esperar hasta el año que viene.


Sin nada más que contar, recogimos nuestros bártulos y nos dejamos allá unos cuantos buenos y calurosos recuerdos, dando sobre todo las gracias al pueblo de Benicàssim por todo y por ser tan majos. Si han puesto una estatua de un mochilero allí por algo será. En fin… esto solo acaba de terminar y ya habrá muchos pensando, aún con la piel tostada y los ojos medio cerrados, qué sorpresas y artistas nos aguardan en la próxima edición. Sea cual sea la respuesta, os lo contaremos en Z-Z en cuanto se anuncie el próximo cartel.

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