CRÓNICA

NOS Primavera Sound
Sigur Rós, Air, Explosions in The Sky, PJ Harvey
09 de Junio de 2016 por Israel Higuera Parque da Cidade, Oporto 1555 lecturas

El hermano pequeño del barcelonés Primavera Sound volvió a satisfacer las necesidades de aquellos que prefieren una opción "low-cost" (por decir algo) del macrofestival que marca la tendencia desde un tiempo a esta parte. Un precio más asequible (la que siempre será la principal diferencia entre un festival portugués y uno español), un cartel comparable en calidad (a pesar de notables ausencias como Radiohead) y un recinto sencillamente perfecto para la ocasión hicieron del NOS Primavera Sound de Oporto una experiencia de lo más agradable.


Cuando uno llega al recinto de un festival y ve que está todo cubierto por una perfecta alfombra de césped natural y que los escenarios están todos en cuesta ya sabe que, como mínimo, la estancia va a ser cómoda. Por suerte el NOS Primavera Sound no solo se quedó en la comodidad. Además de poner a nuestra disposición un entorno perfecto para el disfrute de los conciertos que nos acompañarían durante los tres días, no faltaron servicios. Las colas para el baño, inexistentes; comida para todo el mundo, incluidas opciones vegetarianas, veganas y sin gluten a precios competitivos (siempre entendiendo que dentro del recinto de un festival nada es barato); bastante eficiencia en las barras de bebida...

Se suele decir que cuando uno no se acuerda de la organización de un festival es algo bueno, pero si además la organización consigue, como es el caso, que te acuerdes de ella por haber pensado en tus necesidades, ya podemos hablar de éxito. El único pero, los taxis para volver por la noche: un auténtico caos del que seguramente debemos responsabilizar más a la Câmara Municipal do Porto. ¿Y los conciertos, qué tal? Vamos al lío.

Jueves 9

Terminado un larguísimo y accidentado viaje llegamos justo a tiempo para ver la actuación completa de los islandeses Sigur Rós, cabezas de cartel del primer día del festival. El mal sabor de boca por habernos perdido "gracias" a unos simpáticos señores vestidos de verde los conciertos de Deerhunter y Julia Holter nos duró lo que tardaron en aparecer sobre el escenario los componentes del ahora trío. La banda comenzaba enclaustrada en una pequeña jaula mientras a su alrededor se desplegaba un original juego de luces. Y lo hacía con una nueva canción titulada "Óveður", siniestra y solemne al estilo de su último álbum. Está por ver si formará parte de un nuevo disco.

De momento demuestran que siguen en buena forma pese a la pérdida de un componente, si bien es cierto que se echan en falta ciertas partes en algunos temas. También Jónsi estuvo a un nivel algo inferior que en otras ocasiones, lo que no fue óbice para que nos emocionara con sus falsettos. Recorrieron todos sus discos (excepto "Valtari") y nos regalaron momentazos como esa nota sostenida en "Festival", el bis con "Popplagið" y canciones clásicas de su repertorio como "Ný Batterí" o "Glósolí". Un concierto inolvidable, como nos tienen acostumbrados, y nada más llegar.

Continuábamos la noche con una de las bandas sensación de los últimos meses, Parquet Courts. Sin conocer previamente a la banda, lo cierto es que me sorprendieron con unos cuantos buenos temas de este indie garage que tan de moda está en los últimos tiempos. Supieron meterse al público en el bolsillo, que no paraba de bailar al ritmo de sus desestructuradas canciones. Y para ir terminando, que quedaban aún dos largos días, nos sumergimos en el psicodélico mundo de Animal Collective. Un concierto que dividió la opinión del respetable, que debatía sobre la experimentación más vanguardista y el timo sonoro. Y eso que empezó de forma espectacular, pero fue ese el único momento en el que su electrónica asincopada y psicotrópica pareció funcionar, aunque lo hizo a las mil maravillas. No tardaron mucho en desinflarse y decaer en el tedio a pesar de algunos buenos momentos. Gran puesta en escena, eso sí.

Viernes 10

El viernes empezaba lo gordo y nos plantamos en el escenario principal para ver a un señor mayor sentado al piano que apenas podía cantar. Era Brian Wilson, que había venido con otros diez músicos para interpretar en directo el disco más famoso de su carrera, el "Pet Sounds" de The Beach Boys. Es difícil que un concierto con tantos músicos y un material tan potente aburra, y desde luego que fue un buen show. Pero la foto de 20 metros del señor Wilson cuando era joven presidiendo el escenario, los músicos de la banda cantando prácticamente todas las canciones... Todo tenía demasiado tinte de autohomenaje, de ejercicio de nostalgia más que de otra cosa.

Cambiamos de escenario para ver a otras leyendas. Dinosaur Jr. inventaron los noventa junto a Pixies y Sonic Youth, y con todas las canas que peinan dejaron claro por qué siguen siendo uno de los grupos referencia cuando hablamos de noise rock. Melodías atemporales y buenos guitarrazos protagonizaron el primer bocado de rock duro que nos regalaba el festival. Lo suyo no era nostalgia: los tíos siguen partiéndolo. A continuación, parada para cenar escuchando de fondo el pop sintetizado de Empress Of justo antes de ver la que para mí fue la gran sorpresa del festival: Floating Points.

Su concierto fue especial en muchos sentidos: una puesta en escena muy sencilla a base de humo, luces de colores, láser y una pantalla circular con leds fue suficiente para crear un ambiente hipnótico en el que la banda parecía sumergida dentro de su propia música. La electrónica de Sam Shepherd, artífice en solitario del proyecto, luce mucho más en directo arropada por unos cuantos músicos. Lo que allí sonó (y sonó muy bien, quizá el sonido más nítido de todo el fin de semana) nos transportó automáticamente a otras realidades, a universos paralelos que podíamos transitar. Un estado de trance perfectamente inducido, y sin necesidad de doparse (que os veo venir). Sencillamente alucinante.

Tanto, que casi nos perdemos a PJ Harvey en el escenario principal. La calidad del espectáculo de esta mujer está fuera de discusión y tanto a nivel de sonido como de puesta en escena el concierto rayó el sobresaliente. Los que ya estaban convencidos se fueron a casa con una sonrisa de oreja a oreja, y no eran pocos. El espectador neutral, que podría ser yo perfectamente, se aburrió un poco. Se echaron en falta algunos temas con más garra salpicando el setlist para aumentar el ritmo de vez en cuando. Por lo demás se puede hablar de concierto impecable, como de costumbre.

Poco después asistimos al primer percance notorio (y único, creo) en todo el fin de semana: Kiasmos tuvieron que empezar su concierto tres veces a causa de dos problemas con el suministro de energía. Con resignación esperaron a que todo estuviera en su sitio para comenzar con su sesión de electrónica minimalista. No sé si es por no ser muy ducho en estas lides o porque no estaba yo con el mood adecuado, pero el caso es que su concierto me aburrió bastante. Y eso que tenía mis esperanzas puestas en Ólafur Arnalds, reconocido compositor de clásica contemporánea y uno de los integrantes del dúo.

Así que no hubo mucho problema para llegar puntuales a la actuación de Tortoise. Una actuación que pasa por ser una de las más raras que he visto nunca. No por la música, ya estaba advertido del estilo marciano de los estadounidenses. Al llegar, el percusionista Dan Bitney estaba tocando solo con las luces de trabajo encendidas, de manera que algunos pensamos que estaban aún en pruebas de sonido. Pero no era así, o al menos no lo parecía cuando el resto de músicos decidió acompañarle. Durante el resto del concierto estos no pararon de entrar y salir del escenario, a menudo en mitad de una canción, como si la cosa no fuera con ellos. Ignoro si es la actitud habitual de la banda, pero me resultó cuanto menos raro.

Independientemente de todo esto el concierto, con sus extrañezas, fue lo que esperaba: una sesión de música inclasificable interpretada por virtuosos. A menudo apoyados en el ritmo de dos baterías desplegaban dinámicas de largo recorrido y composiciones que parecían hijas de la improvisación pero que encajaban como un puzzle. Magníficos, a pesar de todo.

Sábado 11
Llegó el último día de festival y el cansacio empezaba a hacer mella, pero quedaban aún muchas emociones fuertes por vivir. Estrenábamos la jornada con el math-rock de Battles, que no se olvidaron de interpretar una versión extendida de su famosísima "Atlas" entre muchas otras piezas que consiguieron mover al público desde el principio hasta el final de su actuación. Un espectáculo basado en la distorsión en el que las grandes protagonistas fueron las pedaleras.

Tocaba ver a otra banda que, como los Dinosaur Jr. que tocaron el día anterior, perviven como símbolo de un estilo. Drive Like Jehu son un nombre capital en eso que llamamos post-hardcore, la banda a la que Omar Rodriguez-Lopez idolatraba cuando militaba en At the Drive-In. Allí demostraron por qué: su concierto fue enérgico, plagado de canciones que deconstruían el hardcore y resonaban como clásicos en el tímpano. Pero no había mucho tiempo si queríamos degustar el plato fuerte de la noche: Air.

Los franceses ofrecieron sus canciones expansivas de electrónica sutil y en general cumplieron con las expectativas tocando todos los grandes éxitos de su discografía. Se les puede achacar algo de pasotismo en la interpretación pero dejaron muchos detalles para el recuerdo. Y el ovni situado en el lateral del escenario grande durante todo el festival desplegó su mejor espectáculo de luces de todo el fin de semana para deleite del respetable. Buen concierto, y a por la recta final.

Explosions in the Sky salieron a defender su música como auténticos guerreros: sin decorado y con las luces básicas del escenario. Con sus canciones les bastaba para construir un concierto intenso y prácticamente sin resquicios. La enésima demostración de que los que piensan que las bandas de post-rock son aburridas en directo deberían revisar sus creencias. Lo suyo fue pura intensidad de principio a fin sin dejar de lado los pequeños matices que hacen de su música algo único. Por algo son ellos los abanderados de toda una generación.

Pero había que acelerar porque quedaban muchas cosas interesantes en los últimos compases del NOS Primavera Sound. Nos acercamos a la carpa para ver el final de la actuación de Unsane. Seguramente el grupo que menos pegaba en el festival, pero una agradecida inclusión para los amantes de los sonidos más rudos. Su hardcore sucio y ruidoso nos pasó por encima y así fue como entendimos por qué llevan más de 20 años siendo un referente en su estilo: sus riffs te taladran el cerebro.

Damos un pequeño paseo por el escenario principal para ver un poco de Moderat antes de cerrar esta edición con Shellac. La triple fusión cual Goku y Vegeta de los productores Modeselektor y Apparat cumplió con creces ofreciendo una buena tanda de temas que conseguían mantener encendido al público ya a altas horas de la noche. Ayudó sin dudas un espectáculo de luces que también puede presumir de lo mejor del festival; en definitiva una gran experiencia audiovisual. No tan grato fue ver a la banda de Steve Albini, y es que un tema final interminable basado en dos acordes y los gritos del afamado productor ensombrecieron un concierto que venía desarrollándose bastante bien. Pero no hubo manera de sacarse de la cabeza esos dos acordes, que obligaron a gran parte del público a despedirse, ni en los días siguientes. Mal final para un fin de semana en el que el que no disfrutó fue porque no quiso.


Fotos: Hugo Sousa, Hugo Lima

COMENTARIOS

1 Comentarios

  • #1
    el 22 de Junio de 2016
    hollow_life
    Gran crónica y envidia enorme de lugar para hacer un festi. Que por cierto, algunos como Tortoise, PJ o Animal Collective (por no hablar de Shellac) repiten año sí año también....


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