ENTREVISTA

Apuesta por el rock 'n' roll por César Aguilar
21 de Noviembre de 2022 1305 lecturas
Después de veinte años picando piedra en infinidad de bandas como Kick Out, Odeón, Swampig, The Hardtops o Crazy Stacey & The Customs, el pasado septiembre Álvaro Escribano lanzó su primer álbum bajo su apellido, uno de esos discos que se dicen en solitario pero en realidad son el fruto de estar en la mejor de las compañías. Los ocho temas que conforman “En El Camino Está La Perla” se presentan como un compendio de vivencias que resume los peligros y las alegrías de vivir el rock 'n' roll de manera obsesiva, regado, cómo no, con la música que ha marcado a fuego a nuestro protagonista desde su tierna infancia. Una vez más nos ponemos en contacto con el sr. Escribano para que nos desgrane pacientemente los entresijos de su "debut", entre otras cosas.

La primera pregunta es casi obligada. Después de dos décadas de militar en grupos, ¿cómo llegas a la conclusión de que 2022 es el año ideal para lanzar tu música «en solitario»?

Fue una mezcla de factores. Llevaba tiempo con la idea rondándome la cabeza, pero nunca me había lanzado en serio porque entiendo la música como un esfuerzo colectivo. Siempre he formado parte de grupos y creo que siempre lo haré. El caso es que Miguel Marcos de Le Voyeur llevaba mucho tiempo insistiéndome en que tenía que dar el paso. Entre su insistencia y encontrar la gente adecuada para darle un concepto de banda a la historia y que en 2022 hacía veinte años que empecé a tocar música con amigos, la cosa estaba clara.

Estás acostumbrado a hacer música con amigos y en tu estudio, La Chulona. ¿Quiénes te han ayudado en este álbum? ¿Han aportado ideas en el proceso creativo o las canciones estaban ya cerradas?

El grupo lo componemos Payom Hafezieh al bajo, David López a la guitarra y yo. Payom es amigo mío desde hace la torta de años y hemos tocado juntos en mil y una. Nos entendemos a la perfección y siempre está en constante estudio del instrumento y la música, por lo que es brutal ver su mejoría continua. David es un absoluto mago de la guitarra y también nos conocemos hace un montón. Tiene una cultura musical absolutamente apabullante y además es “fan de todo”. Todo le mola y con pasión. Es difícil encontrar un grupo o un estilo que no le haga mucha gracia. Ellos han sido absolutamente fundamentales para que el disco suene como suena.

Además, hemos contado con Patxi Urchegui a la trompeta, fliscorno y arreglos de vientos, David Pardo al saxo tenor, Sergio Valdehita a las teclas y Conrado Martín a la batería.

Titulas el disco En El Camino Está La Perla, una frase sacada del libro por excelencia de la llamada generación beat, “En el camino” (On the Road) de Jack Kerouac, un libro que leí en mi etapa universitaria, como tantos jóvenes con inquietudes culturales. Recuerdo, sobre todo, el humo de los clubes de jazz, la libertad, las drogas y, claro, la carretera. ¿Por qué este título y qué quieres decir con él?

Miguel Le Voyeur me ayudó mucho con la preproducción del disco. De hecho, iba a producirlo él, pero incompatibilidades en la agenda hicieron que no pudiera ser.

Él sabía que yo quería conceptualizar el disco en torno a mis veinte años tocando y haciendo música. Por ello, me pidió referencias de discos, películas y libros que fueran importantes para mí. En medio de todas salió “En el camino” y lo vio claro. Me pidió que me lo releyera. Así hice (me gustó bastante más que la primera vez que lo leí siendo adolescente). Una parte que me impactó y con la que conecté inmediatamente fue la de tener la sensación leyéndolo de que lo importante no es el fin, sino todo lo que acontece mientras te diriges a él. “En El Camino Está La Perla” para mí sintetiza a la perfección esa sensación de que el premio no es el final (llámalo éxito o como quieras), sino todas las cosas increíbles que pasan mientras estás en la pomada de hacer canciones, tocarlas delante de la basqui y grabarlas. Supongo que a alguien con quince años es muy difícil explicárselo. Al menos a esa edad yo lo quería todo y lo quería ya. Ahora, simplemente, disfruto haciendo lo que más me gusta por el placer de hacerlo.

Una de las primeras perlas que te encontraste en tu camino fue la tienda de discos de tus padres. En una época en la que no era tan fácil acceder a la música supongo te fue de gran utilidad. ¿Fue determinante para tu futuro o de alguna manera ya estabas predestinado a ser músico?

Totalmente determinante. Sin duda mis padres son los principales responsables, ¡para bien! (risas), de que cogiera una guitarra por primera vez, de que mirara las canciones más allá del todo e intentara desgranarlas en sus partes y de que quisiera dedicar una parte importante de mi vida a la música. Así que, una vez más: ¡gracias, ma y pa!

Por edad igual deberías formar parte de esa generación que se subió al carro de la música rock a través del nu metal o el rock alternativo. ¿Qué crees que tienen el punk y el rock ‘n’ roll para que te engancharan tan fuerte?

Supongo que en su forma más… ¿pura? ¿primigenia? (Insertemos aquí el adjetivo no pedante que mejor venga) son estilos musicales que van directos a la encía, que no se van por las ramas. A mí, lo que me gusta de verdad, son los estribillos gigantes, los solacos de guitarra sin caer en el onanismo, las melodías y que lo que estoy escuchando me diga algo. Supongo que por eso siempre vuelvo a ambos estilos y me flipan Bad Religion (risas).

No has parado desde que empezaste. Incluso en la pandemia, un tiempo que muchos músicos utilizaron para reflexionar, componer o perderse un poco de las redes sociales, tú te pusiste a tocar versiones en casa, solo o acompañado, lo cual me parece una excelente (y bonita) manera de capear el aislamiento. ¿Cuáles eran tus sensaciones por aquel entonces? ¿Recibiste mucho feedback?

Durante la pandemia tuve la suerte de que pude tener acceso a mi estudio de grabación, ya que por trabajar en medios de comunicación tenía un certificado de desplazamiento. Algo que tuve claro era que, teniendo la oportunidad de salir fuera de casa en una época tan dura y extraña (tío, un día por la M-30 no me crucé ni un solo coche. Ni uno), tenía que hacer algo con ello. Pensé que hacer versiones de cosas que me gustaban junto a amigos que tenían la posibilidad de grabarse en casa podría ser algo entretenido para nosotros y para quien quisiera verlo. No te voy a decir que cada vez que salía un vídeo se parara el país, pero sí recuerdo gente diciendo cosas bastante bonitas y cariñosas de lo que les alegraba verlos cada semana. Fue un paréntesis guay dentro de aquellos meses tan raros para todos y durísimos para muchos.

¿Qué crees que hay en este disco que no hay en los anteriores? ¿Te planteabas algún objetivo cuando empezaste a componerlo?

Creo que intento tocar todos los palos a los que me he acercado estos veinte años e introducir sonidos nuevos sin que sea un pastiche. Espero haberlo conseguido. El único objetivo era, a nivel lírico hablar de todo lo que rodea a hacer música, a nivel musical que quedara guay y a nivel global, que dentro de veinte años al echar la vista atrás lo escuche y me guste. Hay una parte muy terapéutica, muy “para mí” en este disco.

En “Una De Cal Y Otra De Arena” parece que hablas en voz alta contigo mismo, pero también con el rock ‘n’ roll. Hablas de lo que te ha dado y también de lo que te ha quitado. Imagino que la de cal ha sido siempre más importante, porque si no no seguirías ahí. O eso o la música es una mala adicción…

(Risas) Un poco de ambas, no creas. Es justo lo que dices: “Una De Cal Y Otra De Arena” es un soliloquio en el que voy desgajando los años que han pasado, admitiendo que ya no soy el chaval que tocaba en Kick Out pensando que iba a estar en el grupo que iba a ser “the next big thing”. Qué iluso (risas). Pero tampoco pasa nada por ello. Disfruto cada minuto que estoy tocando y pienso seguir haciéndolo. Pero sí, se sale antes del caballo que de andar tocando por ahí.

«Ya no tienes veinte años, pero quieres más». Me parece una frase perfecta para empezar un disco y también una buena definición de tu carácter, ambicioso en el sentido de querer seguir haciendo lo que te hace feliz, ¿no?

¡Siempre! Me da un poco de pereza la peña que de repente tiene que ponerse súper seria con cosas que nacen de la pasión. Que si métricas de escuchas, industria y bla bla bla. Ojo, no hablo de profesionales del sector, sino de la peña con aspiraciones. Pues tronco, cuando llegues, ya te preocuparás de hablar como un numeritos. Ahora intenta disfrutar algo. Que estaré yo equivocado, seguro. Pero me lo estoy pasando bien equivocándome con mi gente y una Les Paul.

“No voy a renunciar/No voy a abandonar nunca más”. Respeto mucho a la gente cabezona, la que elige un camino con todas sus consecuencias, de esa que se dice que «morirá con las botas puestas». ¿Te ves así?

Pues la verdad es que no lo sé. No te voy a negar que ha habido muchas veces en las que he pensado en colgar las botas. También es duro pegarte una buena jupa de kilómetros y acabar tocando para cinco. Esas cosas hacen mella, pero lo que sí es cierto es que se olvidan pronto. El hecho de buscar la parte pasional de esto no quiere decir que no lo sea también a nivel público: a nadie la amarga un dulce, y ver la sala más cerca del lleno que del vacío y peña que se sabe tus canciones es una sensación increíble. Pero vaya, que espero que sí. Espero ser un cabezón en el buen sentido y seguir insistiendo y pasándolo fetén.

“Una De Cal Y Otra De Arena” me suena a canción que en una época más apropiada podría haber sido un hit, de hecho, no me desentonaría como parte del repertorio de, pongamos, Los Rodríguez. También “Nuestra Suerte” tiene madera de clásico. No sé si estás enfadado con lo que te ha tocado vivir, si odias el reggaetón, las radiofórmulas y la manera de consumir música de la gente actualmente...

¡Bah! Qué más da. Si la hubiera escrito hace treinta años, lo mismo no había salido esa canción. Precisamente porque a lo mejor en una época más apropiada yo habría estado por detrás y a lo mejor andaba flipado con algo fuera de onda. O lo mismo habría sido el hit de la década y ahora mismo estaría contando billetes en una mansión de Mallorca. Vaya usted a saber (risas). Es algo que de chaval sí pensaba mucho y en plan cretino creía que la culpa de no petarlo la tenía el mundo y no yo. Pues haber compuesto mejor, idiota (risas).

No estoy enfadado con lo que me ha tocado vivir, la verdad. Me da bastante lo mismo que ahora mismo el reggaetón sea el rey. A cada cual lo suyo, de verdad. Sin problema. Lo único que sí me preocupa más que molestar es la forma que tenemos de consumir música, cultura e información. Si hace siete u ocho años hablábamos de que ya prácticamente nadie consumía un disco en su totalidad, desde al menos un par de años antes de la pandemia ya prácticamente nadie escucha canciones de principio a fin. Al menos prestándoles atención. Una cosa mala de que podamos encontrar la grandísima mayoría de lo que nos interesa en cuestión de segundos es que al final acabamos bombardeados por estímulos y anonadados en cuanto a la oferta de consumo. Sí me duele un poco que no nos tomemos más tiempo para hacer, saborear y disfrutar las cosas. Hostia, esto suena un poco a “Cuando yo tenía tu edad, me andaba cincuenta y siete kilómetros por la nieve para ir al colegio todos los días”, ¿no? (risas).

“¿Qué Queda Por Hacer?” retrata el auge y la caída de una estrella del rock. ¿Cómo llevas lo de ser frontman? ¿Te costó creerte el papel?

En realidad, de lo que habla es del propio rock personalizando en eso, una estrella. De cómo se transforma del rhythm & blues y el jump blues al rock’n’roll, como domina el mundo y como acaba cayendo de su trono por sus excesos, pero tiene ganas de volver.

Lo de ser frontman… es una movida, la verdad (risas). Podríamos decir que lo he sido en unos cuantos de mis grupos, pero conozco mis limitaciones y sé perfectamente que no es uno de mis puntos fuertes. Mientras estamos tocando, no tengo problema en moverme, acaparar la atención y conectar con la gente. Pero entre tema y tema, en los parones… ahí es donde ves quién tiene madera de frontman/frontwoman de verdad. No es nada fácil.

Por otro lado, ¿resulta más fácil salir disfrazado en plan Crazy Stacey, ir de sideman como haces en Swampig o ir de Escribano por la vida?

Crazy Stacey es el ejemplo perfecto de lo que te ponía antes. Mientras hay música sonando, sin problema. No es una cuestión de disfrazarse de capitán hortera. En cambio, ir de sideman sí me parece súper agradecido. Tienes tu parcelita y si lo haces bien es muy reconfortante. A mí personalmente me encanta.

“Tierra Quemada” me recuerda un poco a las canciones una de las mejores y más personales voces del rock en castellano, Fernando Alfaro (Surfin’ Bichos, Chucho), y también le veo un cierto regusto a Wilco. No sé si es accidental o entran dentro de tus gustos, que por otro lado sé que son amplios. Háblanos un poco de este corte, que para mí se sale un poco de la tónica más rockandrolera del resto del álbum.

¡Qué guay! Muchas gracias por los piropos. “Tierra Quemada” es la canción en la que más he explorado territorios en los que no había entrado. Una canción lenta (alguna tengo previamente), que empieza así de intimista y acabe en una movida tan épica… fue un reto, pero estoy muy contento con el resultado. Mucha culpa la tiene David y la capa de ruido que fue capaz de crear con su guitarra.

Por otro lado, ya que he mencionado a Wilco, Jeff Tweedy empezó en Uncle Tupelo mezclando la música de raíz con un filo más punk y a la altura de “Summerteeth” y, sobre todo, “Yankee Hotel Foxtrot”, durante dos o tres discos se lanzó a hacer algo más experimental. ¿Te ves algún día grabando un disco así?

Lo veo complicado, la verdad. No porque no me gusten (que me encantan), sino porque, por una parte, yo me veo como alguien bastante más primario a la hora de componer. Sigo intentando hacer la canción perfecta con la fórmula clásica del pop de estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente-solo (intercambie estas dos al gusto) -doble estribillo final. Y por otra, no soy un genio como el viejo Jeff (risas).

“Estallar” es de lo más punk del disco y la más vitalista. Dentro de tu parcela te ha salido un disco bastante variado. Y cortito. Supongo que es lo que has buscado, ¿no?

Sin duda, es buscado. No es fácil plantear que no sea algo irreconocible cuando juntas los ocho temas. Hay que pensar bien el orden de las canciones y buscar elementos de unión entre ellas para que no te lleves una soberana galleta al pasar de una a otra. La verdad es que estoy contento con cómo ha casado todo.

¡Y cortito! Si puedes contar todo lo que querías contar en casi media hora y ocho temas ¿para qué alargarte? Partí de unas catorce canciones con la idea inicial de hacer el ahora sacrosanto disco de diez. Vi que todo funcionaba con las que ahora forman el disco y lo tuve claro.

“Carretera Y Soberbia” y “Tierra Quemada” recuerdan que también hay piedras y baches en el camino. Imagino que habrás tenido más de una mala experiencia, los típicos desengaños con gente que creías amiga y al final…

Sí. Y muchas veces yo he sido esa persona también. Aquí no hay buenos y malos absolutos y todos hacemos y decimos cosas que están fuera de lugar. Por suerte, con la grandísima mayoría de la gente que he tocado tengo buena relación, aunque no nos veamos cada semana como cuando tienes un grupo. “Carretera Y Soberbia” es el momento previo a romper. “Tierra Quemada” la ruptura. Y “La Otra Mitad” la reflexión posterior.

Aparte de las canciones en las que hablas del impacto que la música tiene en tu vida, como “Una De Cal Y Otra De Arena” o “La Otra Mitad”, “Nuestra Suerte”, dedicada a tu hijo prácticamente recién nacido, refleja una faceta más familiar. ¿Es fácil conciliar el rock ‘n’ roll con el trabajo y la familia?

Para mí lo está siendo de momento, porque vengo de una época de estar parado de tocar en directo (que por suerte parece que llega a su fin) y porque mi mujer y el nene son más buenos que el pan.

Cuando no es tu profesión al cien por cien te enfrentas al problema de que tomárselo en serio requiere un tiempo que puedes no tener. Cuando lo es, el tema de la carretera y la familia es complicado. Aunque en las inmortales palabras de Fernando Moreira (Trono De Sangre, Qverno y un largo etcétera): «Bueno, toda la vida ha habido peña currando en la Marina Mercante y muchos tenían familia. Y a ver cuánto andaba fuera de casa esa gente».

Dejando aparte este disco, también quiero preguntarte por Swampig y tus otros proyectos. ¿Hay algo que debamos saber o todo a su tiempo?

Veamos… Swampig están en un parón indefinido. Me atrevería a decir que se acabó, pero nunca digas nunca. Crazy Stacey & The Customs tenemos ganas de volver con material para un disco nuevo y la necesidad de salir a hacer el idiota por los mejores tugurios de España. Surf-a-tómica estamos terminando las mezclas de nuestro tercer disco. Aquí sí te digo que veo bastante complicado que pueda seguir tocando, ya que un grupo afincado en Málaga, yo en Madrid y tal… Cuando lo terminemos, tomaremos decisiones. A mí me gustaría presentarlo en condiciones y hacer una despedida guapa.

¿Y en cuanto a trabajos en tu estudio? ¿Alguno reciente que recomendar?

Está por salir el disco nuevo de Durango 14 que la verdad es que está muy, muy guay. En enero Miguel Le Voyeur entra a grabar parte de su nuevo artefacto, que tiene muy buena pinta. Y que esté ya editado os recomiendo encarecidamente el primer EP de Matanzzo. Jorge y Fernando de Trono De Sangre se han unido a David al bajo para hacer una mezcla entre At The Drive-In y rock setentero chulísima.

La presentación de “En El Camino Está La Perla” está prevista para el 17 de diciembre en la sala Wurlitzer de Madrid. ¿Qué podemos esperar del evento? ¿Habrá más conciertos por el resto de la península?

Pues, de entrada, el también estreno de Matanzzo. Mira tú (risas). Nosotros tocaremos el disco íntegro y además tenemos unas cuantas sorpresas preparadas. ¡Va a ser un fiestote! Estamos terminando de configurar la banda para poder salir a tocar el disco ¡Esperemos que sí!


Fotos: Esther Galván y Conrado Martín.
  


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