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 Chelsea Wolfe

CRÓNICA

Chelsea Wolfe + Russian Circles
Chelsea Wolfe, Russian Circles
19 de Octubre de 2013 por Jolocho Sala Shoko, Madrid 1222 lecturas

Jamás había estado en Shoko, sitio que tenía más como discoteca que como sala de conciertos. El escenario tenía una estructura semicircular y una altura de unos diez metros: increíble. No hay nada más romántico y bonito que unos techos altos. El sonido fue más que bueno en las primeras diez filas, pero parece ser que más atrás de la décima fila todo era una bola de sonido.

Y ahora es cuando empiezo a hablar de Chelsea Wolfe.

Teatralidad al volante, nuestra querida cantautora aparece. Recia, imponente, con una presencia aplastante. Comedida en sus gestos, con un cuidado rayano en la esquizofrenia: tal era la delicadeza que ponía en su gestualidad. Apareció enlutada, con un translúcido chal blanco, con los brazos en alto. Ante ella, dos micrófonos: uno abierto en un canal más o menos limpio, y el segundo cargado con reverberaciones fantasmagóricas. Un bateria, un bajista/teclista y un guitarra fueron su acompañamiento. Es curioso, porque la banda en directo funciona casi como un grupo de post-rock: mucho mimo en las subidas de intensidad, en bajarlas y, sobretodo, en mantenerlas a flote.

Abrió la noche con dos temas de su nuevo disco, la impactante "Feral love" y sus sintetizadores del dolor y "Ancestors, the Ancients".  Todos los nuevos temas cumplen la premisa que da nombre al disco "Pain is beauty": en ellos, conviven los demonios personales de la compositora con el goce estético de su voz. De hecho, la melodía vocal del segundo tema me persigue todavía. No pude ni he podido recuperarme del impacto de su estribillo en mi pecho. Los ojos se me siguen anegando con lágrimas cada vez que escucho la canción. En realidad, pude morir de Stendhal tres veces durante el concierto, y ésta fue la primera ocasión de hacerlo. Acabado el tema, cogió su guitarra: suena "We hit a wall". Esa mujer nos estaba lanzando su tristeza a la cara y yo, yo no sabía cómo reaccionar. Cabeceé siguiendo la base rítmica por pura inseguridad. No sabía qué hacer, y me sentí muy vulnerable sintiendo emociones tan íntimas delante de demasiada gente. Fans de Lana del Rey... ¿sabéis que "We hit a wall" existe? Más de uno se sorprendería: la misma elegancia, la misma tirsteza acusada, pero con más tonos menores.

El juego de luces siempre acompañando a la sección rítmica. Con tonos fríos: entre azules y blancos. Tras "We hit a wall", llegó el turno de recuperar temas de "Apokalypsis", como el famoso "Mer" y "Tracks (Tall Bodies)". Dos temas más calmados, con menos arreglos de cuerda, más acústicos y asfixiantes (el segundo llega a tocar sensibilidades cercanas al doom)... en definitiva, más de lounge bar. Y entonces sonó "Reins", otro tema del nuevo disco. Se trata de uno de los momentos CLAVE en la escucha de "Pain is beauty", y también lo fue del directo. El tema empieza con un registro vocal casi fantasmal, acompañado de percusión y guitarra en canal limpio. Muy íntimo todo. Hasta que tiene lugar el parón. Empiezo a mover la cabeza, ya no por nervios: sino porque sé lo que se me viene encima. ¿De dónde viene esa voz tan etérea? ¿Quién eres, Chelsea Wolfe? ¿La hija bastarda de Enya? Declaro éste como el segundo momento en el que aquejé síntomas de Stendhal. Recuerdo al bajista haciendo los coros a tres metros del micrófono de ella. Con los ojos cerrados con fuerza, disfrutando (sin duda fue la pieza de la banda que más vivió el concierto). Pero le oíamos, y pareciera que la falta de amplificación se supliera con una voz venida directamente de su corazón. Y que por ende, habíamos de oir por encima de cualquier otra. Ella rompió su estatismo tras el mentado parón del tema: sus manos rodearon su cabeza, como si sujetara unos aurituclares invisibles. Su testa oscilaba de un lado a otro, como la niña que canta para ahuyentar aquello que teme. Sobrecogedor. Tuve que cerrar los ojos, y dejarme llevar...

Un respiro: la recogida "House of metal", con su melodía principal tocada con glockenspiel. Fue la única vez que oí al público intervenir durante los temas, y fue en forma de melodía silbada. No estuvo muy fuera de lugar, ni afeó la experiencia. Su segundo momento Lana del Rey, y me remito a las cualidades antes enumeradas. Apenas me había recuperado de "Reins", cuando aconteció el que es mi momento favorito del disco: "Sick". Me invade un ataque de solemnidad cada vez que oigo esos regios sintetizadores abrir el tema. Yo creo que nos pasó un poco a todos los asistentes. Abrimos nuestros corazones al tema más introspectivo del nuevo disco. Hubo un momento que se me ha quedado grabado a fuego en la memoria: hacia la mitad del tema, sólo su voz y un tenue sintetizador sostienen la emoción del mismo. De pronto, desapareció la cantante. Recuerdo a todo el público de puntillas, buscándola. Allí estaba ella. De rodillas, con una mano en la cara, cantó el resto del tema. Exhibiendo su dolor. Éste fue el Stendhal que casi me deja en el sitio. El tercero y el más poderoso.

Cambio escenográfico. Su chal blanco es dejado caer al suelo. Las luces se tornan rojas: es hora de su repertorio más ruidoso, más triposo, más insinuante. Más sexy. Ésto parece el último disco de David Lynch. Y la banda parece mutar en algo más cercano al noise rock. "Kings" inicia esta nueva etapa del concierto. La banda, ahora sí, está completamente entregada a la ejecución de los temas. El protagonismo se ha democratizado. Otro retorno a "Apokalypsis": "Demons", que suena más rockera que que nunca. El Stendhal ha dado paso a que se me esté yendo la cabeza con esta mezcla de sensualidad y ritmo. "Moses" será la única referencia a su primer disco, que no me entusiasma en exceso. Este último segmento de concierto ve su fin con "Pale on pale", que no puede sonar más a alcohol, doom, mala vida y soledad. Como coda, disfrutamos de algo que sólo hace la gente con clase: una versión de Rudumentary Peni, "Echo". Tras los aplausos, ella salió con su acústica para brindarnos "Lone". No me preguntéis: yo ya llevaba tres canciones con mi límite de disfrute rebosado. No cabía más éxtasis, sinceramente.

No soy gran apasionado de Russian Circles. Tampoco les veo excesivo parecido con la banda que les teloneaba. Es una banda que en cuanto a estructuras podríamos hablar de post-rock, pero que en cuanto a lenguaje y ejecución se acerca más a ese terreno pantanoso que es el post-metal. Y para el post-metal soy tan exquisito que siempre acabo ofendiendo a alguien. Decir que su batería, Dave Turncratz, hizo un show del demonio. Pero del demonio. Creo que todo el mundo parecía haber ido a verle a él más que a la banda. Todos son muy técnicos, qué duda cabe. Pero tengo la sensación de que el bajo y la guitarra pasan bastante desapercibidos. No me agradan en exceso que las transiciones entre secciones en un mismo tema se solucionen con un golpe de bombo que te atraviese la tráquea. Pero, afortunadamente para sus fans, yo fui el raro. La gente se volcó con la banda, coreando casi todos los temas: y hay que resaltar que ésto tiene bastante mérito para una banda instrumental. Su directo es puro músculo, y sin duda fue una forma agradable para acabar la noche. Una pena que al final no pudieran tocar el tema que tienen con Chelsea Wolfe en su nuevo disco, "Memorial". Pero verdadera pena.


Fotografía: Dara Flux

COMENTARIOS

4 Comentarios

  • #4
    USER_AVATARel 26 de Octubre de 2013
    Jolocho
    Ya estabas perdonado antes de que pensaras de que me podías haber molestado :_____
  • #3
    USER_AVATARel 25 de Octubre de 2013
    Jelowin
    EH EH, que estoy de acuerdo en la mayoría de cosas que dices y me alegra que incidas más en Chelsea, pero los Russian también molaron mucho, aunque un sonido mucho mejor les habría venido de perlas.
  • #2
    USER_AVATARel 25 de Octubre de 2013
    Jolocho
    Jajajaja a eso yo lo llamo traición, mi querido Jelo.
  • #1
    USER_AVATARel 25 de Octubre de 2013
    Jelowin
    Casi lloro. Muy bonico todo. Pero tu eres el raro allá donde vayas, así que no vale


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