CRÓNICA

Presentación del Festival Villamanuela
Gallon Drunk, ZZZ's
09 de Mayo de 2014 por OttoBislevic Sala Almo2Bar, Barcelona 1817 lecturas

El pasado viernes tuvo lugar la presentación del Festival Villamanuela en la sala Almo2Bar de Barcelona. El tour, tras pasar por Madrid y antes de aterrizar en Donosti, contaba con dos bandas internacionales como son las japonesas ZZZ’s y, sobre todo, los ingleses Gallon Drunk. El cartel lo completaban otros dos grupos locales, diferentes en cada ciudad. En este caso, en Barcelona los invitados fueron Celestial Bums y Sangre (no confundir con la banda madrileña que lleva el mismo nombre).

ZZZ’s

Turno de las ZZZ’s. Sin darte cuenta tres elegantes y menudas japonesas ocupan el escenario con unos instrumentos que, a su lado, parecen gigantes, y una con pinta de no ser capaces de romper un plato. Conectan el equipo, empieza el concierto y… zasca, directo al mentón. Qué sonido, qué pegada, qué actitud. Lo de estas señoritas es otra cosa, otro estilo, otra liga, otro deporte. No sales de la tierra del Sol naciente y tocas por el mundo si no haces las cosas así de bien. En todos los aspectos tiendes a pensar indudablemente en Nisennenmondai, pero las ZZZ’s se ganan a pulso su propio nombre y prestigio. Son un power trío que hace una especie de noise, sincopado, experimental, sucio, psicodélico, machacón y muy potente. Banda que tiene ya dos EP’s en el mercado, “Prescription” de 2012 y “Magnetica” de 2013, y que viene avalada por gente del otro lado del charco, incluso han girado por EUA. ¿Al escucharlo te viene a la cabeza Sonic Youth? No en vano Thurston Moore quedó prendado de estas chicas.  Crean canciones que sacan al oyente de su zona de confort, de lo que uno espera oír, mezclando gritos y aullidos con ritmos imposibles, con una baterista de larga melena lacia que sacudía sin parar, exprimiendo sonidos y ritmos tribales en muchos momentos, un sonido de bajo vibrante y una frontwoman asombrosa. De estas tres chicas salían ritmos que parecían invocar espíritus y te hacían danzar, no bailar, danzar como si estuviésemos en una tribu perdida expulsando nuestros diablos. No es la primera vez que visitan la ciudad y espero que sigan haciéndolo. Aunque también tuvieron algún problema de sonido, cuando ofreces un show así de sincero la gente lo reconoce y te recompensa. Abrumador e intenso. La audiencia lo notó. Una grata sorpresa.

Gallon Drunk

Sobre la hora de las brujas llegó el momento deseado. Pantalones pitillo, botines, camisas y sus correspondientes americanas, all in black: Gallon Drunk está aquí. Con más canas, no son unos mozos, estos tipos que cuentan con más de 8 discos a sus espaldas y más de 20 años sobre los escenarios (su debut con “You, the Night... and the Music” es de 1992), llegaban a Barcelona para demostrar que están muy vivos y en plena forma tras su último álbum “The Soul Of The Hour” de 2014.

Esta vez los disfrutamos sin Terry Edwards, que usualmente se encarga de los teclados y vientos. En formato trío, actuaron James Johnston, sempiterno y absoluto líder y frontman a las voces, guitarra, harmónica y teclados, el carismático Ian White a las baquetas (una foto suya sentado basta para ilustrar la portada del álbum “The road gets darker from here” de 2012) y el substituto del fallecido Simon Wring, el bajista Leo Kurunis.

Si bien en sus primeros discos esta banda británica mezclaba estilos como el rockabilly o la vertiente más oscura del rhythm and blues y del blues, con pianos, guitarras, vientos y melodías más nítidas, en este último disco –el tercero de la trilogía tras el parón de 2002 y el segundo con su actual sello y tras la muerte de Wring- la cosa cambia ligeramente. Imagino, mucho tiene que ver la cantidad de proyectos que han ocupado el tiempo de varios de sus miembros. James Johnston colaboró con Nick Cave (siendo miembro de los Bad Seeds unos años), Faust o Lydia Lunch y, entre otras actividades, junto a White y la propia Lydia Lunch crearon esa maravilla que es Big Sexy Noise (¿algún nombre de banda describe mejor su propia música?). Si a estas nuevas experiencias le unimos el grandioso trabajo de producción de Johan Scherer y del sello Clouds Hill de Hamburgo (¿serán los aires de Hamburgo? Recuerden que allí también se hicieron grandes The Beatles), entonces el resultado es la gozada de larga duración que presentaban. Las composiciones viran ligeramente de rumbo, se alargan, se recrudecen, con fases instrumentales y furiosas, contundentes, consiguiendo un disco que representa a la perfección la intensidad de sonido que pudimos disfrutar en directo. Distorsiones y fuzz a tope, vientos salpicando aquí y allá. Bien lo describiría la letra de una de sus canciones: the air is heavy, you can cut it with a knife. Eso es lo que emiten y lo que recibimos: densidad. Un sonido primo hermano de las bandas de Nick Cave (Grinderman o Bad Seeds) y, obviamente, de Big Sexy Noise.

En esencia, centraron el concierto en sus últimos discos (la canción “Traitor’s Gate” del EP homónimo de 1995 como excepción). Empezaron sin contemplaciones y apenas hubo tregua en la hora escasa que duro el show. Un par de canciones bastaron para aumentar la temperatura de la sala y disipar dudas, si existían. Johnston desbocado desde el primer instante, con su actitud punk habitual, maltratando su guitarra (aquí el uso de cinta americana para sujetarla sí está justificado), rompiendo cuerdas, bajando a platea e interactuando con el público, alzando los brazos al cielo, desgañitándose, golpeando el teclado, con camisa desabrochada desde la tercera canción, pecho al aire, sudoroso (al pobre no le bajaron los focos aunque lo pidió por favor varias veces). Pese al movimiento y energía desbordada, ninguno de los tres componentes perdía la clase y actitud que atesoran. Así sonaron canciones como  “Before the Fire”, “Hanging On”, “Killing Time” o “The Soul of Hour”, entre otras. Y para acabar en alto, muy en alto, se marcaron un “The Speed of Fear” interminable, ruidoso, agresivo, magnífico, con Johnston entregando su guitarra a los asistentes para que la magreasen, subieran al escenario y participaran del exorcismo. A menudo, cuando veo algo así pienso que la fórmula es sencilla: junta un baterista impresionante con groove e intensidad con un bajista sobrado y potente, añade un cantante que se deja la piel, ponle toneladas de sudor, clase y actitud y ya está, el resultado es una gran banda de rocanrol ofreciendo un directo inolvidable.

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