CRÓNICA

El nuevo festival madrileño no ha podido empezar con mejor pie. Ignoramos si como pretenden sus organizadores se convertirá en el festival de refencia que necesita la capital de nuestro país, pero de momento el primer paso parece haber sido correcto. Pese a que la elección de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense ofrecía dudas en cuanto a su capacidad para albergar un acontecimiento de este calado, finalmente la apuesta se ha confirmado como muy buena. Todo lleno de césped, con un espacio central amplísimo rodeado de todos los servicios necesarios. Como además el calor no apretaba tanto como cabía esperar en plena ola de calor, nos dispusimos a disfrutar de una tarde de buena música en un ambiente de lo más juvenil.

Lamentablemente la precocísima hora de inicio del festival no me permitió ver a Toundra; sí a The Low Anthem, que cumplieron bastante con lo que su desconocido nombre me sugería: pop lo fi con algunos elementos orquestales que no pegaban mucho a esas horas. Lo de Nothink fue otra cosa; a estos tíos les da igual la hora y el calor y electrificaron el ambiente con temas de sus tres discos. Contundentes como siempre, el power trio fue el primero en levantar la pasión de los asistentes y las primeras escaramuzas en el verde. Tras ellos, en el "escenario indie" por así decirlo, The New Raemon desplegaron un concierto efectivo en el que deslumbró claramente la simpatía y el carisma de Ramón Rodríguez, alma máter del grupo y otrora líder de Madee. Entonces llegaron los problemas de última hora y All Time Low, los siguientes en salir a la palestra, se retrasaban. En su lugar tocarían ahora unos Autumn Comets a los que, la verdad, les vino grande la ocasión. Foster the People se encargarían de volver a calentar al personal para la recta final del día.

Pasaban las ocho y media de la tarde y nos preparábamos para que empezase lo bueno. Sum 41 venían con malas críticas a sus espaldas a causa de su gusto por parar las canciones a menudo para interactuar con el público, y el hecho de que dispusieran tan solo de una hora nos hacía presagiar lo peor. Al final no fue para tanto y excepto un par de momentos, el concierto fue un no parar. De su último y flamante "Screaming Bloody Murder" tan solo sonaron cuatro temas, muy bien escogidos: la inicial "Reason to believe", que bordaron para empezar el concierto; "Skumfuk", "Sick of everyone" y la que da nombre al disco. Para nuestra sorpresa el setlist se basó en temas antiguos y lo cierto es que nadie se pudo quejar. "The Hell song", "We're all to blame", "Fat lip", "Still waiting"... Un repaso a todos y cada uno de sus grandes éxitos. Para la anécdota, el arrebato metalero que les entró hacia el final con los principios de "Enter Sandman" y "Master of Puppets" de Metallica, de los que todos sabemos que son grandes fans. No fue el mejor concierto de la historia, pero más que suficiente.

Eels tenían la difícil papeleta de mantener el ritmo entre los canadienses y el plato fuerte de la noche. Y se lo tomaron en serio; un show plagado de canciones moviditas y con guitarreo que dejó al respetable más que satisfecho y preparado para el gran reclamo del festival. My Chemical Romance cumplieron con lo que se les esperaba: un setlist plagado de canciones de su último álbum que iban alternando con temas más antiguos. Con un show en las antípodas de lo que presentaba su "The Black Parade", directos y sin artificios hicieron las delicias del público en su mayoría púber que gritaba desde abajo. Para el resto fue un buen show sin más, y es que es difícil explicarse por qué, entre las siete canciones que tocaron de su último disco, no estaba "Save yourself, I'll hold them back", lo mejorcito de este úlitimo trabajo. Y eso que abriendo directamente con "Na na na" se quedaban escasos de canciones nuevas y contundentes. Eso sí, se acordaron de los fans de su genial "Three cheers for sweet revenge" y aparte de las imprescindibles "Helena" y "I'm not okay" nos regalaron "Hang 'em high" y "Give 'em Hell, kid", que lo cierto es que encajan muy bien con el concepto de su último álbum. Para acabar por la puerta grande, "Famous Last Words" y otra victoria en el bolsillo de los de Gerard Way, que como siempre bordó su papel de teen idol...

La reestructuración del horario de festejos quiso que All Time Low salieran a tocar en el escenario más pequeño y apartado un set acústico que coincidía con el show de Band of Horses. Había que elegir, y me quedé con estos últimos. Buena y sabia elección. Debo reconocer que no los había escuchado nunca, y en directo transmitieron muy buenas sensaciones pese a los gorgoritos del vocalista en el primer tema que dejaron un poco descolocados a los seguidores. Fue solo un espejismo. A ratos nos transportaban directamente a un rancho en la América profunda de los 70, otras veces nos dejaban flotar por arpegios cargados de psicodelia, en otros movían al público con alegres toques country. Demostraron por qué son uno de los grupos de referencia en el panorama indie actual.

Para el fin de fiesta, unos Lori Meyers que a día de hoy difícilmente sorprenden a nadie, muy contentos ellos con el ascenso del Granada CF a Primera División. Con su pop amable y fiestero, lo mejor llegó al final cuando les dio por subir las revoluciones y la distorsión. Dejarían paso a The Zombie Kids, que me harían debatirme entre destrozar por completo mis huesos o irme a dormir... Hasta que empezaron a sonar y me decanté por la segunda opción.

En cuanto a la organización, decir lo mejor que se puede decir: no nos acordamos ni de ellos ni de la familia de nadie durante todo el festival, y es que había baños, comida y bebida para todos. Un par de fallos de sonido y el cambio de horario de All Time Low, probablemente ajeno a su control, fueron los defectos más destacables, compensados ampliamente por las amables chicas que nos ofrecían polos de naranja y limón a cambio de nada en la carpa de Vodafone. Lástima que un servidor cayera enfermo y tuviera que faltar al segundo día de fiesta, pero si el año que viene se presenta un buen cartel, repetiré.

Fotos: dcode Festival