CRÓNICA
Nos las prometíamos muy felices cuando, en plena celebración del último
Azkena Rock Festival, allá por 2019, las pantallas del escenario principal anunciaban a
Social Distortion y
Fu Manchu como principales reclamos de la siguiente edición ante el júbilo de todos los asistentes vendiéndose miles de abonos en el propio recinto. Nadie podía llegar a imaginar que el mundo colapsaría desde entonces, temiendo por la música en directo y el futuro de este, nuestro festival favorito. Pero aquí estamos, celebrando la vuelta a la normalidad tras dos años en blanco y, como si el destino así lo hubiera querido, haciéndola coincidir con el XX aniversario del festival.

Y es que, mientras otros van cayendo por el camino o perdiendo fuerza, el
ARF ha logrado vencer a la post-pandemia acercándose a su récord de asistencia (de 2011) con 48.000 personas y consolidando a Vitoria-Gasteiz como la capital del
rock por unos días. Desde los habituales conciertos en la Virgen Blanca, hasta su propio paseo de la fama donde en una de sus céntricas calles brillaban estrellas doradas con algunos de los nombres que han pasado por el festival, como
Sex Pistols,
KISS,
Tool o
Pearl Jam. Pequeños detalles que vuelcan a la ciudad en torno al festival y que no encuentras en ningún otro.
Dentro del recinto, y contra todo pronóstico debido a la crisis actual en el sector, las mejoras también fueron palpables. La entrada y ambientación está cada año más lograda, con autos de choque y un
Wall Of Death motorizado esta vez, el sistema de pago mediante pulsera funcionó mejor de lo esperado, los baños te los encontrabas absolutamente limpios a cualquier hora del día y el buen rollo del personal de barra era algo que incluso llamaba la atención. Y es que, aunque parezca una tontería, siempre sabe mejor una cerveza cuando te la sirven con una sonrisa. Supongo que la facilidad del sistema
Cashless habrá tenido algo que ver. La única pega la pusieron los precios, que pese a ser el sustento principal de todo festival, se fueron un poco de madre.
JUEVES 16 El hecho de recuperar la jornada del jueves y regresar al tradicional formato de tres días hizo que el festival volviese a ser lo que siempre fue, aunque muchos de los curritos de a pie tuviéramos que hacer malabares para ver, al menos, lo más gordo del día. El precio a pagar fue perderse a
Morgan Wade, una de las artistas más interesantes de la nueva ola
country americana, y (nuestros)
Morgan entre otros. La banda liderada por
Nina ya hizo lo propio en la última edición de 2019, pero a pesar de encontrarse en el mejor momento de su carrera -abriendo para
Fito en los recintos más grandes del país y con el plus de
David (
Berri Txarrak,
Cobra) a las cuatro cuerdas- su actuación no debió llegar tanto al público como en aquella ocasión. Eso es lo que, a posteriori, se escuchaba por el recinto.

Así, tras lograr aparcar las obligaciones laborales y acceder al recinto a contrarreloj para conseguir llegar a
The Offspring a tiempo, la explanada central de
Mendizabala mostraba ya el mejor aspecto de todo el fin de semana y -según la organización- la mayor cifra de público de un jueves en toda la historia del festival. Seamos sinceros, la banda californiana no está en su mejor momento y tampoco es el cabeza de cartel que te esperas en un festival así, pero su
target de público sigue siendo mucho más amplio que el de cualquier otro artista clásico que haya pisado este recinto. Lo mismo sucede con su directo. Si esperas llevarte algo para el recuerdo seguramente acabarás defraudado, pero si lo único que pides es diversión la fiesta está asegurada. Por suerte, el público llevó la lección aprendida de casa y apostó por lo segundo.
Poco tardamos en comprobar que el sonido iba a ser justito y que la voz de
Dexter da para lo que da actualmente. Pero al mismo tiempo, para cuando lo hicimos, ya habíamos saltado y coreado los estribillos de "Staring At The Sun", "Come Out And Play" y "Want You Bad" del tirón, toda una demostración del catálogo de
hits que fue acumulando esta gente en los noventa y dosmiles. El contrapunto llegó con los nuevos temas de
"Let The Bad Times Roll", como "The Opioid Diaries" o "Behind Your Walls", que si bien desentonaron mucho menos de lo esperado, nada tienen que hacer contra la jarana de "Original Prankster", "Bad Habit" e incluso "Hammerhead", quizá el último gran tema de
The Offspring rescatado de
"Rise And Fall, Rage And Grace". Para el colofón final aún quedaba una traca de clásicos a prueba de bombas (y de valientes), y es que por muy pachangueros que parezcan algunos de ellos ¿quién no ha bailado nunca al ritmo de "Why Don´t You Get A Job?", "Pretty Fly (For A White Guy)", "The Kids Aren´t Alright" o "Self Esteem"?

Casi sin dar tiempo para comentar la jugada comenzaba a sonar el mítico
riff que da entrada a "Hell On Wheels" en el segundo escenario. Tras haber pasado por la historia del festival lo más selecto de la escena
stoner -todos los proyectos que surgieron de la familia
Kyuss pisaron
Mendizabala alguna vez- era el turno de que otra banda fundamental del género como
Fu Manchu hicieran lo propio después de ser mantenidos en el cartel desde el diseño inicial. Con el repertorio de su 30 aniversario aún caliente, el cuarteto se dedicó a despachar canciones de todas sus épocas, a engrasar pasajes pastosos como los de "Laserbl´ast!", "Godzilla" o "Saturn III" con otros un poco más ligeros a lo "Evil Eye", "King Of The Road" o "California Crossing" (siempre me ha gustado más esta faceta de la banda, y más en un día tan ajetreado como el de hoy) y, en definitiva, quitarnos la espinita que llevábamos clavada desde aquella noche de 2019.
Otros que seguían celebrando aniversario, 40 en su caso, eran
The Toy Dolls, quienes lo dejaron claro antes de arrancar su festiva y desenfadada visión del
punk-rock con su propia versión del cumpleaños feliz. Nunca he comulgado demasiado con la propuesta de
"Olga" y los suyos, pero es la típica banda que siempre funciona bien a altas horas de la madrugada y en casi todos los ambientes. Ambas variantes jugaban a su favor en la noche de hoy, incluso la temperatura, por lo que la pista central del escenario
God se contagió de todos sus
tics habituales -reparto de gafas de colores, bailes a una pierna y su tradicional botella hinchable disparando serpentina- para apurar este jueves laboral al ritmo de himnos como "Nellie The Elephant", "Alec´s Gone" o "Harry Cross (A Tribute To Edna)".
VIERNES 17 
La segunda jornada arrancó igual que la del propio jueves para un servidor, campeando la histórica ola de calor en el trabajo en vez de en el recinto, lamentándome por no poder ver a ciertas bandas por la tarde -sobre todo a
Jerry Cantrell y su
set de temas propios y de
Alice In Chains junto al mismísimo
Greg Puciato a las voces, que dicen que clavó- y apretando la marcha todo lo posible para disfrutar del concierto de
The Afghan Whigs casi al completo. El único pero que se le pudo achacar a su actuación es que acabara como veinte minutos antes de lo anunciado sin conocer el motivo, puesto que el resto fue sencillamente perfecto. El sonido, la inmaculada voz de
Greg Dulli y temas como "Matamoros", "What Jail Is Like", "My Enemy" o el homenaje a
Mark Lanegan en "Methamphetamine Blues" -curiosamente, en el escenario dedicado a su nombre- se aliaron para que el
fan acabara encantado y el resto dispuesto a iniciarse con ellos. De nada sirvió que los primeros pidieran un
bis que nunca llegaría.

Ante estos minutos extra nos encaminamos hacia el escenario
Respect para sudar de cerca con
Soziedad Alkoholika. Mucho se ha hablado de lo poco que pegan en un
Azkena Rock y de la ausencia de un solape para quien quisiera disfrutar de un estilo diferente (esto aún lo puedo llegar a entender), pero poco del legado que ha dejado la mayor banda de
metal/
hardcore en la historia de este país. Ni que fuera por simple estadística, lo extraño es que no lo hubieran hecho ya en alguno de estos veinte años siendo de la ciudad, como insinuara el propio
Juan en el escaso resquicio que dejó un nivel de decibelios inaudito. No faltó su producción actual llena de cañones de humo y llamaradas, y mucho menos una batería de clásicos -y no tan clásicos- en la que destacaron "Ratas", "Piedra contra tijera", "Cuando nada vale nada" o "Nos vimos en Berlín".
"Tampoco hemos desentonao tanto, ¿no?" Para nada, hombre, que siempre existan este tipo de polémicas si es el precio a pagar.

Los verdaderos cabezas de cartel en esta edición no eran otros que
Social Distortion, una de esas bandas que sí generan consenso entre todo el público del festival y que, tras tantos años sin pisar España, se esperaba con muchas ganas. Lo cierto es que siempre se respira cierta incertidumbre respecto al estado de ánimo con el que se plante
Mike Ness, un tío peculiar capaz de alternar noches aciagas con otras memorables, así como de un repertorio extraño que no duda en dejar fuera uno de sus mejores temas ("Reach For The Sky") e infravalorar nuestro disco favorito (
"White Light, White Heat, White Trash") a cambio de incluir versiones, rarezas e incluso dos o tres temas aún sin publicar. Hoy tampoco faltó nada de eso, con un "Wicked Game" de
Chris Isaak algo innecesario o las inéditas "Tonight" y "Born To Kill", pero mirándolo por el lado positivo (y el objetivo, ¡qué demonios!) fue el mejor concierto que
Social Distortion puede darnos ahora mismo. Al sonido no se le pudo poner ninguna pega, el resto del repertorio incluyó momentos realmente espectaculares en sus casi 90 minutos -clásicos como "So Far Away", "Prison Bound", "Don´t Drag Me Down", "Dear Lover" y "Story Of My Life" se sucedían junto a himnos modernos a lo "California (Hustle And Flow)" y alguna que otra sorpresa inesperada como "Gotta Know The Rules"- y un motivadísimo
Mike bromeaba con la fecha de salida de su nuevo disco ante el fervor popular. Casi nada.

El caramelito que casi siempre regala el festival al sector más moderno y potente aprovechando su paso por
Hellfest, como ya hicieran con
Glassjaw y
Phil Anselmo en la última edición, fue
Life Of Agony este año. Tenía ganas de ver a los neoyorkinos por primera vez, y especial curiosidad por ver cómo se desenvuelve la "nueva" voz de
Mina Caputo en los temas de su gloriosa primera etapa, esa que como viene siendo habitual últimamente ocupó el grueso del repertorio con un
"River Runs Red" omnipresente. Lejos de parecer una extraña versión de sí mismos se mostraron igual de contundentes y personales que en los noventa, y la energía de la banda al atacar temas como "Respect", "Underground" o "My Eyes", con una
frontwoman pletórica, contagió a todo aquél que vino a apurar la última gota de gasolina.
SÁBADO 18 
Por fin se me presentaba una jornada completa por delante, marcada, eso sí, por una amenaza de tormentas que llegó en el concierto de
DeWolff para regar intermitentemente hasta mediada la tarde. A decir verdad no fue para tanto, era tal el calor que te mojabas y secabas en un par de minutos, aunque el inicio de los neerlandeses vio peligrar cuando la lona de la pobre
Rachel Nagy -homenajeada en la torre izquierda del escenario
Respect- comenzó a venirse abajo por el viento obligando a acordonar por un momento la zona. Afortunadamente, todo quedaría en simple anécdota cuando a los pocos minutos banda y público ya se habían fundido en uno gracias al distinguido
blues-rock setentero de "Live Like You" o "Tired Of Loving You", su sentido del humor y un desparpajo fuera de lo común. ¡Si hasta el traje coloreado del pipa derrochaba carisma!

El solape entre
Israel Nash y
Vulk sirvió para repartir minutos (algo que no me suele gustar demasiado) por primera vez en todo el fin de semana y desvirgarme en el escenario
Love, dedicado a la memoria de
Neal Casal y
Sylvain Sylvain (
New York Dolls). Mientras el primero demostró clase pero poco ritmo en sus primeros compases con una elegante mezcla de
folk-rock y
americana, los segundos dieron el chute de energía que quizá algunos necesitábamos. Mucha inercia del sonido
IDLES y un nuevo disco bajo el brazo (
"Vulk Ez Da") que está irrumpiendo en la escena
post-punk nacional a ritmo endiablado.

La jornada del sábado será recordada por reunir a tres de las mujeres más importantes en la historia del
rock. Por un lado
Emmylou Harris, una auténtica leyenda del
country americano que pese a su inmenso legado (tiene más de media docena de
Grammys en sus 75 años de vida, sin ir más lejos) tan solo convenció a los más incondicionales. Quizá ni el contexto, ni el lugar, donde se escuchaba más la conversación de la gente que su propia voz, eran los más adecuados. Todo lo contrario que
Patti Smith. Su confirmación como artista principal también fue cuestionada por ciertos sectores, algo que se encargó de disipar con un concierto de los que hacen historia. Emocionada hasta el punto de no contener las lágrimas al ver la estampa que tenía delante, su actuación estuvo plagada de momentos de pasión, alegría y comunión. De esos que quedan grabados en las retinas y volverán a ser recordados continuamente tan solo por su magia. Desde los homenajes a
Paul McCartney en "Helter Skelter" y los
Stooges en "I Wanna Be Your Dog" (esta vez sin
Patti) hasta el histórico "People Have The Power" con la propia
Emmylou en clave de hermandad y poder femenino, pasando por un desatado "Free Money" que marcaría un antes y después para acabar de hechizar el recinto con "Because The Night", "Pissing In A River" y "Gloria". En unos años todos diremos aquello de
"yo estuve allí".

La ilusión de volver a terrenos distorsionados y disfrutarlos en su máximo esplendor se desvaneció al poco de comenzar
Black Mountain, con un sonido que en ningún momento hizo justicia a su envolvente mezcla de
rock psicodélico y
riffs sabbathianos.
Pero es que tampoco ayudó una puesta en escena bastante estática. La última esperanza quedaba en el repertorio, equilibrado y con temas mayúsculos como "Stormy High" o "Wucan", y ni aún así conseguí meterme de lleno en el concierto y volar como sí hago en su versión de estudio. Una pena.

La tercera mujer en discordia fue la primera en convertirse en estrella mundial portando un bajo.
Suzi Quatro puede presumir de eso y de mucho más, como haber tocado en el histórico
Royal Albert Hall londinense recientemente o tener su propio documental. Todo eso se plasmó en una actuación que a pesar de contar con sus mayores
hits, como el inicial "The Wild One", "Can The Can" o el
cover de "Rockin´ In The Free World" (¿la canción más tocada en la historia del festival?) acabó convirtiéndose en una especie de verbena
rock americana donde los solos, las presentaciones y las coreografías de sus bailarinas lo ocuparon todo. Llegó a un punto en que se me hizo bola todo esto, aunque a juzgar por la diversión del público quien estaba fuera de lugar igual era yo.

Allá donde el
glam conoció el espíritu irreverente del
punk y la energía del
hard-rock estará siempre
Michael Monroe. Aún con la estética de otra señora mayor, el artista finlandés fue lo que muchos de nosotros necesitábamos a estas horas del día y tras un
line-up tan sofisticado. Tan solo hicieron falta "One Man Gang", la recién publicada "I Live Too Fast To Die Young" y "Last Train To Tokyo" para que el público, congregado en masa en el segundo escenario, diera todo lo que no pudo en muchos tramos del día intentando seguir su trepidante ritmo. No nos lo puso fácil, pero mucho menos al técnico encargado de desenroscar los cables cuando subía, bajaba, trepaba cualquier cosa que estuviera a su paso o descendía al foso sin aviso alguno (subida de sueldo para este señor si lo hace cada noche, por favor). Junto a sus propios éxitos tampoco faltó alguno de
Hanoi Rocks ("Malibu Beach Nightmare", "Oriental Beat") y
Demolition 23 ("Nothing´s Alright", "Hammersmith Palais"), así como los típicos covers de
Nazareth y la
Creedence, dejándonos una sensación inmejorable para acabar uno de los fines de semana más especiales del año. Mucha de la gente que dejaba atrás la puerta de
Mendizabala ya hablaba de la próxima vez que volverá a cruzarla, justo dentro de 362 días. Por algo será.

Fotos: Paco Poyato, Oscar L. Tejeda, Jordi Vidal (Azkena Rock Festival)