CRÓNICA

Con las entradas de pista agotadas y las gradas a rebosar, unos electrizantes Avenged Sevenfold se dejaron caer por tierras madrileñas y, por si acaso añoraban su California natal, la tarde se presentó calurosa; no sólo por las altas temperaturas, sino por la masiva afluencia de gente al evento. La cola (ocupada en su mayoría por las nuevas generaciones del metal) era tal que privó a mucha gente de ver los primeros temas de Vita Imana, los únicos invitados de la noche, incluso saliendo éstos con un poco de retraso. Un retraso que se permitieron, sobre todo, por la cancelación de Sevendust hace semanas. Parece que nunca se darán una vuelta por la piel de toro. Una pena.

El equipo de casa lo tuvo difícil, porque el sonido era bastante malo y las luces iban a la zaga, pero estos chicos madrileños pusieron toda la carne en el asador. Estoy seguro de que su interesante propuesta tribal (en el escenario aparecen multitud de darbukas, djembes, etc) no pasó desapercibida. Tras su fichaje por Kaiowas Records y con un disco a punto de entrar en el horno, la banda estuvo presentando algunos temas de su nuevo “Romper con todo”, aperitivo del disco que están a punto de grabar. Precisamente fueron ese tema, junto con “Corpus”, las principales atracciones de una banda que podremos disfrutar en el próximo Resurrection Fest, esperemos, en mejores condiciones.

Tras una tensa espera, con los más jóvenes gritando y algunas chicas circulando por el foso en brazos de fornidos miembros de seguridad, Avenged Sevenfold salieron a escena. Los gritos se adueñaron del Palacio de Vistalegre, atenuando el sonido de la poderosa “Nightmare”, carta de presentación de la banda y de su último álbum. Seguidamente llegarían “Critical Acclaim” y “Welcome to the Family”, aún con un sonido un tanto inestable y con el gentío a punto de asaltar un foso que cedía por momentos ante los empujones y las pancartas de amor. Todo esto, regado con un buen puñado de pirotecnia, chorros de fuego y con la banda tocando frente a las puertas de un cementerio en la bruma, demostraba que este grupo no es uno más y que puede ser algo al alcance de muy pocos. No fue uno de los mejores conciertos que recuerdo ni mucho menos. Con una actitud muy profesional, sí, pero se echó en falta algo de víscera por parte de la banda. En cualquier caso, estos cinco chavales recuerdan a las viejas estrellas del rock o del glam, algo que no veía desde hacía mucho tiempo.

Disfrutando de una cierta mejora en el sonido, con un bajo un tanto apagado y unas guitarras con más garra, “Almost Easy” y “Buried Alive” calmaron algo al público, momento que aprovechó M. Shadows (un pedazo de frontman como la copa de un pino, inquieto en todo momento y muy participativo con los fans) para dedicar unas palabras al fallecido The Rev y así embarcarse en “So Far Away” y posteriormente, “After Life”, casualmente. Una muestra más de que la falta de su batería original (Arin Ilejay le suplió con soltura) no ha mermado sus fuerzas. “God Hates Us”, “A Little Piece Of Heaven” y por fin, “Bat Country” (único tema de “City Of Evil” que tocaron esa noche) sonaron bastante mejor. Una pena, porque aunque sus últimos discos no son malos y pese a que es normal que olviden sus inicios (que exigían más de la voz de M. Shadows), que el grueso del repertorio girara en torno a los dos últimos discos se me hizo algo pesado, sobre todo con el final, tras un segundo bis. Aunque previamente se marcaran “Unholy Confessions”, “Save Me” resultó ser un tema demasiado largo y épico para que yo disfrutara del final del concierto.

En cualquier caso, lo que quedó claro es por qué esta banda ha sido número uno en su país y genera tanta expectación: son estrellas del rock y simplemente vinieron a demostrarlo. No sé por qué me da que repetirán.



Fotos: Javier Jimenez