CRÓNICA

Si algo tienen en común los estereotipos es que al pasar de la generalización a los casos concretos, todos se destapan como descaradamente imprecisos. La noche que Caspian pisaron Málaga en su generosa (por la cantidad de fechas en nuestro país) gira europea derribó muchos mitos sobre el post-rock. Si alguien pensaba que los recitales de estas bandas son aburridos, fríos y con pocos momentos interesantes, tendrá que revisar sus creencias. El traslado al directo de estas preciosistas piezas instrumentales de corte intimista suele convertirlas en poderosas demostraciones de intensidad y dinamismo, cosa que los de Boston se encargaron de dejar claro: el post-rock es un género de directo. Únicamente en una sala cerrada con el volumen a tope y los músicos entregados es donde esa necesaria sensación de la música envolviendo tu cuerpo, sumergiéndolo en sonido hasta que flota, se hace real.

Pero empecemos por el principio, porque el aperitivo de la noche iba a ser más goloso de lo esperado. Los desconocidos austríacos de Lehnen (aunque dos de ellos son estadounidenses afincados en Viena) salieron al escenario con poco público todavía en la sala pero ganas de dejar buenas sensaciones. El cuarteto empezó muy guitarrero, desplegando un estilo directo que bebe del sludge atmosfético y que tiene en la distorsión y la contundencia su mayor baza. Alternaban temas instrumentales con otros en los que el pelado Joel Boyd cantaba con un estilo que recordaba a los últimos Cave In o Junius, todos eso sí con buena pegada. Nada de crescendos ni arpegios delicados: Lehnen salieron a electrizar el ambiente a base de riffs gordos y una base rítmica que se aceleraba a menudo. Y cumplieron con la misión aunque justo cuando pensábamos que terminarían su concierto con un último despliegue de fuerza cerraron con la canción más melódica del setlist.

No es que fuera un inconveniente de cara al plato fuerte. Con una sala ya bastante más llena, los cinco componentes de Caspian (con la triste ausencia del fallecido bajista Chris Friedrich) se metieron al público en el bolsillo ya con su apertura, una "Fire Made Flesh" que cierra su último disco y que funciona realmente bien para empezar. Resumió perfectamente lo que fue el resto del concierto: en directo, con tres guitarristas dejándose la piel, sus canciones adquieren un cuerpo gigantesco. Las texturas y atmósferas que gobiernan sus discos se tornan muralla sónica impenetrable cuando los muchachos dejan que les posea la distorsión, y lo mejor es que el monstruo tiene sentimientos: los agudos matices originados en la guitarra de Philip Jamieson le dan ese punto de fragilidad que pese a todo sigue caracterizando el discurso sonoro del grupo.

El setlist fue un regalo para todo fan de la banda. Pasó por todas les etapas de un grupo que ya lleva diez años en la carretera, tres álbumes y dos EPs, lo que les convierte en unos veteranos de este joven género. Desde sus inicios claramente influenciados por Explosions in the Sky hasta los devaneos electrónicos de su última y más personal obra "Waking Season" pasando por la madurez metalizada de "Tertia", en la hora y cuarto que estuvieron sobre el escenario hubo tiempo para todo. Sobre todo para entender que se han ganado introducir su nombre en cualquier antología post-rockera que se precie. Porque grupos de su pelaje hay muchos, pero pocos tienen temas capaces de resonar como "ASA", "Further Up" o "Malacoda". Difícil no quedar atrapado dentro de unos temas que te envuelven, te abrazan, y te arrastran hacia su terreno como canto de sirenas. El final de "Sycamore", la joya de la corona que construye poquito a poco una melodía de ascendencia divina, con cuatro de los músicos aporrenado tambores en una suerte de ritual catártico, fue el remate a un concierto que nunca dejó de dar lo que prometía: un billete para volar sin alas, un viaje en el que no tanto importa el destino como el trayecto.

Fotos: VicFotoPro
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