CRÓNICA
Programar una gira en tiempos de pandemia es tarea realmente complicada. Titánica si la encuadramos en una segunda ola marcada por los toques de queda, los confinamientos masivos o las limitaciones que la hostelería y cultura están sufriendo por culpa de la negligencia general. Pese a ello, aún existe un pequeño reducto de promotoras, salas de conciertos y bandas que resisten con uñas y dientes y hacen todo lo posible porque este negocio no se hunda más de lo que ha hecho ya.

Es el caso de
Cobra y la mini-gira de presentación de su último retoño,
"Fyre", un disco nacido en pleno apocalipsis y que no ha podido ser mostrado hasta ahora. Seguramente lo haga a todas luces cuando todo esto pase, si es que lo hace algún día, pero las primeras fechas de este
tour (las de Madrid y Valencia aún están por llegar) suponían todo un desafío para el cuarteto. Y no por la acogida de su nuevo trabajo, buenísima tanto por prensa como por público y traducida en dos
sold-out aunque esto sea ahora un baremo ciertamente engañoso, sino por el cambio cultural que plantea un concierto de estas características en la ya famosa y denominada "nueva normalidad".

Mascarillas, geles, tomas de temperatura e instrucciones sobre la forma en la que debíamos ir ocupando sillas y taburetes sustituían a la clásica previa en la entrada y aledaños de la sala. También, comentarios de que este sería para muchos su primer concierto desde que el COVID entrara en nuestras vidas. En mi caso, también era una situación ciertamente novedosa. Y es que, a pesar de haber ido a un par de conciertos más con todas estas limitaciones, uno al aire libre y otro en un gran pabellón, ver la pista de
Jimmy Jazz en forma de teatro sin duda llama la atención. Precisamente al mismo escenario en el que ganaran uno de los premios del certamen
Gazte Talent de 2019 llegaban
Duna, dúo gaditano-alavés de aroma
desert y fondo
post-rock que está a punto de presentar su primer disco oficial. Pensándolo bien, este formato venía que ni pintado a temas como "Crisálidas" o "Libélula", etéreos y con los que poder flotar, pero hubo que esperar hasta los últimos cortes, algo más psicodélicos y enérgicos, para conectar del todo con su propuesta.

Todo lo contrario que
Cobra, que al igual que en
"Fyre", avasallaron desde las primeras notas del inicial "Firebird". Con un punto extra de motivación (algo bueno tenía que tener estar meses sin dar un bolo, ¿no?), precisión quirúrgica y el sonido de su parte, iría cayendo el grueso de este último trabajo, desde las dinámicas "Emerald City" o "We Are Next", que muestran la cara más versátil de la banda, hasta otras más pesadas como "Parasites". Podríamos mencionar la presencia escénica de
Lete, la pasión con la que
David se desvive siempre en el escenario, la elegancia de
Josu a las seis cuerdas o el papelón de
Sergio ante la difícil tarea de sustituir a
Ekain, pero lo que destacó por encima de todo fue el empaque de una banda rodada y engrasada pese a las circunstancias.
Para derribar esa barrera invisible y conseguir la ansiada pero complicada comunión con el público se valieron de toda su discografía. En "´70 Challenger", "Life Is Too Short To Drive Slowly" o "Come On Now" costó no despegarse de la silla, mientras que la
Downesca "Cimmeria" o "Rosebud" hicieron quebrar cervicales pese a la curiosa imagen que esto pueda suponer. Tras "Night Call", uno de los temas que mejor sintetiza todas las facetas de la banda, llegaría la traca final. "Oroiminduak" y "Legarreko Kanpaiak" se han ganado este hueco a pulso, y es que la respuesta del público ante este tipo de temas, más melódicos y casi hímnicos, no pudo ser mejor.

La cosa podría haberse quedado aquí sin ningún tipo de problema, pero tras una breve pausa volverían para cerrar definitivamente con el épico "Miyagi", de su debut
"The Strong Arm Of The Rock", y "No Miracles", reciente nuevo
single y candidato a ser otro de esos temas que no abandonarán nunca.
Señores, ponerse un filtro en nuestro perfil de
Facebook apoyando la música en directo está muy bien, pero si no acudimos a este tipo de eventos no lloremos cuando mueran definitivamente. Sé que es difícil escribir esto cuando acaba de decretarse un estado de alarma que dificultará aún más las cosas, pero, al menos, demostremos que la cultura es segura y pongamos el único granito de arena que esté en nuestra mano.
Fotos: Eider Iturriaga