gothic metal / gothic rock
 HIM

CRÓNICA

HIM
HIM: Hasta la muerte
15 de Junio de 2017 por Israel Higuera La Riviera, Madrid 2326 lecturas

Una gira de despedida siempre tiene un regusto agridulce. Conciertos en los que se conjugan las canciones más conocidas de la banda en cuestión con cierto sentimiento de nostalgia al pensar que, posiblemente, sea la última vez que se escuchen en vivo. Cuando muchas de esas canciones han estado acompañándote durante casi veinte años, escucharlas todas juntas una última vez es una celebración, pero también en cierto modo una especie de funeral. Y de funerales y demás cosas tétricas, HIM saben un rato.

Cierto es que sus dos últimos discos de estudio flojean, y que su fórmula parece agotada desde hace mucho tiempo. Pero HIM es una de esas bandas que, como Rammstein, son tan buenas en lo suyo que ni siquiera tienen competencia. ¿Qué otro nombre se nos viene a la cabeza cuando hablamos de rock gótico de temática romántica (en el sentido artístico y en el otro también)? Puede que no lo inventaran ellos, pero las letras y la voz de Ville Valo se han convertido en los arquetipos de un género que solo a través de esta banda ha conocido algo de reconocimiento.

No se explicaría de otro modo que las entradas para La Riviera estuvieran agotadas desde meses antes de la cita. Un recinto repleto de gente, por cierto, bastante crecidita; sin duda fans desde hace mucho que querrían despedir a Su Majestad Infernal como es debido. Y con su repertorio la banda agradeció el calor. Los veinticuatro temas interpretados se cuentan prácticamente por singles. Solo dos de los últimos álbumes, cierto es ("Heartkiller" y la sosaina "Tears on Tape"). El resto, todos los clásicos uno detrás de otro. Un servidor echó en falta "Death's in Love With Us", pero solo esa, y dudo de que entre el público se lamentaran muchas más ausencias. Un setlist de antología.

Y una interpretación a la altura de las circunstancias. La banda hizo gala de tablas y profesionalidad dejando atrás momentos no tan buenos, ni tan sobrios, de su carrera. Una puesta en escena sin muchos artificios dejaba todo el protagonismo al vocalista, como de costumbre. Completamente de negro y ataviado con chaqueta y gorra, ajeno a los 30 grados de temperatura del exterior, Ville Valo sostenía el micro con una mano y una toalla con la otra. Porque, ya sabéis, en las salas de conciertos no se puede fumar. Valo siempre se ha descrito como un hombre tímido, y ha admitido en varias ocasiones que su adicción al tabaco se debe a su necesidad de tener algo en las manos cuando está cantando o incluso hablando con alguien.

Caso curioso el de este hombre. No se corta a la hora de hacer muecas, tirar guiños o incluso besos a las primeras filas, tradicionalmente monopolizadas por mujeres. Y, sin embargo, no parece estar tan a gusto con ese aura de sex-symbol que se le atribuye, pese a lo que las fotos promocionales puedan hacer pensar. Esa timidez se deja entrever en sus risas nerviosas, en su forma de hablar atropellada cuando intenta comunicarse fuera de sus canciones o en la manera en que mira al vacío tras soltar un gorgorito vocal improvisado, como si no quisiera saber qué reacción ha provocado en la audiencia.

Siempre ha sido un frontman hierático que se ha apoyado casi exclusivamente en su voz, la voz ideal para esas letras sobre el amor y la muerte. Y escuchar sus tonos graves en directo, como en "It's All Tears", es impresionante. Eso muy a pesar del sonido de La Riviera que, pese a algunos vaivenes y algún teclado ausente, dejó disfrutar de una interpretación impecable. El setlist ya comentado dejó poco lugar al aburrimiento; hubo tiempo para un par de solos y Valo paró un momento para explicar el porqué de su adiós: básicamente que veinticinco años ya están bien. Y pensar que el amigo solo cuenta cuarenta primaveras...

Me quedo con un recuerdo especial del concierto. Es el momento en el que Ville Valo se despidió durante "When Love and Death Embrace", la última canción de bis. Con la banda aún tocando, al terminar su parte sencillamente agitó la mano diciendo adiós con una sonrisa y una leve reverencia, se dio la vuelta y desapareció entre bastidores. Sus compañeros continuaban con esa triste melodía dejando que te dieras cuenta de que se había ido y que no decía adiós por hoy, sino adiós para siempre. Nada de final loco con la banda destrozando el escenario. Me resultó muy emotivo y creo que era esa la intención, acabar en un anticlímax para que el público se fuera a casa vibrando con una emoción con la que han jugado HIM desde sus inicios: la melancolía.

O habría sido así si no hubieran vuelto una segunda vez para hacer una versión del "Rebel Yell" de Billy Idol. Entiendo que el público siempre pida más, pero a mí me gustaba más el otro final...

Nos vemos en el Infierno, Su Majestad.

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