CRÓNICA

Un martes de enero, mi viaje furtivo a Madrid para ver a una de mis bandas fetiche (Circle Takes the Square) se convirtió en una noche de lo más tranquila y sin grandes cosas que recordar. Son malas fechas para conseguir un éxito en un concierto. Entre la cuesta de enero que hacía complicado pagar los más de 20 euros de entrada y el hecho de que fuera entresemana, llegué allí justo con los últimos compases de KEN Mode para encontrarme una sala a media entrada o menos. Me perdí al grupo del tipo con sombrero (los trayectos en la capital son más largos de lo que parecen) aunque me comentaron que cumplieron bastante bien con su papel de calentadores de ambiente.

Por suerte me dio tiempo a ver la actuación completa de Circle Takes the Square en su primera visita a nuestro país que yo recuerde. A la espera todavía de que aparezca su segundo álbum de estudio (al primero ya le pesan ocho años nada menos), la otra banda de Savannah, Georgia se encuentrapresentando su arte en el Viejo Continente con una formación de tan solo tres miembros: el carismático Drew Speziale, la dulce Kathleen Coppola y el bestiajo de las baquetas Caleb Collins, lo cual se demostró muy insuficiente para defender sobre el escenario los temas de su obra maestra "As the roots undo". De las que sonaron de su debut, muy pocas se acercaron siquiera a la sensación de solidez que desprendía el plástico y en general el sonido se presentaba falto del empaque y los matices de los que estos temas presumen en disco. Es indispensable otro guitarrista para hacer justicia en directo a temas como "Same shade as concrete" o "Crowquill".

Las nuevas canciones, sin embargo, encajaron a la perfección. Un sonido menos recargado y más pausado y estructurado permitieron a los tres desarrollar sin fallos los tres primeros temas de su próximo disco sin descansar (veinte minutos sin parar en total), levantando incluso la ovación de un público que no les conocía cuando Drew empezó a retorcer sus dedos contra el mástil en la parte central de "Way of ever-branching paths". También dejaron caer un tema nuevo no incluido en su ep de presentación que dejó bastante buen sabor de boca. En general cumplieron, pero la insuficiente interpretación de algunos de sus temas más antiguos (y más celebrados) les resta puntos.

Lo de Kylesa fue totalmente distinto. Desde el mismísimo primer segundo, la diferencia de potencia se mostró evidente hasta para el más neófito. La muralla de sonido que sus paisanos no habían conseguido construir minutos antes se levantaba ante nosotros y casi no alcanzábamos a ver su cumbre. Una auténtica tormenta eléctrica liderada por la seriedad de una Laura Pleasants que estuvo en su salsa durante todo el concierto, contando con la inestimable ayuda de dos baterías que no dejaban títere con cabeza y un theremín que casi nos vuelve locos. Mucho mejor que en su última visita a la capital, en la que se fueron con críticas malísimas en cuanto a sonido, parecían haber vuelto para reivindicarse y demostrar lo que saben hacer.

Y no fallaron. Uno a uno iban cayendo temas, a cual más contundente, denso y compacto. Kylesa pasaron por la sala como una apisonadora ante un público totalmente fiel y entregado (el puesto de merch estaba ya prácticamente agotado antes de que sonaran siquiera las primeras notas) que seguramente se quedó con ganas de más tras apenas una hora de concierto. Aun así lo petaron, demostrando por qué son uno de los grupos clave en la escena sludge metal actual. Son grandes, muy grandes.