post-rock / post-hardcore / noise rock
 Lisabö

CRÓNICA

Lisabö
Lisabö, Vulk
13 de Abril de 2019 por Jorge Azcona Sala Indara (Pamplona) 1564 lecturas

Sin hacer ruido, anunciar fechas ni ningún tipo de adelanto o promoción. Así es como Lisabö anunciaban su regreso el pasado 30 de noviembre y despertaban de un letargo discográfico que alcanzaba ya los siete años. Igual que las citas escogidas por los irundarras para presentar este "Eta edertasunaren lorratzetan biluztu ginen", otras siete fechas que recorren actualmente todas las capitales vascas para acabar formando parte del Primavera Sound y su misma versión portuguesa.

Aún no estamos acostumbrados a disfrutar de conciertos en un ambiente como el de la sala Indara, nuevo local de moda en Pamplona ambientado con motivos aztecas y que poco a poco va entrando en el circuito de conciertos y agenda local, aunque el disfrutar de una banda tan singular como Lisabö en un espacio igual de peculiar también tuvo su encanto. No en vano esperamos que esto no se quede en una mera anécdota y sea la primera de muchas.

La banda invitada tampoco iba a ser otra formación al uso. La comparación con Joy Division resulta tan inevitable en su sonido como limitada cuando ves a Vulk sobre las tablas. Directos desde Bilbao y con toda la actitud que esta palabra conlleva, el cuarteto sembró su semilla post-punk en temas como "A Poison Tree" o "No Muscle", muy viscerales para la escena indie y quizás algo descafeinados para la escena punk, pero con un directo lo suficientemente atractivo como para llamar la atención de ambas audiencias. 

Y tras el rastro de la belleza nos desnudamos, dice el título de su último disco. Una sencilla iluminación blanca (que permanecería inmutable a lo largo de todo el show) sería el único factor externo que Lisabö utilizó para vestir una noche mágica y con "Nomaden zirkulu tematia" como antesala de esta nueva aventura. La actual formación, completada respecto a sus últimas apariciones con Borja Toval (Nire) a la tercera guitarra (y en ocasiones, segundo bajo) y Sergio González (Izaera, Sorkun) al dúo de percusión, es una máquina totalmente engrasada, un reloj suizo que no deja espacio al error y en el que tan solo algunos problemas en torno a las voces (especialmente los recitados casi imperceptibles de Karlos Osinaga) deslucieron una propuesta inmaculada. Una pequeña grieta que deja de ser permeable cuando el sexteto alcanza esas inexplicables cotas de intensidad instrumental, ya sea en forma de ruido y caos controlado (increíble sentir el alma y sincronización de ambas baterías) como cuando se recrean en terrenos más sofisticados.

A pesar de que parte del público siga sin respetar del todo aquellas atmósferas creadas para disfrutar en silencio, piezas como "Alderantzizko magia" consiguieron superar todas las adversidades y desplegar todo su atractivo. Y es que también sonaron temas de toda su trayectoria, siendo "Hazi eskukada I" otro de los más esperados. 

Los textos de Martxel Mariscal y esa belleza desnuda culminaron de forma magistral en "Hegaldiaren etenaldian", no sin antes despedirse, agradecer al público esa fidelidad hacia un grupo tan especial y regalarnos dos piezas más en las que aflorar los cinco sentidos. Con esta intensidad no es de extrañar que la banda entregue su arte en pequeñas dosis.




Fotos: Jorge Azcona y Farmway Records

COMENTARIOS

1 Comentarios

  • #1
    USER_AVATARel 16 de Abril de 2019
    eraser-head
    Muerte a la gente que habla y huele a sudor. Buena crónica.


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