CRÓNICA

Avisados de la cancelación de Amplifier como teloneros de Opeth apenas una hora antes de su actuación - supuestamente tuvieron problemas en su trayecto hasta la capital española - , no fueron pocos los que se sintieron decepcionados por no poder ver a unas de las formaciones inglesas que mejores críticas habían recibido en los últimos meses, siendo su sola presencia en el bolo la justificación para que algunos incondicionales del grupo se decidieran incluso a pagar los casi treinta euros que costaba el evento en taquilla.

Por suerte para la mayoría, nuestra estancia en la sala Heineken no se debía únicamente a Amplifier sino a cinco músicos suecos de largas melenas y gran afición por el metal de aire progresivo, más conocidos como Opeth, que ya tuvimos la ocasión de ver hace exactamente un año con motivo de la presentación de su último y magnífico disco “Ghost Reveries”.

Así, media hora antes sobre el horario previsto pero con la sala prácticamente a rebosar (era imposible moverse en el foso) se inició con “Ghost of Perdition” lo que a la postre fue una de las veladas más agradables del año. Y es que la buena sintonía que reinó a lo largo de toda la noche entre grupo y público fue digna de enmarcar, siendo su interpretación de los temas gratamente correspondidos a la mínima oportunidad con numerosos aplausos. Para la anécdota quedarían las quejas puntuales de algún que otro asistente que no se tomó a bien las intervenciones de Mikael Akerfeldt entre tema y tema, quizás algo extensas pero a mi parecer bastante acertadas y divertidas.

Junto a “Ghost of Perdition”, el single “The Grand Conjuration” fue el otro tema que rescatarían de su último trabajo, siendo en general el concierto un repaso a toda la carrera del grupo, del que sólo se pasó por alto su disco de debut “Orchid”, del que no sonó ningún tema. No faltarían por tanto clásicos como “When” de su álbum “My Arms, Your Hearse” o “Bleak” del “Blackwater Park”, ambos muy celebrados, por no mencionar otros como “Deliverance”, extraído del disco de mismo título, o “Windowpane” de su imprescindible álbum acústico “Damnation”, que con su belleza nos puso los pelos de punta a más de uno.

A destacar en todos estos temas la facilidad con la que su vocalista y también guitarrista Mikael Akerfeldt fue capaz de combinar en el aspecto vocal la melodía con guturales en apenas unos instantes, así como la buena ejecución y profesionalidad del resto de miembros del grupo (un poco parados eso sí), que lo completan Peter Lindgren a las guitarras, Martin Mendez como bajista - que llamaba la atención por su particular movimiento de melena de derecha a izquierda y viceversa-, Martin "Axe" Axenrot a la batería y Per Wiberg como teclista, estando estos dos últimos menos visibles al permanecer en un segundo plano y sin una tarima ni nada por el estilo que los elevara.

En definitiva, una hora y tres cuartos, que fue lo que duró el concierto, que quedará guardada en el recuerdo de una inmensa mayoría de los que tuvimos la oportunidad de presenciar su concierto. Y es que si hoy en día puedes apostar por un grupo de metal sin duda uno de los máximos favoritos sería Opeth.

Fotos: Sergio de Andrés, Rubén González