PELÍCULAS

Con un prólogo genial que recuerda a Jean Pierre Jeunet, el director danés nos cuenta la historia de un pueblo que se prepara para la visita de su hijo pródigo Hans (interpretado por Thomas Bo Larsen, actor fetiche de Vinterberg), un exitoso cantante de ópera sumido en una depresión que vuelve para reencontrarse con su pasado. La visita de Hans  revoluciona la vida todos los habitantes de la villa especialmente la de Sebastian (Oliver Møller-Knauer), el chico bueno del pueblo que se quedó tartamudo tras el suicidio de su padre.

Con las cartas sobre la mesa, una estrella amiga de los excesos de vuelta a sus orígenes, un pueblo al borde de la histeria por complacer a su habitante más universal y las tribulaciones de un tartamudo, Vinterberg entreteje una comedia de enredos que baila entre lo romántico y lo dramático. No esperes ver una comedia en la que no vas a parar de reírte durante la hora y media larga que dura la película, pero si vas a estar con una sonrisilla en la cara todo el rato y saldrás con la sensación de haber visto un relato optimista, clásico y preciosista en su forma. A pesar que todos estos adjetivos para catalogar una película del director de Celebración sean algo tan raro como un calzoncillo de pelo.

Probablemente los más apasionados de los movimientos cinematográficos más radicales se sientan decepcionados con la nueva película del director de Celebración, sin embargo el resto le agradecemos su descenso al mundo de los mortales y nos hace recuperar el interés en este director.

Lo mejor: El prólogo en el que vemos el suicidio del padre de Sebastian y el origen de su tartamudeo. Además de la bofetada de optimismo que te deja la película al terminar.

Lo peor: Algunos excesos en la planificación que recuerdan al peor Vinterberg obsesionado con la forma en detrimento de la historia.

Veredicto: Película ligerita que no vas a recordar una semana después de haberla visto pero que te promete una tarde entretenida en el cine.