PELÍCULAS

Nueva York, zona norte de Brooklyn esa dónde los pijos neoyorquinos se mudan cuando aceptan que si quieren vivir en Manhattan tendrán que renunciar a una vida de las de “toda la vida” matrimonio, hijos, colegio, etc. Unos chavales juegan en un parque, la estampa es perfecta; un soleado y despejado día no hace demasiado frío, la gran manzana de fondo. Los chicos empiezan a revolucionarse debido a una hormonada y pre-adolescente riña que se está montando entre dos de ellos, empujones, insultos uno de ellos coge una rama y le rompe la cara a otro.

Nueva York, misma zona de Brooklyn, un piso decorado con el gusto de la apariencia a los visitantes. Los padres del atacante Nancy (Kate Winslet) y Alan (Cristoph Waltz) se reúnen con Penelope (Jodie Foster) y Michael (John C. Reilly) los padres de la víctima para tratar civilizadamente el problema del acto de sus hijos y las posibles consecuencias. Al principio todo es civismo y educación pero según avanza el diálogo sobre lo ocurrido el tono cambia, se hace más duro y agresivo. Los padres empiezan a perder los nervios por una situación que sus hijos probablemente habrían sabido llevar mejor. Hasta que finalmente los cuatro adultos deciden quitarse la máscara de la coerción social para dejar ver su monstruo interior, el dios salvaje que les gobierna y que todos intentan ocultar.

El gran éxito de la obra de Reza fue tratar este dramático argumento con un tono de comedia ácida y sin complejos que terminó siendo un retrato bastante fiel de la clase media alta, no sólo francesa como en la obra original, ni americana como retrató su adaptación de Broadway y la actual película de Polanski sino de todo el sector bienpensante del mundo occidental.

El gran éxito de “Un Dios salvaje” es sin duda su reparto, de los cuatro protagonistas tres tienen un Oscar en su casa y el cuarto (John C. Reilly) una nominación por Chicago. Estos cuatro actores hacen suya la película y difuminan los puntos oscuros de una realización demasiado respetuosa con su hermana mayor teatral, en ocasiones recuerda a piezas de teatro filmado propias de Mankiewicz.

La química entre ellos es espectacular y llevan la evolución argumental con una naturalidad pasmosa para el espectador. Es imposible por tanto destacar la labor específica de uno de ellos sobre sus compañeros. No os extrañéis si alguno se cuela en las nominaciones de este año.

Polanski respeta al máximo el texto original y esto termina generando un relato claustrofóbico ideal para el desarrollo de los personajes; y es que en sus 79 minutos la película no tiene más que dos escenarios el parque y la casa dónde se reúnen los padres. El experimentado genio polaco exprime los recursos del set y se esfuerza por romper el efecto de la cuarta pared teatral. Sin embargo ese respeto que comentaba por el original le hace renunciar al recurso de la elipsis, fundamental en el medio cinematográfico, para tener el máximo diálogo de la obra original lo que termina provocando momentos algo cenagosos para el espectador.

A pesar de esto el director nos ofrece una gran película, que si bien nos sorprende demasiado en lo formal es una nueva muestra que es uno de los mejores directores de actores de la historia del cine. Si a este elemento le rodeas de cuatro animales de la interpretación y un buen guión el resultado siempre será bueno pase lo que pase.

Lo mejor: Los actores, absolutamente geniales que huelen a Oscar. Los momentos cómicos en los que se mueve el guión y la escena final de los niños jugando en el parque, genial cierre de película.

Lo peor: Demasiado fiel a la obra teatral, algún cambio de escenario haría respirar más la película, la obsesión de contar absolutamente todo lastra la narración.

Veredicto: Muy buena película, que asegura risas y fondo, algo que le debemos exigir más a menudo a la comedia.