CRÓNICA
Mientras el mercadeo festivalero desafía sus propias leyes mirando de reojo la explosión de la burbuja, el ARF sigue a lo suyo, fiel otro año más a unos principios que lo alejan en muchos sentidos de todo lo anterior haciendo gala de un cartel atractivo, una filosofía sostenible y, a fin de cuentas, la garantía de hacernos sentir en casa. Así lo debieron ver también las 48.500 personas (récord de asistencia una vez más) que pisaron en algún momento del fin de semana el recinto del Azkena Rock Festival. Su Azkena.
JUEVES 15

Las primeras risas, abrazos y hermanamientos del festival llegaron de la mano de
Liher, uno de los mejores inicios que recuerdo de los últimos
Azkena. La organización ha tenido buen ojo a la hora de incluir bandas locales de lo más llamativas, y la comandada por
Lide Hernando cumple de lleno esa máxima con un sonido que han ido personalizando a base de amar el
rock, el
stoner o el
soul por igual. Algo de lo que dejaron constancia desde la inicial "Thelma & Louise" hasta su despedida con "Nor Da Piztia?", pasando por "Eramaten", su último
single. Nada que no lleven años haciendo, por otra parte.
Antes de despegar con las sonoridades más distorsionadas del día tocó lidiar con un par de actuaciones que no pasaron de lo anecdótico. Mientras los brasileños
Os Mutantes inauguraban el escenario principal (sin los habituales homenajeados fallecidos en sus lonas, por cierto) con un tropicalismo psicodélico que ya suena un pelín desfasado, la silueta de
Steve Earle emergía desnuda del
Respect para ofrecer su versión más íntima y acústica. Un arma de doble filo por parte del también activista político y actor de
The Wire que disparó sin balas a los ocasionales y con una puntería genuinamente especial a sus incondicionales.

El caso de
El Drogas recordó al de
Soziedad Alkoholika el año pasado, sin ir más lejos. Bandas que no cuentan con el beneplácito de parte del público
azkenero, por pensar que encajan más en otro tipo de festival, y a las que solo les hace falta llegar para vencer. De hecho, no había mejor ocasión que esta, interpretando un
set de
Barricada al completo por su 40º aniversario con su empastada formación actual, para despejar las dudas de quien las tuviese. Dicho y hecho, una pila de clásicos incontestables como "En la silla eléctrica", "Rojo", "Todos mirando", "Animal caliente" o "En blanco y negro", y alguna que otra perlita menos habitual como "Tan fácil" o "Problemas", convirtieron aquello en un auténtico karaoke.
En el momento de buscar avituallamiento y prepararnos para el plato fuerte llegó uno de los puntos negros de esta edición. Los habituales
FoodTrucks habían desaparecido, y la antigua distribución de los
stands de comida, repartidos por todo el recinto, pasó a ser un barracón que, en horas punta, se convertía en una auténtica ratonera. Es verdad que la organización intentó cambiar el sistema al día siguiente, pero también que cuando algo funciona, es mejor no tocarlo demasiado.

Sin mucho en el estómago pero con las ganas de ver a
Rancid aún intactas, tocaba prepararse para lo que sería una de las actuaciones más redondas del festival. Tras
The Offspring y
Social Distortion, parece haberse instaurado la norma de contar con alguno de los tótems de la cruzada
punk-rock californiana de los 90. La diferencia respecto a ellos es que salen victoriosos de casi todos los enfrentamientos posibles. Se encuentran en un momento de forma excepcional, el binomio
Armstrong /
Frederiksen funciona como un reloj -incluyan a
Matt Freeman en la ecuación- y dan a los
fans justo lo que estos desean escuchar. Porque tras arrancar con "Tomorrow Never Comes", único extracto de su reciente trabajo, el suyo fue un recital repleto de himnos de
"... And Out Comes The Wolves" (aquello parecía una gira
remember) que culminó con "Time Bomb" y "Ruby Soho", pildorazos eternos de
"Let´s Go" como "Radio", "Side Kick" o "Salvation", y algún que otro recuerdo del resto de su discografía. Aunque buscaras un pero a su actuación dudo que lo encontrases.
Desde que el festival recuperó su formato original de tres días, resulta inevitable hacer malabarismos con los horarios si quieres llegar vivo al fin de semana (o si no quieres montar un numerito en el trabajo el día siguiente). Con todo el dolor de mi corazón, los sacrificados de este año tuvieron que ser
Monster Magnet, que por lo que cuentan llegaron con un digno
Dave Wyndorf y ofrecieron un concierto potente yendo de menos a más. Dicen que
al que madruga Dios le ayuda, pero no, se equivocan.
VIERNES 16

Del sol abrasador que caía a las 17,30 de la tarde salieron beneficiadas
Bones Of Minerva, que para cuando saltaron a escena tenían a todo el público cobijado bajo la sombra que regalaba el escenario
GOD y literalmente a sus pies. Fueran seguidores de las chicas de la sierra de Madrid o no -su
metal progresivo y esotérico no dejaba de ser lo más diferente del festival- lo cierto es que aceptaron la invitación que este viaje onírico les ofrecía. Desde la validez que me da haberlas visto ya dos o tres veces más en esta gira, solo puedo afirmar que el castellano les hecho ganar aún más puntos ("Cuna" y "Fuego" siempre acaban siendo dos de mis momentos favoritos), que su puesta en escena está cada día más rodada (al crescendo de "Silence" me remito, por ejemplo) y que el
riff disonante de "Claws" no es de este mundo.

Con el único aval de contar con el hijo de
Slash en sus filas,
S8NT Elektric llegaban al
ARF sin más pretensión que pasarlo y hacerlo pasar bien con su
hard-rock de instituto. Y es que parecían sacados de un certamen juvenil donde el destino había querido juntar a una seguidora de
No Doubt al micro (gran voz, no obstante), dos guitarristas con
looks totalmente antagónicos (uno más bien
hippie, otro de típica película americana) y al batería
London Hudson, vástago del citado
Guns. Y pese a que su repertorio e interpretación pecan del mismo síndrome
Frankenstein constantemente, hay que decir que sonaron entretenidos y divertidos, algo que otros no llegaron a conseguir.
Por ejemplo
Cordovas y
Earthless. La propuesta de los primeros, un elegante y exquisito
country-rock que envuelve pasado y presente, no llegó a conectar con la audiencia en ningún momento. Los segundos, llamados a comandar la facción más lisérgica y pesada del cartel con su
rock/stoner instrumental, consiguieron la proeza de espantar al personal cuando ni siquiera habían empezado a rodar. Muy loable eso de defender tu material más reciente, pero destripar sendas partes de "Night Parade Of One Hundred Demons" como si de una
jam interminable se tratara, con veinte lentos minutos cada una, quizá no sea la mejor opción en una tarde de festival.

Los paralelismos de
The Pretenders respecto a
Blondie cuando fueron anunciados como cabezas de cartel me resultaban demasiado evidentes. Ambas bandas formaron parte del
new wave y sus caminos les fueron llevando a terrenos más
rockeros, su liderazgo femenino está fuera de toda duda, y su impacto en el cartel (la banda de
Debbie Harry tocó en 2014) podría parecer testimonial más allá de contar con un par de
hits que todo el mundo conoce. Sin embargo, y lejos del lógico júbilo que despertaron "Don´t Get Me Wrong" y "I´ll Stand By You", su actuación se mostró más compacta de lo esperado, con
Chrissie Hynde en buen estado de forma y un plantel de músicos que, por momentos, casi le hacen sombra.
Que la primera pregunta de
Joey Burns, líder de
Calexico, sea si queremos cumbias y la respuesta sea un no, dice mucho de lo que estaba por llegar con la poliédrica banda de Tucson (Arizona). Porque lejos de mostrar sus mil y una caras, "La Cumbia del Polvo" inició un viaje latino y bailón que, excepto alguna referencia hacia
Love de por medio, no cesaría en todo el trayecto.
The Undertones se llevaron parte de su pastel, cuando una buena horda de público escapó en masa para bailar al ritmo
power-pop-punk que luego popularizarían
Buzzcocks.
Si nos hubiesen dicho hace unos meses que la actuación de
Incubus iba a estar pendiente de un hilo hasta el último día, nadie se lo hubiera creído. Pero de esta guisa nos tuvieron los californianos tras ir cancelando sus conciertos de Austria, República Checa, Suiza y Milán sobre la bocina, llegando a la fecha del
ARF de forma milagrosa. Y fue exactamente eso, un milagro, porque al poco de hacer lo propio en Mendizabala, volvían a cancelar todo lo que tenían por delante por los problemas de
Brandon Boyd en su voz. ¿Sería por forzarla antes de tiempo? Quién sabe. Lo que sí podemos asegurar es que la defendió dignamente, arropada por el público en los momentos más complicados, y acompañado por una banda espectacular. A
Einzinger,
Pasillas y
Kilmore de sobra los conocemos, y
Nicole Row, sustituta de
Ben Kenney por un tumor cerebral que le tiene en reposo, sorprendió a propios y extraños con su imagen y pericia a las cuatro cuerdas.

Que un concierto de
Incubus en un
Azkena iba a despertar opiniones encontradas ni cotizaba, desde los que no ubicaron a la banda en ningún momento hasta los que nos quitamos una espinita presenciando algo mágico. Y es que con un
greatest hits así, con la inicial "Karma, Come Back" y la versión de "Come Together" de
The Beatles como únicas "intromisiones", era imposible acabar decepcionado a nada
fan que fueras. "Anna Molly", "Nice To Know You", "The Warmth", "Vitamin", "Pardon Me", "Wish You Were Here" junto al guiño a
Pink Floyd, "Drive", unos audiovisuales de lo más llamativos acompañándolas y, directamente, a volar.

Menos mal que no se nos ocurrió acercarnos a las primeras filas cuando decidimos acabar la jornada con
GWAR. Sangre falsa a chorros,
outfit de 80 kilos a lo
Warhammer, personajes como
Putin que son invitados a la fiesta para salir escaldados y diversión en forma de
shock-rock thrashizado. Esto, y no canciones, es lo que siempre han ofrecido. Que oye, tampoco está mal para apurar el último trago del día.
SÁBADO 17
El protagonista del comienzo de la última jornada no fue otro más que el tiempo. Si bien estábamos avisados de que el día podía llegar un poco revoltoso, lo que en principio sería una tormenta de verano se convirtió en una borrasca de tres horas nivel Mordor que inhabilitó el escenario
Love, impidió la apertura de puertas en la hora indicada y canceló los conciertos de
Ezpalak y
Brigade Loco (que estarán el año que viene en el festival). Una situación complicada para la organización, pero más para un público que se vio de camino al recinto o directamente esperando en la entrada bajo la lluvia sin ninguna información al respecto.

Una vez dentro, arrancamos la jornada con el
country folk americano de
Amanda Shires, más conocida por tocar el violín en la banda de su marido
Jason Isbell. Su actuación en solitario y repleta de chubasqueros no era la estampa más prometedora del día, aunque poco a poco, y al tiempo que los claros en el cielo empezaban a asomar, fue cogiendo algo de color. Ese testigo lo recogió y remató del todo
Ana Popović, que puso al poblado escenario
Respect a bailar con su
blues de alto octanaje
rockero. Y es que esta fue la principal virtud de la artista de origen serbio, además de una imagen y destreza a las cuerdas impresionante, recrear el espíritu de club con la energía de cualquier banda
azkenera. Rodeada de una banda multicultural y totalmente genuina, repasó la docena de álbumes que le avalan, así como un homenaje al "Thriller" de
Michael Jackson bastante resultón.

En un registro diametralmente opuesto y convertida en una de las artistas más queridas del festival,
Lucinda Williams volvió a reencontrarse con él tras sufrir un ictus en noviembre de 2020 que dejó en vilo su continuidad. Más allá de las lógicas limitaciones que esto le supone, con cierta inmovilidad en su brazo izquierdo y sin poder colgarse la guitarra, fue una actuación para dejar el monóculo a un lado y admirar dicha lección de vida. Si ya en otras ocasiones hizo derramar alguna que otra lágrima, esta vez no fue menos, incluso a ella le costó no emocionarse después de interpretar himnos como "Drunken Angel", "Joy" o "Honey Bee", y despedirse con el clásico "Rockin´In The Free World" de
Neil Young.

Uno de los mayores caramelitos de esta edición fueron sin duda
Melvins. Creadores del movimiento Seattle casi sin quererlo, y padres de géneros con los que no tienen nada que ver, el trío hizo gala de su sentido del humor saliendo a escena a ritmo de "Take On Me" de
A-ha. Toda una declaración (maliciosa) de intenciones cuando lo que está por venir es un recital de
riffs cavernosos,
sludge por doquier y una actitud a prueba de bombas. De hecho, sorprendió la capacidad de
Steven McDonald de llevar la manija de la actuación, ataviado con un traje rojo a juego con su bajo, dejando a
Buzz Osbourne en un perfil más bajo y centrado en dejarnos el culo del revés con temas como "Snake Appeal", "Copache", "I Want To Hold Your Hand", "Honey Bucket" o "Revolve". Para el recuerdo.
Cuando dentro de unos años hagamos memoria y nos acordemos de conciertos históricos, seguro que
Iggy Pop también estará ahí. El tío es uno de los iconos más grandes del
rock, pero sus 76 años y actuaciones como la del
Jazzaldia en 2022, donde su físico le dio una mala pasada dándose una buena castaña, nos hicieron dudar de qué sería capaz de ofrecer hoy.

La respuesta no se hizo esperar, indómito como un demonio, y al ritmo de clásicos como "Raw Power", "The Passenger" o "Lust For Life", bastante tempraneros, nos dio una bofetada en todos los morros que aún nos duele. Puede que su figura ya no imponga tanto, o que sus movimientos te hagan presentir lo peor, pero allí donde no llega la voz sobra actitud. En su favor también hay que destacar el nuevo brío que le ha dado al repertorio, acompañándolo de una sección de viento que, aún restando cierto aroma
punk a cortes como "I Wanna Be Your Dog", "Search And Destroy" o "Down On The Street", de su etapa con
The Stooges, integró de escándalo. La iguana seguirá siendo indomable hasta que muera, y cosas como cambiar el repertorio sobre la marcha y acabar con "Frency", de su último disco, porque le sale de los santos cojones, lo avalan.

Directos de
Hellfest y siguiendo la tradición de cerrar la jornada con puro sabor metálico, fue un gustazo disfrutar de
Alter Bridge en todo su esplendor y con una producción tan potente.
Myles Kennedy y
Mark Tremonti no se andaron por las ramas y pusieron todo su talento al servicio de las canciones. Compactos cuando estas lo requieren ("Silver Tongue", "Addicted To Pain", "Come To Life", "Isolation"), sutiles en el momento de aflorar los sentimientos con "Ghost Of Days Gone Bay" y épicos a la hora de interpretar la enorme "Blackbird". Se les podrá acusar de fríos en algún momento, pero pocos derrochan tanta clase y elegancia. En definitiva, otro de tantos momentos del fin de semana que recordaremos cada vez que echemos la mirada al calendario y veamos los días 20, 21 y 22 de junio de 2024 marcados de nuevo en rojo, como marca ya la tradición.
Fotos: Jordi Vidal, Oscar L. Tejeda, Paco Poyato.