CRÓNICA

Fotos: Víctor Hernández

En las postrimerías del Día de la Hispanidad con más pimienta de los últimos años -el terremoto mediático que ha causado el auge del independentismo catalán aún colea... y lo que te rondaré morena-, ganas había de aislarse de la triste realidad política mundial y aún más de disfrutar de una noche de rock ambiental, noise y post-rock protagonizada por Lisabö y Toundra, dos bandas que, pese a sus evidentes diferencias, comparten la intensidad como vehículo expresivo y, además, están en su culmen de reconocimiento por crítica y público.

Rondaban las once cuando, en un recinto que registraba una apreciable entrada, el cuarteto madrileño subió a las tablas para presentarnos "(III)", su nuevo y aclamado disco, arriesgada portada de la RockZone de octubre y todo un ejemplo de lo que hoy en día puede hacer el boca-oreja en internet para darle a una banda el empujón necesario. Lo cierto es que ellos y solo ellos han logrado que el rock instrumental, tan dado a frases como "es que me da pereza" o "no entro" haya tomado un protagonismo inusitado en España y viva una especie de edad de oro que bandas como Syberia o Exxasens tratarán de prolongar.

Toundra despegaron con los pasajes tranquilos del inicio de "Ara Caeli" (con la aportación de un teclista, que intervino esporádicamente a lo largo del show) y continuaron con "Cielo Negro" y la potente "Marte". También pudimos disfrutar de algunos temas de su anterior entrega como "Zanzíbar" o "Magreb" e incluso de la primeriza "Bajamar". El sonido estuvo a la altura de las circunstancias, potente pero no exento de matices. Fue todo un espectáculo ver convulsionarse a tanto a uno de los guitarristas como al bajista, en trance, disfrutando de una música que en apenas cuatro años ha sufrido una depuración magistral, fruto de un trabajo que se intuye arduo, meticuloso. A lo largo del show era patente que la banda estaba feliz: no paraban de sonreír y agradecer al público su atención. Y al cabo de aproximadamente una hora, a pesar de que se pedían a voces más temas, al finalizar "Espírita" Toundra se retiraron a su camerino.

Tras una parada que aprovechamos para refrescarnos el gaznate con una cervecita, comenzó el ataque de Lisabö. Curiosamente, aunque eran los cabezas de cartel, se apreció una cierta disminución del público, y es que, a pesar de que el quinteto irundarra lleva en activo desde 1998 y de su clase y magisterio en las lides del post-hardcore, lo cierto es por estas tierras son bastante menos populares que los madrileños. Tal vez el hecho de que canten en euskera es una clave para explicarlo, pero fue una pena que algunos ni siquiera les dieran una oportunidad de demostrar su valía.

Sin más artificio que una andanada de luces blancas que se mantuvo durante todo el espectáculo, los de Karlos Osinaga repasaron su guadianesca e infaltable discografía con gran presencia de su debut, el magnífico "Ezarian". En directo, los (ahora) seis Lisabö (dos bajos, dos baterías, dos cantantes/guitarristas) se despliegan simétricamente y la sincronización de los músicos, empezando por la exhibición de los percusionistas, resulta poco menos que apabullante. Mucho más viscerales que técnicos y virtuosos, la banda juega al extremo, al vaciado, y persigue la crudeza como fin último. Karlos y Javi Manterola se desgañitan, las guitarras crujen, los bajos trepanan, las baterías aplastan: la música de Lisabö es la banda sonora perfecta para, por ejemplo, las manifestaciones del 25S. ¿Una forma de reflejar la insoportable tensión social que vivimos en este principio de siglo o una manera de canalizarla? Eso habría que preguntárselo a ellos. De lo que sí estoy seguro es que pocas formaciones desprenden tanta energía sin rozar siquiera los límites del metal. Enhorabuena.

Agradecimientos a Meridiana, Culoactivo Canela y al staff de la Sala EventualMusic.