Ok, César, venga, pues ahí va esa "reseñita" del
Wish que escribí a principios del 2013 (como pasa el puto tiempo, joder). Si alguna vez la escribí sería para que alguien la leyera y en ese blog no la leyeron muchos, me temo. Con que la lean dos aquí ya creo que serán más

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Holaquétal, estimados al otro lado, si es que, después de esta larga ausencia queda alguien ahí. Aquí estamos de nuevo a la carga, aquí estoy y aquí he venido a hablar de mi disco. No sé cuánto tiempo lleva esta entrada en el congelador. He tenido dudas, me lo he pensado y repensado, he amagado, fintado, esquivado el momento, he empezado y no me ha gustado, he borrado y vuelto a empezar, me he hecho el loco, he preferido escribir de cualquier cosa o hacer cualquier cosa antes que meterme en harina, porque me ha dado por pensar que no sé si seré capaz de estar a la altura, si tendré el suficiente talento o capacidad para hablar de este grupo o de este disco. Incluso de cualquiera de sus discos, ya puestos. He tenido que ponerme serio y amenazarme con no escribir nada hasta terminar esta entrada. Bueno, ahora he vuelto a ello con renovado empuje o dándome ánimos ante una tarea con la que me he ido arrugando y haciendo pequeño, poco a poco. Al principio me pareció una gran idea, una idea genial. Pero luego, escuchando el disco o al grupo, analizando toda esa cantidad de sensaciones tan difíciles de describir que me produce, no sé. Ahora me parece que me viene demasiado grande, me tiembla el pulso, me quedo en blanco. Pero, en fin,
quién dijo miedo? Pensándolo fríamente, lo que pretendo no es ganar el Nobel de literatura ni nada por el estilo. La idea es llamar vuestra atención, unos día mejor y otros peor, unos días acompañado de las musas y otras sólo ante el peligro frente a las teclas, como hoy. Llamar vuestra atención sobre algún disco o algún grupo que me parecen merecedores de ella o, como en este caso, de un gran disco y un grupo absolutamente genial y único.
Un grupo que no “
descubrí” hasta casi en la treintena. Un grupo que llegó, vio y venció, se instaló y ya no creo que nunca se marche, ni nunca me abandone. Y cuando digo “
descubrir”, no me refiero a “
conocer”, a “
sonarme”, sino a sumergirme en su mundo a fondo, a dejarme seducir y conquistar sin condiciones por su música. Claro que ya los conocía de antes, de bastante antes, como casi todo el mundo. Las típicas cinco o seis canciones que todos conocemos de los
The Cure, las típicas que siempre suenan en las casi siempre odiosas radios FM, las que casi seguro que conoce todo hijo de vecino y que seguro que os vienen a la cabeza si lo pensáis. Alguien dijo
Boys Don’t Cry, o
Friday I’m in Love, o
A Letter to Elise, o
In Between Days, o
Close to Me, o
Just Like Heaven? Habría que ser extraterrestre o no cruzarse con una emisora de radio en toda una vida, para no haber escuchado por lo menos alguna de ellas. Queriendo o sin querer. Y se me ocurren cosas mucho peores que se podrían escuchar sin querer. Infinitas cosas.
Todo un mundo en el que perderse, su discografía. Los 13 discos de estudio, infinidad de recopilatorios y no sé cuántos discos en directo, nos garantizan diversión si queremos investigar su extensa trayectoria, iniciada en el estudio en 1979 con
Three Imaginary Boys y cuyo capítulo final por ahora es ese
4:13 Dream del 2008. Un grupo que es clásico, mítico y entre los más grandes por méritos propios, basados en esa personal mezcla del
rock de aires siniestros y góticos, al que suman no pocas pinceladas de
pop,
post-punk,
synthpop e incluso algo de
electrónica y el añadido indispensable de la carismática, magistral e inconfundible voz de su líder,
Robert Smith.
Un servidor, con los años, ha ido siguiendo con atención todo ese camino, con sus altos y bajos, sus mejores y no tan buenos momentos, que así a todo, siempre suelen estar por encima de la media. No, no me pidáis objetividad, porque no me la vais a encontrar con uno de mis grupos de cabecera. Como todo seguidor de los
The Cure, tengo mis preferencias entre sus discos, incluso algunos con los que nunca he comulgado demasiado. Con 13 discos, hay sitio para todo. Entre los
menos favoritos, por decirlo de alguna manera, igual citaría
Faith,
Bloodflowers e igual cometería una herejía para los más puristas, citando el
Pornography, pero sí, nunca me ha chistado demasiado uno de sus discos de referencia para muchos.
El otro lado de la balanza pesa mucho más, sin duda. Mis preferencias se decantan por discos como
The Top,
The Head on the Door,
Kiss Me Kiss Me Kiss Me,
Wild Mood Swings, incluso el último, ese
4:13 Dream no está tan mal como lo pintan. Hasta no hace mucho, mi primer lugar era ocupado por ese magistral, majestuoso y oscuro
Disintegration. Sin embargo, con los años le ha salido un duro rival y a día de hoy, creo que, en dura pugna, ha sido desbancado del trono, momentaneamente al menos. Ese rival no es otro que el
Wish, el disco del que quiero hablaros hoy.
Con
Disintegration despidieron los 80 y con
Wish le dieron la bienvenida a los 90. En los 80 dominaba la depresión, la desesperación, la oscuridad y la tristeza más deliciosamente majestuosas e íntimas. Ese lado oscuro y algo siniestro es el que siempre me ha gustado más de los
The Cure, esa manera con la que te rodean con su tristeza, su melancólica atmósfera de peculiar dramatismo, un lángido manto de corazones y almas dolientes en el que recostarse y disfrutar sufriendo a través de su música.
Disintegration es el mejor ejemplo de esa vertiente. Es un disco que te mata suavemente, es un disco que te pone a sus pies, es un disco que te hace rendirte a su dolorosa, tortuosa y oscura belleza.
Sin duda, es el mejor.
Sin embargo, a veces no te quedas con el mejor, aunque sepas que lo es. Los amores muchas veces son así, muchas veces te quedas con el menos perfecto y no sabes muy bien el por qué. No te sientes demasiado capacitado para explicarlo, sólo sabes que es así.
Wish es la continuación del
Disintegration, que es la "
obra maestra" de los
The Cure, desde mi punto de vista personal. Siempre es difícil superar tu mejor obra y no creo que lo consiguieran, pero se quedaron muy cerca de igualarla. Supongo que esto que escribo suena bastante contradictorio, ni yo mismo lo acabo de entender demasiado bien. Tampoco sé si seré capaz de explicar esas extrañas sensaciones, pero lo intentaré.
Frente a esa magistral y monolítica oscuridad decadente de
Disintegration,
Wish abre las ventanas a una inusual bipolaridad, por llamarlo de alguna manera. Sigue habiendo esa obsesiva oscuridad de su predecesor, esa sicodelia retorcida de dormitorio, pero incrementa su radio de acción añadiendo colores, plasticidad y luminosidad a la paleta de los negros y grises. Incluso alegría y optimismo. Te hunde y te eleva entre canciones, te sacude cambiando y mutando en sus estados de ánimo, sin pararse en uno sólo durante su camino. Tienen más cabida los claroscuros, los contrastes, la luz y la noche, consiguiendo equilibrarlos en su balanceo aparentemente alocado entre estados de ánimo. Y demostrando que en esa lucha entre el blanco y el negro, entre la luz y la oscuridad,
The Cure también saben hacer las cosas bien, también te saben transmitir alegría y felicidad con su música en su caleidoscópica vertiente más cercana al
pop luminoso. Aunque me siga pareciendo que en su lado más sombrío es donde mejor se desenvuelven y son más memorables.
La alineación que firmaba esta entrada en los 90, estaba formado en esos momentos por
Robert Smith, genio, figura y líder indiscutible, que además se ocupaba de las voces, guitarra, bajo y teclados,
Simon Gallup, bajo y teclados,
Porl Thompson en la guitarra,
Boris Williams, batería y percusiones y
Perry Bamonte, guitarra, bajo y teclados. Como curiosidad anecdótica, citar que en la portada eliminan por primera vez ese
The en su nombre, para aparecer simplemente como
Cure. Una portada que me parece bastante horrible, aunque nunca han sido grupo de portadas deslumbrantes, por lo menos para mi gusto personal. También decir que, a pesar de la controversia que creó entre sus fans, por ese tono más luminoso que ya he comentado, alcanzó el número uno en el
Reino Unido y el segundo puesto en
yankilandia. No está nada mal.
Como ya dije que no había miedo a estas alturas, comenzamos a desgranar el disco con la magnífica
Open, sumergiéndonos en su lado sombrío de manera arrastrada e hipnótica, llevados de guitarras enrevesadas que se entrecruzan para cubrir todo el horizonte. La inconfundible voz de
Smith nos lleva de la mano con ese estilo alucinado y dolido, cantando sobre las capas saturadas de sonido, de manera dulce o contundente, sonando a clásico desde sus primeros acordes.
Saltamos a
High y abrimos las ventanas, nos vamos al lado iluminado de la luna, a esa faceta más luminosa del disco, no por ello menos interesante ni menos clásica del grupo. Un tema cristalino, vital y que nos da sensación de alegría y optimismo. Romanticismo de aires celestiales y en clave
pop, que ha sonado mil veces y que es difícil que consiga aburrirnos o no hacernos sonreír por dentro. Uno de los singles más conocidos del grupo.
Apart es quizás una de mis canciones favoritas de los
The Cure, una debilidad y por ella, casi ya me merece la pena todo el disco. Quizás, aunque no lo juraría. Un tema que consigue traspasarme la piel, despertar multitud de sensaciones con su simple y a la vez sofisticada tristeza, que me resulta de una belleza espeluznante cada vez que la escucho. Esa oscuridad melancólica y decadente que tanto me gusta del grupo, tiene aquí uno de sus mejores reflejos. El lado oscuro de la luna siempre me invita a recostarme y dejarme abrazar por sus acogedoras y melancólicas sensaciones, me invita a recostarme escuchando como todo se hunde y sentir placer en ello, desde los primeros acordes, desde esa guitarra y esos teclados etéreos y difuminados con los que se inicia y continuar navegando en su doloroso y placentero camino. Para mi, sin duda, un tema magistral, bello, atemporal y una interpretación tanto instrumental como vocal, al alcance de muy pocos. Ojalá todas nuestras penas fueran tan bellas y parecieran tan hermosas al escucharlas. La he tarareado miles de veces y aún tarareándola me parece conmovedora.
Después de tocar el cielo, por lo menos para mi gusto, el disco no baja, sino que se mantiene alto con otro gran tema. Una auténtica demostración de poderoso y enérgico
rock de tintes góticos nos espera en
From the Edge of the Deep Green Sea, con un
riff de guitarra de los que se quedan pegados en la memoria y no te abandonan, lleno de desasosiego y barroquismo, afilado y dolido, acompañado de otra magistral interpretación vocal de
Robert Smith, llena de sentimiento, cuya voz es capaz de transmitirnos esa sensación de melancolía decadente y romántica como muy pocos. De las que escucharía una y otra vez en un bucle infinito, abandonándome al lado oscuro. Enorme. Un comienzo de disco que no calificaría con menos de apabullante.
Hágase la luz con
Wendy Time y relajemos tensiones, pongámonos juguetones y retocemos un poco, que brilla el sol y la noche con sus sombras aún tardará en volver. Un tema de instrumentación y guitarras distorsionadas pero luminosas y un
Smith sonando casi optimista nos invita a coger aire en clave más
popera. Buenos acompañamientos vocales y un certero estribillo que le dan colorido para un tema liviano y de facil digestión.
Doing the Unstuck es una pequeña maravilla donde se conjugan esa sutil faceta melancólica y dolida con el brillo y la alegría llena de color y energía. Un bonito y optimista tema interpretado de manera vibrante desde su barroca instrumentación repleta de colorido y un vocalista destilando clase, vida y luminosidad. Un pequeño gran tema en el lado luminoso de la luna.
Qué decir de
Friday I’m in Love que no suene a redundante. Mil veces la habremos oído y mil veces habremos pensado que es una canción de
pop casi perfecta. Ese lado luminoso elevado a la máxima potencia, como pocas veces en su discografía. Brillante, pegadiza, emotiva, para todos los públicos, te eleva el espíritu con su buen rollo.
Y llega otra vez la noche y la oscuridad, los corazones rotos, el desasosiego, la desesperanza y el desamor con otra de mis favoritas, la teatral y algo melodramática
Trust, de la que ya os he hablado alguna vez en este blog. Otra de esas para saborear con lentitud si ya has entrado en el juego, con esa melodía de piano y teclados que me parece irresistible, dulce y melancólica, íntima y sobrecogedora, aunando con sutil maestría la instrumentación y la interpretación vocal, de una manera que siempre me conmueve. Un tema de sencilla sofistificación, un canto lleno de romántico lirismo.
Continuamos en el lado oscuro de la luna con
A Letter to Elise, otro de sus clásicos y ya llevamos unos cuantos. Quizás una hermana pequeña de
Pictures of You del anterior
Disintegration, pero no por ello menos hermosa. Quizás la hemos escuchado tantas veces que le hemos perdido algo de cariño, pero cuando empieza a sonar nos enamoramos otra vez, sobre todo de ese apasionante solo de guitarra en medio de la canción, de los que me paralizan, hacen volar mi cabeza, que me gustaría que durase más, que durase toda una vida, que nos hace caer de nuevo de rodillas a sus pies, sin condiciones. Otra demostración del dominio de la melancolía y el dolor de los corazones rotos por parte del grupo.
Con las ráfagas de unas guitarras alocadas y una batería desbocada nos recibe
Cut, otro tema impresionante, lleno de energía, con un ritmo vertiginoso y deslumbrante, sobre todo en esas guitarras abrasivas, reptantes y distorsionadas. El
rock gótico debe ser algo muy parecido a esta oscura demostración de poderío.
Robert Smith se exprime al máximo llevado del paroxismo instrumental que lo arrolla todo a su paso. Brutal.
El penúltimo tema es una bonita balada titulada
To Wish Impossible Things, donde los
The Cure son acompañados a la viola por
Kate Wilkinson, dándole un tono triste y el color de los bosques en el otoño, melancólica, dulce, suave y entrañable.
El cierre a este espectacular
Wish lo pone de manera poderosa, arrastrada y contundente
End, un corte agreste, abrasivo, alucinado y alucinógeno. Su oscura y densa instrumentación se combina con las voces dobladas de
Smith para tejer una tela de araña, con tonos de sicodelia barroca y distorsionada. El disco se cierra con luz de luna nueva escondida en la nubosa oscuridad nocturna.
Y hasta aquí hemos llegado. Mi trabajo me ha costado, arañando de aquí y de allá para buscar inspiración y me conformaré con que alguien descubra este espectacular disco o consiga que vuelva a escucharlo una vez más. La oscuridad, el desamor, la dulzura, el barroquismo, el romanticismo, los corazones rotos, lo gótico, lo siniestro, la luz, el color, la energía, la alegría, el optimismo, todas las facetas que nos puede regalar
The Cure a lo largo de su historia, tienen su pequeño lugar aquí, en
Wish. La cara oscura y la luminosa se entrecruzan en el camino de estas doce canciones y nadie sale triunfante más que el que tiene la suerte de escucharlo. No me sobra ni me falta nada y para mi es uno de esos discos que no dudaría en llamar redondo. No sé si será el mejor, pero sin duda, uno de sus mejores discos. Y eso son palabras mayores hablando de
The Cure. Con esta sincera recomendación os dejo hasta la próxima, que espero que no tarde tanto ni sea tan dura su gestación.
Nos vemos.
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Escueta y contenida como debe de ser una buena reseña musical...

Algún día se me ocurrirá algo inteligente....