Nacho Torreblanca:
http://elpais.com/elpais/2015/12/22/opinion/1450798071_263715.html
En el bipartidismo a la española, el ganador de las elecciones se lo llevaba todo: desde el Tribunal Constitucional a la televisión pública pasando por el Consejo General del Poder Judicial. Pero en este extraño país donde cambia el Gobierno y se van a casa desde el director del CIS hasta el subdirector general de Marina Mercante, el bipartidismo tenía una gran ventaja: que la noche de las elecciones te ibas a la cama sabiendo quién iba a ser el próximo presidente del Gobierno.
Sin duda que el pluripartidismo es, parafraseando a Rajoy, un lío. Pero tiene una gran ventaja: los partidos que gobiernan en coalición se vigilan unos a otros, tienden a no hacer demasiadas tonterías y suelen ser menos corruptos y autoritarios. ¿Fin de la historia? No. El problema es que España ha abandonado el bipartidismo pero no ha entrado todavía en el pluripartidismo. En el pluripartidismo hay tortas por estar en el Gobierno y pánico por quedarse en la oposición. Pero en la España posterior al 20-D lo que parece que hay es pánico a gobernar y tortas por estar en la oposición. Vean por ejemplo las palabras de Pablo Iglesias en la noche electoral. En lugar de ofrecer a sus votantes una coalición de izquierdas para desalojar al PP e imprimir un giro social a la política económica, ha levantado ante el PSOE un muro de condiciones de imposible cumplimiento que garantizan, sí o sí, que en España no habrá un Gobierno de izquierdas a la portuguesa. Con su petición de blindaje constitucional, reforma electoral, referéndum revocatorio y consulta de autodeterminación, Iglesias no busca cambiar las políticas, sino las estructuras del régimen. Todo ello con 69 escaños (en realidad solo 42 que controle directamente). Nadie pide más por menos. Y si no, arreando a las urnas.
Algunos ilusos pensamos que entrábamos en el territorio de los pactos que nos dibuja la serie danesa Borgen, pero los líderes de Podemos parece que siguen instalados en la serie Juego de Tronos sobre la que tanto han escrito. ¿Por qué pactar, diría Khaleesi, pudiendo aprovechar la debilidad de tu oponente para aniquilarlo? Seguimos esperando a Birgitte Nyborg. @jitorreblanca
Expansión: España: de Juego de Tronos a Borgen
http://www.esade.edu/web/esp/about-esade/today/esade-opinion/viewelement/318963/1/espana:-de-juego-de-tronos-a-borgen
Durante los últimos meses hemos oído hablar con desdén de posibles “coaliciones de perdedores” y con admiración de Dinamarca. Ello contrasta con la propia experiencia electoral del país escandinavo. Así, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt se convirtió en primera ministra tras alcanzar la segunda posición en las elecciones de 2011. Cuatro años después ganó las elecciones y dimitió inmediatamente. Nada extraño en un sistema parlamentario. En la UE no gobierna siempre la lista más votada. Es el caso de la citada Dinamarca, Letonia, Luxemburgo, Portugal y algún otro Estado más. En Bélgica el primer ministro Charles Michel sólo obtuvo el 9,3% de los votos. Incluso la propia Comisión Europea está conformada por 28 comisarios, uno por Estado miembro, de diferentes partidos políticos europeos: centro-derecha, socialdemócratas, liberales y conservadores euroescépticos (ECR).
Sin embargo, es lógico que nos extrañe contar con un hung parliament (parlamento colgado o sin mayorías claras) ya que España sólo ha sido gobernada por ejecutivos monocolor, ya sea en minoría o aplicando el rodillo propio de las mayorías absolutas. España es probablemente el único país de la UE que no tiene experiencia de gobiernos de coalición a nivel nacional pese a ser comunes a nivel regional. De hecho es lo habitual en Aragón, Baleares, Canarias, Euskadi, Cataluña o Navarra. Hoy, en torno a 20 países de la UE están gobernados por coaliciones, alrededor de un tercio de ellas grandes coaliciones o coaliciones consideradas antinaturales. Ante resultados poco concluyentes y mandatos imprecisos, en nuestro entorno reinan los pactos y las concesiones con gobiernos de coalición que en muchas ocasiones sólo están unidos alrededor de objetivos programáticos.
El resultado de las elecciones del pasado domingo nos deja la imagen de un parlamento complejo y plural que se asemeja más a su electorado que los anteriores. España se ha acompasado así al contexto europeo con más fragmentación y polarización en el parlamento. Al contrario que en el Norte de Europa, el shock que ha recibido nuestro sistema de partidos no proviene de la extrema derecha sino de la izquierda y los impulsores de demandas excluidas de la agenda política. Debemos congratularnos por la no representación de ideologías racistas y eurófobas que han sabido capitalizar el descontento generado por la crisis económica para ganar adeptos en la mayor parte de Europa
A corto plazo, las exigencias de los nacionalismos periféricos y los intereses tácticos pueden complicar la gobernabilidad y los compromisos adquiridos a nivel europeo. El escenario de una gran coalición PP-PSOE está descartado ya que propiciaría que Podemos se constituyera como referente de la izquierda orillando al PSOE. De esta manera, las diferentes combinaciones para investir a un presidente sólo serán posibles si se dan múltiples concesiones. Es decir, si los partidos prefieren cruzar sus propias líneas rojas, especialmente los emergentes, a convocar de nuevo elecciones.
En cualquier caso, sólo es cuestión de tiempo que las demandas de reformas económicas y regeneración democrática e institucional encuentren cauce en un sistema parlamentario multipartidista. Es hora de olvidar Juego de Tronos, en la que se glorifica la lucha descarnada por el poder, y disfrutar de la deliciosa serie Borgen, en la que la primera ministra danesa Birgitte Nyborg trata de mantener cohesionada su coalición de gobierno.
Nos dirigimos hacia una nueva normalidad que requerirán cambios en nuestra cultura política. El parlamento volverá al centro de la vida pública. Se acabó el tiempo de las mayorías absolutas y comienza el de la transacción. No será un proceso rápido ni sencillo pero no tiene vuelta atrás. España no es diferente.