Salvador Allende dedicó su vida a la de los demás. Antes de lograr la presidencia fue con treinta años el ministro de salubridad en el gobierno de izquierdas del Partido Radical, presidido por Pedro Aguirre Cerda durante 1938 y 1941.
Desde esa posición Salvador Allende denunció la mísera situación que la población chilena estaba sufriendo publicando un libro llamado “La realidad-político-social chilena” donde declaraba que Chile poseía los índices de desnutrición y mortalidad infantil más altos del mundo, además se quejaba de la penosa situación de los obreros y de la desprotección de los ciudadanos ante enfermedades como la tuberculosis, la sífilis y la cirrosis. Para hacer frente a esta situación Salvador Allende lanzó el proyecto “Servicio Nacional de Salud” que garantizaba la atención médica gratuita en unas condiciones aceptables a todo el pueblo de Chile.
El giro anticomunista del gobierno de Pedro Aguirre Cerda propició la renuncia de Salvador Allende a su cargo y a su participación en el gobierno. La “Ley de Defensa de la Democracia” ilegalizaba al Partido Comunista de Chile y establecía que los militantes y los que estuvieran relacionados de alguna forma con el Partido Comunista quedaban fuera del registro electoral, prohibiéndoles votar. Salvador Allende no aceptó esa ley considerándola un ataque a la democracia.
Después de la renuncia Salvador Allende dedicó todos sus esfuerzos en conseguir la presidencia por la dignidad del pueblo chileno, según las propias palabras de Allende, “no es posible dar salud y conocimientos a un pueblo que se alimenta mal, que viste andrajos y que trabaja en un plano de inmisericorde explotación”. Cuatro veces se presentó Allende a las elecciones hasta que resultó elegido.
En 1951 el Partido Socialista popular, escisión del Partido Socialista de Chile al que Allende se unió durante la escisión no lo respaldó como su candidato presidencial por lo que volvió al Partido Socialista desde donde impulsó la creación del Frente del Pueblo, junto con el Partido Comunista. En 1952 Allende se presentó como candidato presidencial por el Frente del Pueblo logrando poco más de 52.000 votos. Aún así logra ser elegido diputado y presenta en 1953 un proyecto para la nacionalización del cobre.
La siguiente vez que Allende se lanza como candidato presidencial es en el año 1958 como candidato del Frente de Acción Popular, integrado por la unificación del Partido Socialista de Chile con el Partido Socialista Popular y el Partido Comunista, en esta ocasión Allende logra alcanzar la segunda posición detrás del derechista Jorge Alessandri. En ese momento Allende era el Presidente del Senado.
En 1963 el FRAP lo vuelve a postular su candidato presidencial consiguiendo casi un millón de votos, el 38% de los sufragios en las elecciones de 1964. Antes de estas elecciones Allende fue uno de los que apoyó la huelga de los mineros que duró más de tres meses. Además recorrió todo el sur del país durante 1960 visitando a los afectados por un terremoto de proporciones catastróficas y recogiendo sus denuncias con las que elaboró diferentes proyectos de ley.
Finalmente logra la presidencia a finales del año 1970 en medio de un clamor popular que hasta puso música al programa político de la Unidad Popular, movimiento político y social que integraba a los partidos Comunista, Socialista, Izquierda Radical, Cristianos de Izquierda, Movimiento de Acción Popular Unitaria y a diferentes organizaciones campesinas. Esta victoria se logró con el 36,3% de los votos, lo que le dio a Allende una mayoría relativa que propició un senado de mayoría opositora a su programa socialista.
Socialismo chilenoEl presidente Salvador Allende, el 21 de mayo de 1971, en su primer mensaje al pleno del congreso chileno, sentó las bases ideológicas no sólo de la izquierda chilena, sino mundial.
Mediante su trabajo, “La vía chilena al socialismo”, Allende influenció profundamente el programa de la Unidad Popular y los movimientos revolucionarios del mundo hasta hoy.
El presidente Allende, señaló a la corrupción de la oligarquía chilena como principal causante del subdesarrollo del país, y llamó al pueblo a romper con la explotación de esa clase gobernante, edificando una nueva economía donde el fruto del trabajo del pueblo no fuera a parar a “intereses extranjeros” y a la propia oligarquía chilena, sino al pueblo trabajador.
Allende considera el proceso revolucionario de Chile como el segundo modelo de transición al socialismo y lo califica de momento histórico al no tener precedentes en la historia. Por primera vez la izquierda marxista llegaba al poder sin violencia y se planteaba su consolidación de manera pacífica, usando para ello las instituciones que habían servido a la burguesía como instrumentos de poder, además de crear otras nuevas que ayudasen a la emancipación del pueblo.
El presidente chileno rechazaba a los que decían que su gobierno fracasaría por ese pensamiento, “los escépticos y los catastrofistas dirán que no es posible. Dirán que un Parlamento que tan bien sirvió a las clases dominantes es incapaz de transfigurarse para llegar a ser el Parlamento del Pueblo chileno”. Allende no veía impedimentos, teniendo la mayoría de los votos de los diputados, para aprobar su programa de gobierno, “por mi parte declaro, señores miembros del Congreso Nacional, que fundándose esta institución en el voto popular, nada en su naturaleza misma le impide renovarse para convertirse de hecho en el Parlamento del pueblo”.
La prueba de ello fue la aprobación de la Reforma Agraria o la nacionalización del cobre. Por otra parte cabe destacar que Allende consideraba de vital importancia la creación de nuevas instituciones que ayudasen al pueblo a constituir una nueva sociedad basada en los desposeídos.
En las líneas que componen La Vía Chilena al Socialismo, Salvador Allende declara como objetivo último la creación de un nuevo modelo de estado, economía y sociedad centrado en el hombre, sus necesidades y sus aspiraciones. Lo que él llamó el humanismo marxista.
Para ello haría falta la creación de nuevas instituciones de ordenación socialista que no pusieran trabas a los anhelos del pueblo de superación del capitalismo, expresados por voto popular. Si bien Allende creía que las instituciones burguesas, bajo control de los revolucionarios servirían perfectamente para transitar al socialismo, a su vez consideraba que el capitalismo no había sido capaz de construir las instituciones que la sociedad necesita para satisfacer las necesidades y aspiraciones de todos sus integrantes. Por ello aboga por la construcción de unas nuevas que sí lo logren.
Es esa voluntad popular la que Allende afirma que debe legitimar todas las acciones del gobierno y además participar de ellas, creando así los cimientos de la democracia participativa, rasgo característico de las revoluciones que se viven ahora en América Latina. Para Salvador Allende no habría proceso revolucionario si el pueblo por sí mismo no fuera quién construyera el nuevo modelo de sociedad.
Para lograrlo estableció cinco puntos fundamentales:
- El principio de la legalidad. Allende considera que el sistema jurídico vigente en el capitalismo bloquea el camino al socialismo, puesto que esas normas están pensadas para regular conductas sociales en base a la protección de los privilegios de la oligarquía. Por lo tanto, el socialismo se regiría por el principio de legalidad, lo que significa que son necesarias las leyes, pero no “una ordenación legal cuyos postulados reflejan un régimen social opresor” típica del capitalismo, sino una basada en “normas jurídicas que responderán a las necesidades de un pueblo esforzado en edificar una nueva sociedad”.
- Desarrollo institucional. Al igual que con el ordenamiento jurídico, Salvador Allende se plantea que no hay socialismo posible con una constitución liberal y por ello considera necesario preguntar al pueblo mediante referéndum si desea una nueva constitución y de ser el caso llevar a cabo más votaciones para elegir a los diputados que la elaborarán y para que finalmente el pueblo lo ratifique en un nuevo referéndum.
- Libertades políticas. Salvador Allende dice que las libertades políticas son derechos que el pueblo ha ido conquistando “en el penoso camino por su emancipación”, y por ello su deber no es sólo mantenerlas, sino fortalecerlas, “el Gobierno de la Unidad Popular fortalecerá las libertades políticas. No basta con proclamarlas verbalmente porque son entonces frustraciones o burla. Las haremos reales, tangibles y concretas, ejercitables en la medida que conquistemos la libertad económica”.
En la sociedad existen diferentes sectores con unos intereses enfrentados y, ante esta disyuntiva, Salvador Allende se decanta por las libertades políticas de “todos los que ganan su vida con el esfuerzo de su trabajo: obreros y profesionales, técnicos, artistas, intelectuales y empleados […] nuestro Gobierno ampara a los pequeños y medianos empresarios. A todos los sectores que, con intensidad variable, son explotados por la minoría propietaria de los centros de poder”.
- La violencia. “Nuestro pueblo aspira legítimamente a recorrer la etapa de transición al socialismo sin tener que recurrir a formas autoritarias de gobierno”. El presidente de Chile considera fundamental la llegada al poder del pueblo y la consecución del socialismo sin ningún tipo de violencia ni forma autoritaria de gobierno, a excepción de que la violencia sea usada por la oligarquía contra la decisión del pueblo.
- Lograr las libertades sociales. Allende declara a su revolución como económica y social y no política. Mientras que una revolución política sólo atiende a las formas y no al fondo, con lo que no se logra la superación del capitalismo; una revolución económica y social reemplaza el modelo capitalista por uno socialista, lo que según Allende tarda varios años. Debido a ello se necesita un proceso intermedio, las libertades políticas y una igualdad económica, para lograr finalmente las libertades sociales.
Salvador Allende, en su papel de filósofo político, influenció a la izquierda mundial con las tesis expuestas en este trabajo: la forma de llegar al poder y mantenerlo, la participación popular mediante la democracia participativa, la transición al socialismo y la creación de una nueva sociedad han sido y son el ejemplo para la izquierda de valores marxistas que lucha por un mundo más justo, como podemos observar en los procesos de los pueblos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua entre otros.
Gobierno de la Unidad PopularAl ganar las elecciones con poco más del 36% de los votos la Unidad Popular tuvo que pactar con la Democracia Cristiana. El precio fue alto: no se podría llamar a una asamblea constituyente que pariera una nueva constitución. Allende tendría que esperar a las próximas elecciones para ganarlas con mayoría absoluta, aunque como se comprobó en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 la Unidad Popular no alcanzó la mayoría parlamentaria pero obtuvo un 44% de los votos, es decir, su apoyo había aumentado un 8% en sólo dos años. Por otra parte la Unidad Popular aceptando ese pacto, consiguió el apoyo de la Democracia Cristiana en todas sus propuestas parlamentarias, lo que significa que, limitados por la constitución burguesa vigente, la Unidad Popular pudo llevar a cabo su programa político.
El gobierno del pueblo que lideraba Allende tuvo que enfrentarse a una oposición salvaje y violenta. Los medios de comunicación, en manos de la oligarquía tergiversaban las informaciones que hablaban de la Unidad Popular, corrían rumores falsos sobre corrupción de los ministros de Allende, en definitiva, desinformaban a la población en busca de la recuperación de sus privilegios, perdidos a favor del pueblo.
La oligarquía también provocó un desabastecimiento de alimentos, debido a que aún poseían la mayoría de las tierras.
La virulencia de la oposición fue creciendo a medida que aumentaba el apoyo popular del gobierno de la Unidad Popular llegando a atacar a militantes y simpatizantes de la Unidad Popular y destrozar sus sedes, hechos impulsados por la organización terrorista Patria y Libertad. Si bien en las elecciones municipales de 1971 la UP obtuvo un 51% de los votos totales, la oposición a Allende, con la campaña de descrédito y el desabastecimiento de alimentos, pensaban que en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 no tendrían problemas para lograr la mayoría y destituir a Allende en el parlamento. Cuando vieron que la UP obtuvo el mayor número de votos no les quedó otro camino que la subversión y el golpe de estado.
Mientras la oligarquía desesperada hallaba la manera de echar al pueblo del poder, éste tomaba el control de la industria y de las tierras, gracias a las nacionalizaciones del cobre, la salitre y el carbón y sobre todo, a la Reforma Agraria impulsada por Allende, esforzándose por producir todo lo que la oligarquía les robaba.
El creciente apoyo al gobierno de Salvador Allende se debía a que el pueblo participaba activamente en el gobierno, formando parte de él, y a la vez se veían beneficiados por las acciones de éste.
Se produjeron importantísimos logros en materia de salud. Al declararla como derecho del pueblo, la UD la hizo gratuita. La mortalidad infantil bajo en un 16% durante los 3 años de gobierno revolucionario, pasando del 79% al 63%, la mortalidad de los recién nacidos descendió un 20% y la desnutrición infantil en un 17% gracias al programa de “medio litro de leche diario para madres y niños”. Se consolidó un sistema de salud av anzado que atendía gratuitamente en 1.972 a más de 8 millones de chilenos, más de la mitad de los que se atendía antes, cobrando, del gobierno de Salvador Allende. La atención gratuita en hospitales aumentó en más del 20% y casi en 70% la atención de urgencias y también se crearon consultorios periféricos en los barrios de todas las ciudades de Chile.
Se logró hacer participar al pueblo en las decisiones gubernamentales sobre salud, mediante las Organizaciones Locales de Salud, donde el pueblo se reunía periódicamente con delegados del colegio de médicos, trabajadores de la salud y representantes del gobierno para diseñar los planes en materia de salud del Gobierno de la Unidad Popular.
En cuanto a la alimentación, el pueblo ganó la batalla al desabastecimiento que la oligarquía llevó a cabo para crear una revuelta popular contra Allende. El consumo de carne, por ejemplo, aumento en más del 20%.
La educación también fue declarada gratuita y se llegaron a imprimir miles de libros, de todos los temas, que se repartían gratuitamente en los centros de trabajo o por la calle para que el pueblo chileno se ilustrase. Durante el gobierno de la Unidad Popular miles de trabajadores pudieron continuar sus estudios, y otros miles abandonar el analfabetismo.
Otros logros importantes fueron la estatización de la banca, el reconocimiento de todos los derechos a los indígenas mapuches, el aumento de las pensiones a los jubilados, la ejecución de los derechos laborales exigidos por los trabajadores, como la jornada laboral de 7 horas, las vacaciones pagadas, la prohibición del despido injustificado y lo más importante, el mayor control de los trabajadores en la producción de las empresas, que cada vez en mayor número lograban gestionarla ellos enteramente gracias al reglamento sobre participación en las empresas, aprobado por los parlamentarios de la Unidad Popular.
Golpe de estadoEl pueblo, que había llegado pacíficamente al poder, mediante las urnas y respetando las normas de la democracia burguesa, estaba disfrutando de un gobierno que sí les representaba. Por desgracia ese gobierno no era complaciente ni con la oligarquía chilena ni con la estadounidense y sus empresas. Al nacionalizar el cobre, el presidente Allende estaba dándole al pueblo los beneficios de la industria que ese mismo pueblo trabajaba, pero a su vez, estaba quitándole a las empresas estadounidenses unos enormes beneficios fáciles de conseguir.
Allende quebró la corrupción por la que la oligarquía chilena violaba la soberanía del país dándole a las empresas estadounidenses la riqueza propiedad del pueblo de Chile por un pequeño porcentaje de las ganancias. Y eso no se podía permitir.
Debido a ello el gobierno estadounidense junto con la oligarquía chilena intentó echar a Allende del poder desinformando y desabasteciendo de alimentos a la población, intentado crear un rechazo del pueblo chileno hacia la figura del presidente Allende. Al no lograrlo, el ex presidente de Estados Unidos de América, Richard Nixon, contactó con el dictador Brasileño Emilio Garrastazu, al que le dio cuantiosos fondos para influenciar a las fuerzas armadas chilenas con el objetivo de darle un golpe de estado a Salvador Allende.
Cuando Allende ganó la presidencia el Comandante en Jefe del Ejército de Chile era René Schneider Chereau, el impulsor de la Doctrina Schneider, por la cual el ejército se limitaría a garantizar el orden constitucional de cualquier gobierno legítimo, incluido el de Allende.
Por lo tanto este militar de profundas convicciones democráticas y de respeto a las decisiones de su pueblo era contrario al golpe de estado contra el Gobierno de la Unidad Popular, así lo declaró en diversos medios públicos ante la pregunta de cuál sería su posición si Allende, un político marxista, ganase las elecciones. Murió asesinado por los terroristas del grupo fascista Patria y Libertad el 25 de octubre de 1.970.
Al morir el general Schneider, fue nombrado el General Prats, afín a la Doctrina Schneider, Comandante en Jefe del Ejército de Chile. Prats, fue ratificado en el cargo y nombrado ministro de defensa por Salvador Allende en agosto de 1973, pero el 23 de agosto Prats renuncia a todos sus cargos por la presión de los militares y al confirmar que ninguno de sus generales lo apoyaba públicamente. Su sucesor fue Augusto Pinochet, considerado el segundo al mando de Prats.
Allende confiaba en Pinochet porque creía que él suscribía la Doctrina Schneider, y lo hacía hasta tal punto que, durante el golpe de estado, mientras Pinochet exigía bombardear el Palacio Presidencial de la Moneda aún a riesgo de asesinar a la familia de Allende, éste dijo a uno de sus ministros “pobre Augusto, lo deben de haber apresado” justificando su ausencia.
Aquel 11 de septiembre de 1.973, el proyecto de emancipación del pueblo chileno, su búsqueda de la justicia social y un mundo mejor se vieron violentamente truncados por las ansias de poder y dinero de una oligarquía que no supo respetar a nada que no fuera dinero.
Sacado de
un reportaje que escribí hace unos años precisamente para homenajear la figura de Salvador Allende. Lo he reproducido aquí porque algunos datos son curiosos y difíciles de encontrar por ahí.
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Las comparaciones entre Chile y los países bolivarianos están fuera de lugar. No había la misma pobreza en Chile que en Venezuela en el año 1998, Chile no sufre un embargo económico que produce pérdidas millonarias cada año ni los Estados Unidos de América tientan a los chilenos con exclusivos derechos -por encima de los del resto de ciudadanos del mundo- si emigran a aquél país. La última vez que la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, agencia de la ONU) midió la pobreza en ese país en 2011 estaba en torno al 15%, bastante cercana a la de Venezuela y eso que en 1998 (año en que Chávez ganó las elecciones) la pobreza en Venezuela superaba ampliamente el 70% en la mayoría del país (sobre todo en el ámbito rural) y en Chile la tasa de pobreza ese mismo año era mucho más baja (45%). Si comparamos ese índice desde 1998 vemos que Venezuela ha reducido mucho más la pobreza que Chile.
Sin embargo Chile está empezando a tener problemas fruto de un sistema neoliberal que no puede garantizar el estado del bienestar a todos durante mucho tiempo -tal y como estamos viendo aquí en nuestro país-.
Ha comenzado la privatización de la educación y la respuesta del gobierno de Piñera a la oposición de estudiantes y profesores ha sido represión. Han firmado un TLC con EEUU igual al que Colombia rubricó hace varios años y ya estamos viendo ahora lo que está pasando en Colombia fruto de esos acuerdos. Los indígenas chilenos (mapuches) son maltratados y reprimidos brutalmente cuando simplemente se ponen a exigir sus derechos ancestrales, mientras que en los países bolivarianos se cuida muchísimo a los pueblos indígenas. No me parece que Chile sea ejemplo de nada sobre todo cuando su bipartidismo profundiza a cada legislatura el libre comercio que les marcan los EEUU, el FMI y el BM.