
Probablemente influido por la muerte de la abuela de Smith y la madre de Tolhurst, la música del trío se vuelve tan gris y difuminada como la ¿casa? que muestra la portada. El inicio con "The Holy Hour" es definitorio: un bajo que suena como oxidado, atmósferas lúgubres, percusiones mínimas, la épica derrotada y la luz de la guitarra limpia de Smith en una canción para enmarcar. Los teclados se adueñan de la magnífica viñeta fantasmagórica de "All Cats Are Grey" y la contradictoria turbiedad celestial de "The Funeral Party". La voz de Smith, cada vez más angustiada y expresiva, domina la perfectamente titulada "The Drowning Man" y el final evanescente con el tema-título. Pero en el álbum también hay espacio para la acción: el acelerado single "Primary" (a Robert le gustaban mucho los Buzzcocks y esto puede ser la versión siniestra del punk a toda máquina de los de Pete Shelley) y la explosión de rabia de "Doubt". La primera obra magna de la banda y un excelente ejemplo de que la belleza puede quemar y doler en silencio, como un grito ahogado. O como mismamente decía Smith: "I went away alone/ With nothing left but faith".
La batería retumba, maquinal, la guitarra afilada corta la viciada atmósfera, Smith empieza "One Hundred Years" con un "Doesn't matter if we all die" que tumba a las primeras de cambio. Poca broma, aquí se viene a sufrir, o, como poco, a compartir el sufrimiento de un Robert Smith que en aquel momento, con veintidós años, acariciaba la idea de acabar con su vida. En "Pornography" todo es tan arrastrado y miserable que hay que entrar con ganas de hacer penitencia. Vamos, es que ni el single "The Hanging Garden" da para single, avisados estáis. Pero, a pesar del dolor y la oscuridad total que rodea la concepción del álbum y en esencia es el epicentro de la música, aquí no hay balbuceos ni experimentos con gaseosa: los ocho temas son terriblemente enormes y en mi opinión conforman una auténtica OBRA MAESTRA.
La secuencia es muy inteligente. La banda deja el via crucis de las procesiones funerarias que son "Siamese Twins" y "The Figurehead" para el final de la Cara A y el principio de la B, y van intercalando los pequeños respiros que suponen "A Short Term Effect" y, sobre todo, "A Strange Day", de lo más uptempo y tarareable de todo el álbum. La belleza helada, esos cristales de sintetizador que conforman la tremenda "Cold", prologan la degradación violenta del tema-título (curiosamente, todos los discos de su trilogía clásica terminan con el tema-título).
"I must fight this sickness/Find a cure", dice Smith al final del álbum. Y me alegro de que lo consiguiera. Yo, por mi parte, me alegro de haberle seguido en su peregrinación entre las sombras: paradójicamente, un álbum tan descarnado me hizo la vida más fácil y llevadera en una etapa difícil como el final de la adolescencia.