
Uno pasa imperceptiblemente de una escena, una edad, una vida a otra. De repente, al caminar por una calle, ya sea real o soñada, uno se da cuenta por primera vez que los años han volado, que todo esto ha pasado ya para siempre y que solo permanecerá en el recuerdo; entonces el recuerdo se mete mas adentro con una extraña y absorta brillantez, y uno repasa esas escenas y esos acontecimientos perpetuamente, en sueños y meditaciones, mientras camina por una calle, mientras se acuesta con una mujer, mientras lee un libro, mientras habla con un desconocido... de repente, pero siempre con una extraordinaria insistencia y siempre con una extraordinaria exactitud, estos recuerdos se entremeten, surgen como fantasmas y penetran en cada fibra del propio ser.
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Nada a cambiado desde el día en que por primera vez bajé a la calle para echar una mirada a la vida por mi propia cuenta. Lo que he aprendido desde entonces es falso y no tienen ninguna utilidad. Y ahora que he arrinconado lo falso, el rostro de la tierra es todavía mas cruel para mi que en un principio. En este vómito nací y en este vómito moriré. No hay salida. No existe ningún paraíso al que pueda huir. La balanza está en equilibrio. Sólo es necesario un pequeñísimo grano de arena, pero este granito de arena es imposible de encontrar. Faltan espíritu y voluntad. Nuevamente pienso en la maravilla y el terror con los que la calle me inspiró por primera vez.
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bastante molón