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 Slipknot
The End, So Far
ZONA-ZERO
79
20 VOTOS
65
+
Slipknot

The End, So Far

Publicación:
Septiembre 2022
Sello:
Roadrunner Records
Productor:
Slipknot, Joe Barresi
Género:
metal
Estilos:
groove metal, alternative metal, nu metal

Tracklist

  • 1. Adderall
  • 2. The Dying Song (Time to Sing)
  • 3. The Chapeltown Rag
  • 4. Yen
  • 5. Hivemind
  • 6. Warranty
  • 7. Medicine for the Dead
  • 8. Acidic
  • 9. Heirloom
  • 10. H377
  • 11. De Sade
  • 12. Finale

Miembros

  • (#0) Sid Wilson – platos, teclados
  • (#4) Jim Root – guitarras
  • (#5) Craig "133" Jones – samples, teclados
  • (#6) Shawn "Clown" Crahan – percusión customizada, coros
  • (#7) Mick Thomson – guitarras
  • (#8) Corey Taylor – voz y coros
  • Michael Pfaff – percusión y coros
  • Alessandro Venturella – bajo, piano
  • Jay Weinberg – batería, percusión

Análisis

por el 01 Oct 2022
4392 lecturas
Cada vez gesticula más con las manos al hablar. Se nota en el ruido de sus pulseras de latón al chocar entre sí. Va subiendo el tono de su confesión. Algún balbuceo que otro se le escapa, como si su inconsciente luchase por escapar de la cárcel de lo políticamente correcto. Joey Jordison se levanta de su silla airado cual flamenco tras echar su cante. No tenía muchas más opciones si de verdad quería sonar creíble. Acaba de vomitar lo que nadie en su posición hubiera dicho sin sonar ridículo: "Iowa es para siempre, es uno de los... No, espera, lo voy a decir: es el mejor y más pesado disco de metal de todos los tiempos. Fin." El momento quedó para la posteridad en el dvd adjunto a la edición 10º aniversario del disco.

Cuando la sombra de una obra maestra como "Iowa" vuela baja, el peligro de corromper la valía de toda una discografía posterior se torna real. ¿Cómo? Infravalorándola al ser este álbum la vara de medir con la que Slipknot solía comparar cada uno de sus nuevos lanzamientos. No solo no tiene sentido intentar replicar "Iowa" sino que repetir propuesta tampoco es coherente con la línea evolutiva de la banda. Ese disco de death metal pesado, cabreado, oscuro y groovero es una anomalía en la historia de una discografía más bien dispersa. ¿Os acordáis cómo empezó todo esto? Con un cedé autoeditado en 1996 y limitado a 1000 copias. Aquello era como si Rippikoulu versioneara el "Chaos A.D." y tuviera como segundo vocalista a Mike Patton. Qué maravilla tan desconcertante como reivindicable fue y es "Mate. Feed. Kill. Repeat.".

Si "Iowa" suena como suena es porque supieron abrazar el contexto donde fue creado: una asfixiante cuenta atrás en la que una discográfica encerró a 9 músicos en un estudio de grabación. Se les negó tener un mes de preproducción para juntar sus ideas y darles un orden. Compusieron y grabaron en el estudio. Y se hicieron fuertes en la adversidad. Pudieron trasladar sus frustraciones a su música de una manera tan pura como icónica. Por eso Corey Taylor pudo berrear hasta la afonía sus dos sobredosis de cocaína antes de cumplir 18 años, sus desayunos de whisky y la eterna fatiga de sentirse un fraude provocada por la figura ausente de un padre que no quiso verle crecer. Quedaos con la anécdota de este proceso de producción para más adelante.

¿Por qué hasta ahora Slipknot ha tenido tan en mente sus hitos pasados? Porque saben que deben premiar a dos grupos de fans tan diferenciados como irreconciliables. Para premiar al primer grupo de seguidores, los añejos nostálgicos del 2001 o maggots, llevan desde 2019 configurando sus directos para descargar los temas más rabiosos del álbum homónimo y "Iowa", añadiendo variedad con temas selectos del "Vol. 3: The Subliminal Verses" y "All Hope Is Gone". Y es justo decir que no han sonado tan compactos, tan técnicos y tan desbocados desde la gira del disco de la cabra (cuyo nombre oficial es "Eeyore", protagonista del tema oculto en el disco homónimo). Necesitan mantener viva la llama de sus inicios para este primer y probablemente más numeroso grupo de seguidores. Por eso sus discos siempre incluyen temas rebosantes de testosterona y rabia, como ocurre en "The End, So Far" con "Warranty" y "H377". Es una suerte de impuesto revolucionario que la banda paga gustosa.

Para premiar al segundo grupo de seguidores, más tolerante al cambio, utilizan sus discos para abordar ideas fuera de su dominio como si de una isla de pruebas nucleares se tratase. Lo hacen de manera que esto no supone una afrenta para los nostálgicos: sus aguerridos setlists solo son salpicados temporalmente por los singles de cada nuevo lanzamiento. En este segundo grupo hay heterogeneidad, y en ella nadamos cómodos los versos libres que no tenemos demasiados problemas con intelectualizar o reflexionar de más. Pero esto no es una guerra entre apocalípticos e integrados. No estoy negando que el primer grupo no sepa apreciar el cambio en el estilo de la banda. Lo aprecia, pero autoimponiéndose límites. 

Desde 2014 Slipknot lleva demostrando una profesionalidad consagrada profundamente arraigada en componer siguiendo una fórmula. En 2019 comenzaron a darse cuenta de que ni "Iowa" ni siquiera "Vol. 3: The Subliminal Verses" podían ser replicados ni en estilo ni en espíritu. En parte, porque a la fuerza ahorcan y la notoria ausencia de la sección rítmica original artífice de los mentados álbumes era ya flagrante. Había que volver a reinventarse zambulliéndose en una búsqueda de identidad. Búsqueda que han ido postergando en aras del secuestro nostálgico en el que creativamente se veían inmersos. Creo que nadie puede negar a estar alturas que, durante todo el "Vol. 3: The Subliminal Verses", las guitarras de Jim Root y Mike Thomson se dedican a perseguir el rastro de los endiablados beats por minuto de Joey Jordison. O cómo Paul Gray añadía tono, profundidad y capas a los temas sacrificando protagonismo por contribución. No solo eso: cuando Paul Gray se colgaba la guitarra y se juntaba con Joey Jordison el resultado solían ser decenas de demos que estaban listas para el resto de la banda antes de empezar a trabajar cada disco nuevo. Ahí fue cuando el resto de miembros originales tuvieron que dar un paso adelante y tirar del proyecto. Y también cuando empezaron a asimilar las aportaciones compositivas de los nuevos músicos que ocuparon sus lugares.

Quizás gran parte del éxito de "We Are Not Your Kind" sea por ser su disco con menos trazas de revisionismo en 15 años. Ya no tenía tanto sentido nombrar durante la promoción a discos que no visibilizan sus competencias e inquietudes actuales. Exploraron un catálogo de referencias musicales más allá del legado de su propia discografía. Asi nacieron "Birth of the Cruel" y su estimulante regusto industrial en percusiones y guitarras; "A Liar's Funeral", un escarceo efectivo con los clichés del doom metal; "Spiders", con un diseño de sonido que parecía sacado de las sesiones del "Lullabies to Paralyze" de Queens of the Stone Age y los casi 7 minutos de electrónica ritual de "My pain".  

Lo de "éxito" no era en vano. 15 años después de haber sacado sus mejores discos, 9 años después de perder a uno de sus fundadores y parte fundamental de la composición, 6 años después de que echaran al talentoso e icónico batería original y tan solo 5 meses después del truculento despido de Chris Fehn nadie hubiera vaticinado que Slipknot iba a salir al mundo. "We Are Not Your Kind" tiene una recepción crítica notable fuera de los circuitos habituales. Con apariciones estelares como las de la publicación elitista Pitchfork o la revista independiente de metal extremo Invisible Oranges, por poner dos ejemplos representativos. Aparece una tercera vía o grupúsculo dentro de sus seguidores: la figura del converso al que le aburre o ignora el resto de su discografía anterior pero le entretiene y maravilla su penúltima referencia. De pronto, los de Des Moines interesan a un público maduro con bagaje en música extrema que, probablemente, no se había tomado en serio a la formación hasta entonces.

¿Es por ello "We Are Not Your Kind" un disco experimental? No sería preciso afirmarlo. Uno debería cuidarse de llamar experimental a la música que no suele escuchar. Lo que acontece en ese disco no hace tambalear los cimientos de la música extrema. Ni siquiera hay nada que no estuviera antes de forma primigenia en "Mate. Feed. Kill. Repeat.". Pero sí reabre la búsqueda que llevaba cerrada desde 2004. Y eso sí es un momento histórico para la banda. El momento en el que Slipknot pasó de la lucha fútil contra su propio perfeccionismo a la opción elegante: un suspense sofisticado con toques de agresión controlada. No por nada, uno de los interludios del disco lleva por título "What's Next".

Hasta aquí el estado de la cuestión del momento que vive esta formación en 2022. Con un último disco que publicar para finalizar su longevo contrato discográfico con Roadrunner Records, deciden acabar con una nueva entrega de su aventura musical. Otras bandas con su estatus hubieran tirado de recopilatorio con tema nuevo o incluso hubieran negociado un disco en directo. No descarto el debate de si necesitan seguir sacando nuevas canciones o si ya cuentan con un cancionero más que digno para altenar setlists durante décadas. De su futuro hablaré al final de esta reseña. Por lo pronto, el debate se aplaza porque la opción elegida por los de Des Moines es el esfuerzo. 

Parafraseando a un amigo, "The End, So Far" y "Iowa" tienen en común no buscar agradar a nadie y presumir de una desestructura que no lo es en absoluto. Sin buscarlo descaradamente, sus dos esencias se han visto entroncadas por las condiciones en las que fueron grabados. Hora de recuperar los trazos rápidos con los que describí cómo se grabó aquel disco. Y es que, una vez más, la fatídica gestión de Roadrunner Records les ha impedido disfrutar de un período de preproducción. El absurdo ha llegado a tal extremo que este disco ha pasado más tiempo guardado en un cajón esperando fecha de lanzamiento que en el estudio siendo compuesto y grabado. La prueba es que el primer adelanto, "The Chapeltown Rag", salió hace la friolera de casi 12 meses (nótese que, de cara al lanzamiento de este disco, le han añadido capas de guitarras, percusiones y scractches para compensar el paso del tiempo).

La primera vez que escuché este disco mi mente fantasaeó con una idea: ¿y si Slipknot hubiera sacado un grandes éxitos compuesto de canciones nuevas con resonancias de todos sus clásicos? Y me explico. A esta idea me condujo la atención por el detalle de absoluto maníaco de algunos de sus temas. Como poner en el segundo y tercer lugar del tracklist cortes con momentos reminiscentes de "(sic)" (el fraseo inicial de "The Dying Song (Time to Sing)") y "Eyeless" (el inicio de Sid Wilson con sus samples y scratches), justo los mismos lugares que ocupan respectivamente esos temas en el disco homónimo. Seguí persiguiendo ese juego de espejos con el inicio casi calcado al de "Scissors" que tiene "De Sade" o entendiendo el bajo introductorio de "Finale" como una sombra en tonalidad mayor del que abre "Iowa". No daba crédito. ¿Tan ambiciosos y cerebrales habían sido esta vez? La realidad, me temo, es otra pero casi igual de épica.

Sin apenas demos, sin ensayar por culpa del confinamiento derivado de la pandemia por todos sufrida, sin preproducción y con su guitarrista Jim Root atravesando un momento delicado a nivel personal y creativo, la banda se mete en el estudio. Comienza la odisea de Joe Barresi como productor. Entraron sin disco y salieron con uno bajo el brazo. Como para ir pensando en grabar discos conceptuales estaban. La dinámica fue, literalmente, ir grabando lo que iban ensayando lo suficiente como para medio aprendérselo. Y digo "medio" porque ni siquiera hubo tiempo para aprenderse las canciones de cabo a rabo. Los solos que escucháis son los que se grabaron en el momento. Ninguno fue escrito con anterioridad. Lo que tampoco hubo fue techo suficiente para que Joe Barresi elevara más sus cejas. 

Cuando entras a pecho descubierto al estudio solo puede salir lo que ya llevas dentro: las tablas de años ensayando giras, tocando en directo y conociendo la personalidad musical de tus compañeros. Como decía Jim Root en el número de septiembre de "The Metal issue!" de Guitar World, la ausencia de método en el caos hizo que se abrieran entre ellos, potenciando la comunicación. Absorbieron ideas los unos de los otros y los otros de los unos. Cuando alguien tocaba una idea en el estudio y al resto les llamaba la atención, se acercaban y le cosían a preguntas como si fueran niños inquisitivos: "¿Qué acabas de hacer? ¿Cómo lo has hecho? ¿Me enseñas a hacerlo?". Me parece un ejercicio bastante sano intentar entender de dónde viene musicalmente la inspiración de tu compañero. Me quedo con la estampa de Mick Thomson probando el mismo riff por todos los amplis del estudio hasta acabar satisfecho. No dudo que hayan sudado la gota gorda. Pero, como proceso creativo, se me antoja apasionante.  

En este disco merece la pena observar las capas en cada tema con unos auriculares decentes. Porque ha sido compuesto por capas. No habiendo cimientos y trabajando con la punta del segundero apuntando a sus yugulares, las ideas de cada miembro se han ido superponiendo con un mínimo proceso de selección. En estas condiciones, y también partiendo de lo arriba que están en la mezcla final, debo destacar la labor de Jim Root y Mick Thomson a las guitarras. Dos estilos de tocar perfectamente compenetrados. Podéis escuchar a Jim Root en el canal izquierdo doblando los técnicos riffs de Mick Thomson del canal derecho introduciendo un desgarbado fill hacia el final del fraseo. O a Mick Thomson tirando por primera vez de whammy bar mientras Jim Root se ciñe al riff principal. Se tiran todo el disco haciendo y rehaciendo sus partes, dialogando, investigando, probando cosas. Me parece una forma preciosa y representativa de reflejar cómo fue este período de grabacion. Lo hacen de una manera orgánica, fruto de años y años de entenderse musicalmente. Es uno de los puntos álgidos del álbum y de verdad merece una escucha atenta solo en sus líneas.

Ya que he mencionado la mezcla, sorprende el lugar ocupado por la sección rítmica respecto a las mezclas de anteriores discos. Por primera vez se intercambian los papeles y el bajo tiene más presencia y adornos audibles que la batería. El bajista Alessandro Venturella vino a la banda de la mano de Jim Root. Reivindicando la lealtad y amistad existente entre ellos, alivió el bache creativo del guitarra asumiendo su rol estructurando temas y orquestando arreglos junto a Clown. Está en todos lados desde el principio: el bajo reina por encima de cualquier otro instrumento en "Adderall". Pero es que el piano en ese mismo corte también lo toca él. La batería de Jay Weinberg sigue integrándose con la percusión en un armazón sónico casi irrompible. Y por fin tiene espacio para demostrar estilo. Lo que pasa es que cuesta apreciarlo. Por su lugar intermedio en la mezcla, pero también porque sabe muy bien cuándo explotar y cuándo bajar a un segundo plano el groove. Su forma de tocar tiende a hacer que sea la canción la que brille. Aunque la pegada del baterista es de las mejores que servidor ha escuchado nunca, echo en falta que complete los redobles tirando más de rack toms y tom-tom (timbal base). Algo similar a su brillante solo de "Warranty". Joey Jordison nos acostumbró a escucharlos como si fuera lo más normal del mundo. Y la verdad es que no. No lo son.

La agresividad ha aumentado respecto a su anterior entrega. No extraña tanto si uno tiene en cuenta la fiereza con la que estos últimos años han defendido los temas de sus dos primeros discos en directo. Entiendo si os sentís traicionados o decepcionados por la senda hasta cierto punto segura que toman sus canciones. Pero os prometo que el aperturismo del anterior disco no ha sido en balde. De hecho, muchos de estos temas tienen una progresión a la mitad de su duración tan marcada que son casi irreconocibles cuando acaban. Parte de la evolución de este álbum respecto al anterior estriba en que los interludios ahora están asimilados en las canciones en forma de introducciones alargadas y algunos finales de postín, como la outro lounge de "Acidic" (¿el momento más sosegado y bello del álbum? Cortesía de Jay Weinberg y Alessandro Venturella). Sube la complejidad por capas de los cortes pero desaparece un tanto la sensación de imprevisibilidad. ¿O no? Para entender a fondo todo lo que ofrece "The End, So Far" vamos a ahondar en cómo empieza y cómo acaba.

¿Qué tal empezar el último disco de Slipknot en Roadrunner Records con un clavicordio sampleado que se acaba disolviendo en una sencilla batería 4/4, un sintetizador desvencijado, dos guitarras acústicas tocando de manera circular un cuatrillo de semicorchea y arreglos de piano propios de un musical? Nos tenian que haber grabado a todos la primera vez que escuchamos "Adderall". Hacia años que no me sorprendía tanto un grupo al que admiro. Y eso que Weezer es de mis bandas favoritas. Tampoco creo que el impacto de oír por primera vez "Prelude 3.0" abriendo "Vol. 3: The Subliminal Verses" fuese mucho mayor. Pensadlo bien. Si Faith No More volviera a obsequiarnos con otro disco de reunión y abriera con un tema así, estaríamos todos aplaudiendo con las orejas.

Merece la pena la inversión en este salto de fe inicial. Abrir con una apuesta tan arriesgada responde a una seguridad concienzuda en la secuenciación del resto del disco. "The End, So Far" me parece la escucha más entretenida y variada desde "Vol. 3: The Subliminal Verses". Es cierto que la transición entre "Adderall" y los 3 singles es algo abrupta. Pero consigue manejar perfectamente la ansiedad anticipatoria. De esta forma, los 3 adelantos entran como cuchillo de untar en mantequilla caliente. El orden restante está pensado para llegar vivo al balón de oxígeno que es la parte central del disco: "Medicine for the Dead", "Acidic" y "Heirloom". 

Estos temas centrales son claves en la escucha y conforman la parte más variada del disco. La vibra coral conseguida aunando voz con filtro metálico y guitarras apocalípticas en los estribillos de "Medicine for the Dead" y "Acidic" puede mirar sin rubor a los Cardiacs del "Sing to God". "Acidic" no solo es un homenaje a Acid Bath(si no habéis escuchado al menos una vez en vuestra vida "When the Kite Strings Pops", no sé a qué estáis esperando), sino que cuenta con uno de los versos más inspirados y profundos que recuerdo sobre nuestra relación corporal con la muerte: "I'm living in a dead man's shoes / stolen coat, not much hope / with these Cardiac Blues". Lo de "stolen coat" me recuerda a lo que decía Alejandro Jodorowsky refiriéndose a nuestro cuerpo como un préstamo temporal. "Heirloom" es una inspiradísima dosis de metal moderno en toda regla. Recuerda un poco a los As I Lay Dying de "Awakened". Paradójicamente, "Heirloom" está escrita asumiento la perspectiva de alguien que ha sobrevivido a un episodio de violencia doméstica. En un pasaje de exquisita sensibilidad, el estribillo retrata el trauma de esos momentos que parecen alargarse sin fin. Es el tema que Tim Lambesis nunca escribirá. Igual también es el momento de reivincidicar la madurez de Corey Taylor como letrista. "H377" y su cinematográfica introducción también tiene parte de ese sonido que comento.

Os dije que para entender este disco había que entender cómo empezaba, pero tambíen cómo acababa. ¿Sabéis de esos temas que establecen una relación metonímica con el disco al que pertenecen, resumiendo toda la sabiduría del mismo e incluso marcando una dirección nueva a explorar? Pues eso es lo que es "De Sade": introducción ambiental de un minuto, guitarras de corte hard rock, dejes heavies en la voz al final de los versos, un suave estribillo melódico acomodado por un sample 8-bit de Craig Jones y un glorioso duelo ascendente de guitarras. Junto a "Finale", sendos cortes describen un camino nuevo. Un camino no tan lejano al que transita cierta formación sueca también amante de la parafernalia carnavalesca, del rock orquestal y de mirar de reojo a Blue Öyster Cult.

Pequeño aparte para alabar el gran trabajo realizado por el músico tras los samples, reflejando en distintas ambientaciones y armonías su envidiable mundo interior. Y también para Sid Wilson apuntalando estribillos y puentes con sus scratches y Kaoss Pad. Su don es el de saber estar presente cuando importa. Siendo un disco compuesto por capas, se dan las condiciones óptimas para que ambos se muevan por los temas como peces en el agua.

Si tuviera que sintetizar mi opinión sobre "The End, So Far" en 3 palabras, me lo jugaría todo a un "intrincado pero coherente". Un disco que, a pesar de la falta de preparación, ha salido a flote por el saber hacer de estos 9 músicos. Y en contraste con una discográfica que ajusta presupuestos, y no precisamente a las necesidades de una banda que llevaba más de un año sin juntarse y ensayar. El tiempo pondrá a cada uno en su sitio. Ojalá la historia deje patente el esfuerzo titánico de Slipknot por sobresalir con el viento en contra.

Decía Corey Taylor en su reciente entrevista para "The Zane Lowe Show" que la banda se encuentra acabando su segunda etapa. Echando cuentas, entiendo que la primera fue la búsqueda de un contrato con una gran discográfica y la tercera, y esto son quinielas mías, es dar el salto a una multinacional. ¿Buscando qué? Buscando libertad creativa con presupuestos flexibles y dar por fin el salto para ser los Metallica de la generación que los vimos crecer. El vocalista esteblece algunos horizontes ambiciosos, como componer un disco todos juntos en una habitación recuperando sus raíces y terminar grabándolo en directo en ese mismo cuarto o crear un doble disco conceptual complejo y oscuro y rodar una película acompañándole. Ya no sorprende verles de cabezas de cartel en cualquier festival. Ahora se trata de seguir manteniéndo ese nivel en los directos dejando un legado responsable y poderoso en sus nuevas entregas discográficas. 

No tengo un final felíz para vosotros. Una semana antes del lanzamiento oficial de este disco, Jim Root cargó contra Roardrunner Records en la entrevista que enlazaba al inicio de la reseña. Apenas un día antes del lanzamiento oficial, la entrevista de Corey Taylor que acabo de mencionar en el párrafo anterior dejó caer titulares tan sentenciosos como que la famosa discográfica ya no es lo que era. Desde los despidos infames de todos aquellos que se desvivieron por promocionar y dar visibilidad a Slipknot en sus inicios hasta la consecuente sensación de desvalimiento por parte de la banda. Casi como si Paquita Salas y su PS Management representase a la formación. De hecho, ahora mismo funcionan con su propia oficina de management para estos menesteres. La relación con el sello debe haber acabado muy desgastada si no han sido capaces o no les ha importado esperar hasta el lanzamiento oficial de "The End, So Far" para hacer estas declaraciones. De alguna manera enturbian la recepción del disco. Y no es por desmerecer su causa. Es por respetar su obra. Este disco no es menos bueno por las condiciones en las que se grabó. La música debe prevalecer siempre sobre los pensamientos más oscuros, los ultimátums, los nudos gordianos, las depresiones y la mecha corta.


Lo Mejor: Seguir siendo fan de Slipknot en 2022.

Lo Peor: Ser Chris Fehn.
 


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