
Florido Pensil - vytvorenia (2012)
http://www.mediafire.com/?5dhnemwvhkj5hun

Florido Pensil - datura (2010)
http://www.mediafire.com/?1ll5jc47aizi8i1

Florido Pensil - Gradiente (2009)
http://www.mediafire.com/?rp4gf8cxdqia7yh
Y la mejor reseña que me han hecho nunca:
Spoiler: Mostrar
-Florido Pensil "Gradiente"....
Un hombre hecho máquina o una máquina hecha hombre nos invita a pasear por sus huesos de metal oxidado. Y ahí encontramos flores.
La primera de ellas es "Daphne mezereum", donde latosos ritmos Hip-Hoperos se entrecruzan con blat-beats intermitentes bajo una insistente lluvia de estática y frecuencias fracturadas.
De alguna forma nuestros oídos se acostumbran al constante crepitar sonoro y no nos sorprende que los tambores tribales de "Epipogium Aphyllum" también estén empapados de pegajoso ruido blanco.
La pesadilla post-nuclear continúa en "Bidens ferulifol" a pesar de un engañoso comienzo que amagaba con languidez Trip-Hop. Pero no, las repeticiones mecánicas, el bajo desafinado y crujiente, las guitarras aullantes y la densa maraña de detonaciones electrónicas se llevan la calma a otro lado.
Ciertamente, no a "Palimpsesto". Imaginen que alguien construye una versión robótica de John Coltrane. Ahora imaginen que dicho robot entra en cortocircuito. Las chispas en su cráneo metalizado lo obligarían a componer algo como dicho tema. Un Free-Jazz descompuesto y lanzando peligrosas esquirlas sonoras.
Por suerte podemos encontrar refugio en "Tormenta", en su tenue arrullo, en sus suaves brisas ambientales y en esa guitarra que dibuja melodías celestiales sobre un vidrio empañado. Pero nada dura para siempre.
"Calceolaria herbeohybrida" llega con baterías frenéticas, cuerdas saturadas y una ambientación macabra que se asoma como una sombra mientras oímos como, poco a poco, miles de insectos se devoran la misma canción.
Y compruebo, aún luchando contra mi propio miedo, que las estructuras de estos temas se desarman y se vuelven a armar por su cuenta a base de latigazos eléctricos. Como en "Paeonia lactiflora", donde el Breakdance más roto (valga la redundancia) se aparea con los riffs más obesos en medio de una orgía de cables y chapas rotas que se van superponiendo hasta colmarlo todo.
Una límpida guitarra nos engaña al comienzo de "Cichorium Intybus" y, cuando menos lo esperamos la base comienza a machacar como un Ministry invadido por un zapping de rasposos sonidos inconexos que se disuelve en un asfixiante océano de pura e hiriente abstracción. Hay luz al final del túnel, a pesar de todo.
Llega la "Inmersión" en profundas aguas, acompañada por cristalinos arpegios y teclados como rayos de sol al atardecer que se asoma tímidamente. Cae la noche y las estrellas nos hablan en voz baja, nos auguran una nueva tormenta. Cerramos los ojos y estamos de vuelta en este hormiguero de concreto listos para morir nuevamente. Al menos hasta la próxima pasada de este alucinante "Gradiente".
Un hombre hecho máquina o una máquina hecha hombre nos invita a pasear por sus huesos de metal oxidado. Y ahí encontramos flores.
La primera de ellas es "Daphne mezereum", donde latosos ritmos Hip-Hoperos se entrecruzan con blat-beats intermitentes bajo una insistente lluvia de estática y frecuencias fracturadas.
De alguna forma nuestros oídos se acostumbran al constante crepitar sonoro y no nos sorprende que los tambores tribales de "Epipogium Aphyllum" también estén empapados de pegajoso ruido blanco.
La pesadilla post-nuclear continúa en "Bidens ferulifol" a pesar de un engañoso comienzo que amagaba con languidez Trip-Hop. Pero no, las repeticiones mecánicas, el bajo desafinado y crujiente, las guitarras aullantes y la densa maraña de detonaciones electrónicas se llevan la calma a otro lado.
Ciertamente, no a "Palimpsesto". Imaginen que alguien construye una versión robótica de John Coltrane. Ahora imaginen que dicho robot entra en cortocircuito. Las chispas en su cráneo metalizado lo obligarían a componer algo como dicho tema. Un Free-Jazz descompuesto y lanzando peligrosas esquirlas sonoras.
Por suerte podemos encontrar refugio en "Tormenta", en su tenue arrullo, en sus suaves brisas ambientales y en esa guitarra que dibuja melodías celestiales sobre un vidrio empañado. Pero nada dura para siempre.
"Calceolaria herbeohybrida" llega con baterías frenéticas, cuerdas saturadas y una ambientación macabra que se asoma como una sombra mientras oímos como, poco a poco, miles de insectos se devoran la misma canción.
Y compruebo, aún luchando contra mi propio miedo, que las estructuras de estos temas se desarman y se vuelven a armar por su cuenta a base de latigazos eléctricos. Como en "Paeonia lactiflora", donde el Breakdance más roto (valga la redundancia) se aparea con los riffs más obesos en medio de una orgía de cables y chapas rotas que se van superponiendo hasta colmarlo todo.
Una límpida guitarra nos engaña al comienzo de "Cichorium Intybus" y, cuando menos lo esperamos la base comienza a machacar como un Ministry invadido por un zapping de rasposos sonidos inconexos que se disuelve en un asfixiante océano de pura e hiriente abstracción. Hay luz al final del túnel, a pesar de todo.
Llega la "Inmersión" en profundas aguas, acompañada por cristalinos arpegios y teclados como rayos de sol al atardecer que se asoma tímidamente. Cae la noche y las estrellas nos hablan en voz baja, nos auguran una nueva tormenta. Cerramos los ojos y estamos de vuelta en este hormiguero de concreto listos para morir nuevamente. Al menos hasta la próxima pasada de este alucinante "Gradiente".