
ZONA-ZERO
78
13 VOTOS
76
+
Queens Of The Stone Age
In Times New Roman...
- Publicación:
- Junio 2023
- Sello:
- Matador Records
- Productor:
- Queens of the Stone Age
- Género:
- pop-rock
- Estilos:
- stoner rock, progressive rock, alternative rock, hard rock, glam rock, garage rock, art rock
Tracklist
- 01. Obscenery
- 02. Paper Machete
- 03. Negative Space
- 04. Time & Place
- 05. Made to Parade
- 06. Carnavoyeur
- 07. What the Peephole Say
- 08. Sicily
- 09. Emotion Sickness
- 10. Straight Jacket Fitting
Miembros
- Joshua Homme: guitarra, voz
- Troy Van Leeuwen: guitarra
- Dean Fertita: teclados, guitarra
- Michael Shuman: bajo
- Jon Theodorewriter: batería
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Análisis
por Jolocho el 27 Dic 2023
4261 lecturas
Sucedió hace algunos años en Jeremy’s, Joshua Tree. Noche de micrófono abierto. Presentan a Stephane: diecinueve años, dulce, apariencia de adolescente gótica. Aplausos, toses y polvo danzando en el haz del foco mientras se hace el silencio. “Que te jodan, mamá”. Acto seguido, comienza a gritar “¡COBARDE!” hasta perder la cuenta. Silencio de nuevo. Josh Homme, eufórico, arranca unos tímidos aplausos. El diario de sueños de adolescente gótica de Stephane le ha recordado a la crudeza presente en los cincuenta primeros borradores de sus letras para “In Times New Roman…”. Cincuenta son también los borradores acumulados en la piel del ser humano en construcción que es Josh Homme. “In Times New Roman…” lleva grabado en un cajón desde hace tres años y medio. No fue hasta noviembre del año pasado cuando nuestro artífice pudo añadirle su voz y sus letras al disco. Entre otras cosas, porque durante el año pasado pudieron quitarle quirúrgicamente el foco de su cáncer del que ahora se recupera sin secuelas. Pero los años previos a este suceso no parecen tampoco apacibles. Si de cuentas macabras se trata, este sería el saldo: once de sus amigos han abandonado este mundo en los últimos dos años. Sobrevivir a tus amigos es un concepto terrorífico. Como si el circo dejara la ciudad y la ciudad se plegara bajo su lona, dejándote solo.
La idea que vertebra todas sus letras es la aceptación serena de sufrimientos vitales coexistiendo con momentos que siguen mereciendo la pena ser vividos. En palabras del músico: “¿Se hunde el Titanic? Fenomenal, eso quiere decir que hay barra libre de ostras y el bar no cierra”. El poso del mensaje es positivo sin ignorar la negrura. Tal y como lo describió a Zane Lowe en esa misma entrevista para Apple Music, perduran unas ganas de vivir que recuerdan a la luz de un faro que va y viene, extraña y vaga, intentando iluminar todo aquello que amas. Uno de los versos de “Straight Jacket Fitting” recuerda que “Aún queda mucho por perder, aunque mucho sea ya lo perdido”. A veces cuesta Dios y ayuda salir adelante. Admitir esta vulnerabilidad en nosotros nos hace más amables con el resto. Como reconoce respecto del suicidio de su amigo Anthony Bourdain, “Qué fácil es enfadarse con alguien cuando se quita la vida. Hasta que un día te levantas y sientes que no puedes más. Entonces te acuerdas de tu amigo y dices: “Oh, vale. Era esto”.
“Songs for the Deaf”, el icónico disco del diapasón en portada que jugaba a ser cola del diablo y marca vial al mismo tiempo, nos metía de lleno en el concepto de un viaje en coche desde Los Ángeles hasta Joshua Tree narrado con los saltos entre emisoras inventadas según avanzábamos físicamente por el trayecto. En este caso, no era la ionosfera sino la mano divina de Dios la que hablaba al protagonista a través de la radio ofreciendo mensajes en canciones a aquellos que se hacen los sordos para no escuchar. Y no extraña esa sordera selectiva: las canciones hablan de sufrir el peor mono posible, del suicidio y el desamor. Las mismas flechas de la portada despejaban todas las dudas acerca de a quién van dirigidas estas canciones: “A song for the deaf, that is, for you”, quizás la frase más famosa del disco grabada por la ya desaparecida Natasha Shneider haciendo las veces de locutora introduciendo “Song for the Deaf". Dicha frase rompe del todo la cuarta pared entre artista y oyente, pero todo el disco está pensado para ir resquebrajándola tal y como fue concebido por Nick Oliveri. Como curiosidad: durante la gira del “Rated R” en pleno año dos mil, Josh Homme introducía las canciones de temática más dura, como ”Feel good hit of the summer” (¿os pasa como a mí que, veintitrés años después, caéis en que lo de “hit” no iba tanto por la música como por la forma de introducir en nuestro cuerpo cualquiera de los ítems de esta famosa lista?) con un lacónico "this is a song for you". Y ya que hablamos de estupefacientes, no dejemos de recordar que hablamos de alguien que este mismo año reconoció a Zane Lowe lo siguiente: “He tomado suficientes drogas como para matar a un niño pequeño, aunque ahora que lo pienso creo que fue a mi niño interior”.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Desde dos mil trece esto ya no es tanto una banda donde se valide el esfuerzo participativo como el proyecto personal e intransferible de Josh Homme (siempre es paradójico recordar que, aunque “…Like Clockwork” supuso el inicio de esta nueva etapa, hoy por hoy es el disco de la banda con más invitados acreditados, desde el propio Nick Oliveri hasta Elton John, quien pidió de forma expresa involucrarse). El trayecto que tanta fama y repercusión les trajo en dos mil dos es el mismo que hace ahora Josh Homme cuando quiere desconectar y pasar tiempo en su tierra, Palm Springs. “In Times New Roman…” podría escucharse recorriendo el mismo trayecto físico que “Songs for the Deaf” pero siguiendo un trayecto emocional inverso: del drama a la serenidad. No es difícil imaginar a Josh Homme saliendo tocado del velatorio de Mark Lanegan en su Chevy Camaro gris plateado de 1967 y plantándose dos horas después en cualquier rincón recóndito de Joshua Tree, echándose sobre su capó y fumándose un pitillo mirando las primeras estrellas. Quizás reconciliándose con la vida a través del desierto, como ocurre al final del último tema de este disco, “Straight Jacket Fitting”, donde las guitarras acústicas y la sección de cuerda recuerdan la vigencia de las Dessert Sessions en su corazón. Pese a la ausencia de luz, todo lo que no vemos sigue siendo desierto. La oscuridad y el volumen alto conforman el espacio seguro donde oyente y artista conspiran juntos susurrándose quiénes quieren ser y qué quieren hacer desde el libre albedrío, a sabiendas de que aquí nadie les va a decir lo que hacer mientras no hagan daño al otro.
Este es un disco cuyo sonido se define desde una producción por capas, desde la textura o grano del sonido y desde las ideas disruptivas en el ritmo. De la textura y el ritmo hablaremos un poco más adelante. Centrémonos en la producción. Desde “Era Vulgaris” podemos afirmar que en Queens of the Stone Age la producción es otro elemento compositivo más. Sí, eso incluye también a “Villains”, donde se atrevieron a desnudarse de la distorsión y potenciar la composición (Josh Homme le dijo entonces a The New York Times que enfocaron las estructuras de las canciones más como una parada de bus, donde te subes en un sitio y acabas en otro distinto, que como un tiovivo donde vas en círculos y anticipas todo lo que va a pasar). Para entendernos: no hablo del tipo de producción estandarizado por la mesa de mezclas Neve 8028 de los legendarios Sound City que Dave Grohl compró para su Studio 606, famoso por democratizar la producción de forma que podía servir de igual manera a los intereses de discos con tan poco en común como “Nevermind” o “Rumours”. Hablo de dar presencia al ruido de la reverberación del cuarto que se cuela por los micrófonos al grabar un instrumento, de que te cueste trabajo poner etiquetas a todo lo que oyes pero sin dejar de elevar a la canción por encima de la suma de sus partes.
Haya habido o no click track en el estudio, la sensación al escuchar este disco es la de estar escuchando a una banda retroalimentándose en directo en sus ritmos y dinámicas. Entre la sensación orgánica de oír a una banda jammeando y que las capas solo te permiten apreciar el trabajo de cada instrumento al completo si focalizas la escucha de la canción en él, “In Times New Roman…” consigue que acabes frecuentando sus temas para ir completando en tu cabeza las composiciones. Esta circunstancia también es propiciada por la cantidad de ideas interesantes aterrizadas a lo largo de su minutaje: el bajo, la batería y el silencio completando el riff de guitarra añadiendo variaciones o fills en “Negative space”, el momento quedo con punteo hacia la mitad de “Sicily” que acaba en maelstrom sonoro, el comienzo en anacrusa de “Paper Machete” que luego se recicla para hacer explotar la instrumentación en el estribillo, el ya icónico inicio de “Emotion Sickness” con Josh Homme tarareando mientras entra a la cabina del estudio, el polirritmo de “Time & Place” que marca un ritmo principal terciario desde la guitarra subdividido de forma obsesiva desde ritmos cuaternarios por el resto de la banda o la preciosa y espectacular progresión hacia la mitad de “Made to Parade” (no se veía nada tan original en su discografía desde “Un-Reborn Again” en “Villains”) son solo algunos ejemplos.
Parafraseando a Yan Yansen, Josh Homme es un guitarrista que pone más énfasis en conjugar la textura del sonido y las disrupciones en el ritmo para desplegar sensaciones en el oyente que en la propia melodía. Hablemos primero de cómo creó esa textura que ahora es buque insignia de su sonido. Desde sus orígenes, su talante es el de un músico expeditivo y audaz que acaba llegando a los mismos sitios que otros guitarristas de primer nivel pero sin contar con tantas herramientas. Lo que para otros guitarristas era obvio para él era desconocido, como la existencia de las púas de pulgar. Sus inicios con la guitarra fueron recibiendo clases de polka desde los nueve a los once años (de sus inicios con la polka es heredero el riff arrogante y pegajoso de “Feet Don’t Fail Me”). Con trece años empezó a tocar liberando el meñique en su mano izquierda llevándose prácticamente una nota en cada acorde, como le contaba a Matt Sweeney en Guitar Moves de Noisey. Desde entonces lleva tocando así, creando el grano propio de su sonido con el que transmite cierta sensación de inquietud parecida a la que tienes cuando sabes que algo no va bien pero no sabes especificar el qué. La muestra está en cómo supo adaptar el bending de Jimi Hendrix y Billy Gibbons de ZZ Top a sus habilidades para dar con el fraseo inicial en “Thumb” de Kyuss.
Ahora abordemos brevemente las disrupciones en el ritmo. Aunque muchas veces pasarán sin pena ni gloria como fills de batería, si ponemos atención encontraremos breves desajustes en los que parece que la composición parece pierde dirección. Esos tambaleos totalmente controlados buscan resetear la atención en el oyente que igual daba todo por hecho en el paso del puente al estribillo de una canción. A veces pueden involucrar solo a la batería, a veces incluyen también guitarra y bajo. Son pequeñas incursiones que al final vuelven a dejar el tema donde estaba. Persiguen transmitir sensaciones que quedarían infantiles si se transmitieran desde la letra de las canciones: torpeza, incomodidad y alboroto. En “Obscenery”, tras el primer estribillo, hay una muestra de disrupción en el ritmo encabalgándose con el final del crescendo de la sección de cuerdas.
Hay grupos que llenan estadios intentando echar a sus espaldas la tarea ingrata de mantener la institución del rock viva en lo que pareciera un homenaje a la interpretación de Albert Camus del mito de Sísifo: un héroe absurdo que vive su vida al máximo, odia la muerte, y es condenado a una tarea inútil. No es el caso de Queens of the Stone Age. Y es que hablamos de alguien que en su adolescencia se juntaba en las famosas generator parties en medio del parque nacional de Joshua Tree con John García, Brant Bjork y Scott Reeder sin saber qué marcaba tendencia o a qué debían sonar. De aquel hálito creativo quedó la impronta y el legado aún reivindicado de Kyuss. Esta nunca fue la historia de una banda que busca tener parcela en un salón de la fama tanto como el de una formación que persigue ganarse las espuelas aspirando al inconformismo.
Aspirar al inconformismo puede sonar un poco abstracto en una frase. Quizás os aporte algo de contexto decir que hablamos de ese espíritu incansable presente en hacer las cosas por y para uno mismo. Pero para no liarme, voy a ceder la palabra a Josh Homme durante un rato: “¿Sabes cómo hacer que un trapecista no se caiga andando por la cuerda floja? Quítale la red […] Hay algo maravilloso en el regalo de la nada, la libertad de fallar y la falta de influencia. Hay algo gentil en el proceso de aprender […] Dos errores no hacen un acierto, pero cuarenta errores sí despiertan interés […] Cuando eres niño, no se te presupone que lo sepas todo, sino que lo veas todo […] Enséñame a un pianista siendo golpeado con una regla por su profesor y te enseñaré a alguien que no toca el piano […] Si esperas algo de la música, estás esperando demasiado. Toca para ti, que la mayor parte de lo que hagas sea solo por ti”.
Hay que entender también que, como melómano, la fama te resulta un tanto accesoria cuando tu artista favorito de la adolescencia te contacta por sms interesándose en escribir música juntos. De quemar “Repo Man” en los auriculares de su walkman a poder interpretarla junto a Iggy Pop no como fan, sino de igual a igual como músico. ¿A qué más puede aspirar Josh Homme después de recibir un dossier lleno de anécdotas y secretos en torno a las grabaciones de los german albums de Iggy Pop y David Bowie como muestra de buenas intenciones? Pocas veces la felicidad ha adquirido una forma tan tangible.
“In Times New Roman...” representa un esfuerzo en un lugar muy avanzado de la carrera de Queens of the Stone Age. No es reprochable que mucha gente no sienta ni las ganas ni el interés suficientes para frecuentarlo. Al contrario: es completamente entendible. A estas alturas es muy difícil sorprender a nadie. Lo que sí logra y con mucha soltura es el esfuerzo tanto biográfico como musical de traducir el dolor de la edad adulta y encontrar el Hallelujah en ello. Una bendición entre tanta maldición. La honestidad y la vulnerabilidad aparecen cuando estás solo y reconoces que solo tú puedes hacer tu trabajo. Sigue siendo emocionante pensar en cómo “…Like Clockwork”, un disco que habla sin tapujos de la tristeza, la soledad y la depresión en clave de un rock progresivo de corte clásico, llegó a tantos corazones y hogares. “In Times New Roman...” sigue esa senda de autenticidad personal, hablando directamente sobre la relación del cantante y guitarrista con la muerte, la pulsión suicida (me pone los pelos de punta escuchar ese filtro etéreo en su voz en “Negative Space” cuando pronuncia claramente “I wanna die”: es muy difícil no echar la mirada atrás y pensar en lo influyente que es “Blackstar” de David Bowie) y lo absurda que se siente a veces la pulsión vital cuando apenas entiendes el mundo que te ha tocado vivir. Queens of the Stone Age ya no hacen canciones anónimas sobre adicción y desamor para gente que hace oídos sordos a la cara amarga de la vida. Ahora reivindican con nombre y apellidos canciones sobre la tragedia humana de vivir.
Josh Homme no olvida a sus amigos. Si podéis verle en alguna de las numerosas fechas que tiene ya programadas para el año que viene y tenéis suerte, veréis que Mark Lanegan habita a sus anchas en su voz mientras interpreta “In The Fade”. Sigue adelante sin ellos como puede pero también con un renovado espíritu vitalista: “Es importante para mí que mi círculo cercano sienta que hicimos todo lo que pudimos por el de al lado. Es importante que mis seres queridos sepan que hicimos todo lo posible por el otro”. En directo veréis eso y también a un tipo sobre el escenario haciendo gestos sexuales para complacer a los cincuentones divorciados del público. Al final, este disco y esta banda en dos mil veintitrés giran en torno a la experiencia de llegar vivo a los cincuenta años, momento vital en el que la sensación de perseguir algo que te haga sentir vivo puede que ya no se repita. Pero también es un momento idóneo para optar por la manera elegante de ser uno mismo, desde la resignación pero también desde la aceptación. La manera elegante de ser uno mismo implica ser gentil y respetuoso con los demás. Oscar Wilde decía algo parecido a “Sé tú mismo, porque el resto del mundo ya está cogido”. Si requerís de un referente todavía vivo, Iggy Pop cierra su “American Valhalla” con un epitafio estupendo: “no me queda nada salvo mi nombre”.
Hit it, boys!
Lo Mejor: El disco oculto en su discografía: cuanto más vuelvas a él, mayor será el disfrute.
Lo Peor: Ser el disco oculto de su discografía también implica que no destaca de primeras.
Lo Peor: Ser el disco oculto de su discografía también implica que no destaca de primeras.
COMENTARIOS
13 Comentarios
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Qué buena review del disco!
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Si mejor álbum desde el Songs For The Deaf
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De los últimos 3 discos, es el que menos me llega. Y aún así tiene un puñado de canciones increíbles. Paper Machete hitazo del año.
DISCOGRAFÍA
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76Queens Of The Stone Age
13 votos
In Times New Roman... -
73Queens Of The Stone Age
18 votos
Villains -
80Queens Of The Stone Age
31 votos
...Like Clockwork -
75Queens Of The Stone Age
7 votos
Era Vulgaris -
87Queens Of The Stone Age
9 votos
Lullabies to Paralyze -
86Queens Of The Stone Age
139 votos
Songs for the Deaf -
92Queens Of The Stone Age
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Rated R -
87Queens Of The Stone Age
7 votos
Queens Of The Stone Age -
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